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2007/07/18 08:20:00 GMT+2

Trolls, plastas

De la mucha gente curiosa que deambula por internet –que es casi tan variopinta como la que hay por la vida, una vez hechas las obligadas salvedades económicas y analfabéticas–, una de las especies más curiosas es la constituida por los que en la jerga del ramo se llama trolls, que viene a ser sinónimo de plasta, aunque no del todo. (Reventadores, me sugiere un amigo: sí, va por ahí, aunque la escena teatral del 98 contó con geniales reventadores, como Ramón María del Valle-Inclán. Reventar la obra de un plasta como Echegaray tenía su aquel. Era un homenaje al arte.)

La mayoría supongo que ya sabéis de qué gente hablo: de esos individuos (casi siempre hombres: quizá valga la pena retener el dato) que se meten en foros amistosos, del género que sea, o que escriben particularmente a alguien cuya dirección de correo electrónico han pillado, y que dan la vara sin parar en plan faltón y pendenciero, provocativo.

Veterano como soy en esto de las tres uves dobles (¡todavía recuerdo la misiva de un colega que me escribió para comunicarme que, según no sé qué cálculos, los cibernavegantes celtibéricos éramos ya «más de 5.000»!), me tocó sufrir en mis propias carnes la experiencia de los trolls, antes de que un amigo me hiciera ver que son una subespecie de homínidos que no tiene realmente ningún interés en comunicarse con nadie, sino todo lo contrario: que disfruta sembrando cizaña. Y que el único modo eficaz de contestarles es no contestarles. Vienen a ser el equivalente moderno de los críos de hace medio siglo que jugaban a llamar al azar a cualquier número de teléfono y pretendían tomar el pelo a la persona que contestaba haciéndole preguntas tan ingeniosas como: «¿Es Casa Consuelo? ¿No? Y entonces, ¿dónde pisan?», o bien: «¿Es ahí donde lavan la ropa? ¿No? ¡Pues qué guarros!». Y así. La gracia terminó cuando ya todo dios estaba de vuelta de la gilipollez, de modo que, cuando el graciosín de turno preguntaba: «¿Es Casa Consuelo?»,  la supuesta víctima respondía amablemente: «Vete a la mierda, cretino». O colgaba, sin más.

Yo cuento con algunos recalcitrantes que pierden la tira de tiempo mandándome mensajes insultantes. De algunos me da que son trolls y ni siquiera lo saben. Los hay que incluso me escriben por correo postal: recortan mis columnas y me las remiten en sobres estampillados con sellos de ésos en los que se ve a un Juan Carlos de Borbón jovencito, de cuando Franco le daba la sopa boba. Adornan los recortes con epítetos de grueso calibre escritos con admirable caligrafía y profusas faltas de ortografía. Hay un par que me recuerdan mis años de colegial, porque  me amenazan con que se van a chivar al profe diciéndole lo malo que soy.

Se ve que todavía no se han dado cuenta de que el profe me tiene contratado precisamente por lo malo que soy.

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Nota.– Comentaba ayer de madrugada en la T-4 de Madrid a un matrimonio de mi edad que daba muestras de impaciencia: «Tómenselo con calma. Saldremos con retraso, pero lo mismo salimos».

«¡Filosofía oriental!», me dijo él.

Le bromeé: «Quizá sí. Como de joven fui pro-chino...»

A esa misma hora, en Brasil...

Claro que yo no lo sabía.

Escrito por: ortiz.2007/07/18 08:20:00 GMT+2
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