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2006/08/06 12:00:00 GMT+2

Pedestre, pero eficaz

Siempre he recordado –y siempre he recordado a los demás– lo que exclamó el patriarca de la socialdemocracia alemana Augusto Bebel en cierta ocasión en que un importante periódico reaccionario de su país se refirió a él en términos elogiosos: «¡Ah, viejo Bebel! ¿Qué tontería habrás hecho para que esta gentuza te alabe?».

No pretendo que la lógica que guiaba ese pensamiento de Bebel sea infalible –ninguna lo es–, pero la experiencia me ha enseñado que uno de los mejores métodos para saber qué es lo que realmente conviene a tu causa en la lucha política –al menos en la lucha política– es poner la vista en lo contrario de lo que tus enemigos te incitan a realizar. Si lo que te dispones a hacer merece sus alabanzas, malo.  Si las recibe lo que ya has hecho, peor. Es una norma pedestre, pero eficaz.

Hay ocasiones en las que esa regla es aplicable a rajatabla. El ejemplo más acabado que me viene a la memoria es el de la política del PCE de Santiago Carrillo durante la Transición. Siempre me he preguntado cómo tanta buena gente, tan probada en momentos terribles, dificilísimos –no me refiero a Carrillo, sino a la militancia de su partido–, pudo tomarse como una prueba de astucia que tipos como Fraga o Martín Villa alabaran su «buen juicio», su «sensatez» y hasta su «patriotismo». Se cuenta que Goebbels decía: «Cuando oigo hablar de intelectualidad, saco la pistola» (*). Yo, cuando oigo hablar de patriotismo, no siento ningún deseo de empuñar un arma –supongo que mi aversión a la dialéctica de los puños y las pistolas es una de las manifestaciones más claras de mi carencia de espíritu patriótico–, pero me pongo de inmediato en guardia, esperándome lo peor. Con sobrada razón en el caso de Carrillo durante la Transición: hizo como nadie el juego de sus teóricos enemigos.

¿A cuento de qué me vienen estos pensamientos? A que ayer por la noche oí en la radio decir que el Gobierno de Israel estaría dispuesto a aceptar el plan de alto el fuego que proponen mano a mano los ejecutivos de Washington y París. Cogí un papel y, con la lógica del bueno de Bebel en la cabeza, escribí: «1º) Si los sionistas quieren que la guerra se detenga, es que han llegado a la conclusión de que su continuidad les perjudica. 2º) Si el plan que proponen Bush y Chirac es del gusto de los sionistas, sólo puede ser perverso: de tal conjunción de intereses no puede esperarse nada bueno.»

A continuación repasé mi correo electrónico y vi una foto que me enviaba un amigo. Era de una manifestación de judíos ortodoxos en Nueva York. Llevaban por delante una pancarta en la que podía leerse: «Sionismo  = Brutalidad». Y me entraron ganas de entonar las muy bellas notas de un himno religioso que suele cantarse a capella en las iglesias protestantes anglosajonas. La música es de Bach y la letra empieza diciendo: «Because all men are brothers...». ¡Todos los hombres, hermanos! No es verdad, pero sería tan hermoso si lo fuera...

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(*) Para mí que la cita es apócrifa, porque el ministro de propaganda de Hitler era, amén de un grandísimo hijo de perra, un hombre muy culto, lo que no tiene nada de incompatible.

Escrito por: ortiz.2006/08/06 12:00:00 GMT+2
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