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2006/01/19 06:00:00 GMT+1

Los fantasmas del pasado

Acusan a Rodríguez Zapatero de estar despertando «todos los fantasmas del pasado». Dicen que, cuando ya parecían superados todos los graves conflictos que fueron causa de agria polémica durante la Transición, Zapatero se las ha arreglado para que vuelvan a estar en el centro del escenario. Ponen como ejemplo las noticias más llamativas de la actualidad: los arrebatos nacional-católicos de la cúspide militar (que remiten a las viejas querencias golpistas de una parte del Ejército), los tiras y aflojas del Estatut (de nuevo las tensiones entre el poder central y los nacionalismos centrífugos), la asamblea de Batasuna convocada para el sábado (ETA y la cuestión vasca), las tensiones vividas en Salamanca a costa de la devolución de los archivos catalanes expoliados por los franquistas (sangran de nuevo las heridas de la Guerra Civil)...

Veamos.

Primera observación: el modo en el que esos problemas están volviendo a figurar en el orden del día no presenta, ni de lejos, los rasgos de dramatismo con que fueron vividos hace un cuarto de siglo. Ya sé que algunos pintan esas noticias con los tintes más apocalípticos —y son libres de hacerlo: la demagogia no está tipificada en el Código Penal— pero cualquiera con dos dedos de frente sabe, por ejemplo, que si ya en 1981 un golpe militar en España habría tenido un futuro más que limitado, ahora ni siquiera podría materializarse: el Ejército español no sólo no es ya el de Miláns y compañía, sino que, además, está demasiado implicado en estructuras supranacionales que no transigirían con una aventura de ese género. Otro ejemplo: es cierto que volvemos a hablar de ETA, pero ahora para ver cómo se facilita su desaparición; no, como hace 25 años, para hacer el recuento de los muertos de la semana.

Segunda observación, y aún más importante: si esos problemas han vuelto a surgir, así sea con bastante menos peligro de degenerar en violencia civil, es porque nunca fueron resueltos.

Los fantasmas del pasado no han despertado. No podrían: los fantasmas no existen. Lo que se está debatiendo ahora son problemas reales que los pactos y los miedos de la Transición —los pactos de algunos y los miedos de muchos— consiguieron sofocar, reprimir, silenciar. No resolver.

Se habla de la Guerra Civil. ¿Cómo puede darse por superado ese enfrentamiento histórico si lo que se hace es permitir que el bando faccioso siga conservando los privilegios y los signos externos de su victoria?

Se saca a relucir el Estatut. Pero todos sabemos que el invento del Estado de las Autonomías y del «café con leche para todos» fue un apaño de circunstancias al que se llegó no porque se considerara lo mejor, sino para que las fuerzas del recién desaparecido régimen franquista —no sólo las militares, aunque sí, sobre todo, las militares— no se decidieran a romper la baraja. Desaparecido aquel miedo, nada más lógico que el replanteamiento de lo que entonces no pudo resolverse.

¿El Ejército? Tras la intentona golpista del 23-F, González y Fraga se pusieron de acuerdo en apaciguar sus ansias intervencionistas propiciando la LOAPA. Eso no llevó a superar nada: fue dar carnaza a la fiera para mantenerla entretenida, a la espera de que se hiciera vieja y perdiera energía.

No; nada estaba superado. Sólo a la espera de que surgieran las condiciones en las que todo pudiera volver a debatirse sin presiones intolerables. Con muchas presiones, con presiones muy antipáticas y muy irritantes, pero sobrellevables.

Escrito por: ortiz.2006/01/19 06:00:00 GMT+1
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