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2006/12/19 10:15:00 GMT+1

Indisciplinas interdisciplinares

Ya sé que tengo lo mío de maniático, pero admito que me enfurezco cada vez que un presentador o locutor de televisión o radio insiste en acabar como sea con la conjunción copulativa más usual en la lengua castellana –la y griega– sustituyéndola sistemáticamente por la conjunción disyuntiva «o», cosa que sucede sin falta en todos los informativos, todos los días y a todas las horas. Dice el menda, por ejemplo: «En la exposición se exhiben obras de Picasso, Braque o Léger». A lo que respondo de inmediato para mi coleto: «¿O? ¿He de elegir? ¿No puedo ver las pinturas de los tres, o sea, de Picasso,  Braque y Léger?»

 Ese vicio, como muchísimos otros, se expande incontenible por el universo de la comunicación de masas, incluyendo la escrita, sin que ninguno de sus nefandos usuarios parezca dispuesto a reflexionar sobre lo bien o mal fundado de su comportamiento. ¿Por qué? ¿Serán todos ellos tontos de baba?

De veras que me lo pregunto. Desde hace años. La mayoría de vosotros no lo sabrá, pero incluso llegué a deambular por la piel de toro castigando a audiencias diversas con el contenido de una conferencia que titulé Hablar bien, hablar mal, que ahondaba en este género de asuntos.

Con el paso del tiempo, he llegado a una conclusión que la realidad no cesa de confirmarme: los periodistas, en su inmensa mayoría, no son ignorantes; son, básicamente, gente insegura. No es que crean que lo correcto es decir esto así o asao. No se meten en tecnicismos. Es que han oído que sus jefes y responsables, sus referentes, hablan así, y deducen (instintivamente, sin pensarlo) que si los de arriba hablan así, es que así es como se habla, como hay que hablar para ganarse el favor de las alturas y llegar –por cooptación, claro– a ser admitido en ellas.

Empieza el que asienta sus reales en la cúspide echando mano de tal o cual recurso bobo, o tópico, o retórico, y a continuación todos sus subordinados, y los que aspiran a convertirse en sus subordinados, lo asumen como propio, porque sienten (sienten, insisto: si lo pensaran demostrarían mayor maldad, pero también más inteligencia) que es muy bueno usarlo, porque, obviamente, es lo que se lleva. Todavía recuerdo cuando a Rodrigo Rato le dio por emplear la expresión «en términos de». Alambicada, pretenciosa, francamente prescindible. «El dato es digno de atención, en términos de eficacia económica», etc. Todo era «en términos de». Y, en cosa de nada, casi toda la babeante casta política y casi toda la babosa casta periodística pasó a hablar de todo «en términos de».

Lo que se impone, en suma, no es la ignorancia, aunque ignorancia hay, y a espuertas. Lo que se impone, por encima de todo, es la mendicidad mental. Los de abajo, lacayunos, serviles y rastreros, se acomodan a las formas de los de arriba –que son burros como ellos solos, y ahí es donde se junta todo– para sentir que son alguien.

A medida que lo voy pensando, me doy cuenta de que éste es un asunto que podría dar para una tesis doctoral. Lo que no sé es de qué rama académica sería el doctorado: ¿de Psiquiatría, de Sociología, de Ciencias de la Información? ¿Algo de tipo interdisciplinar?

Nota de edición: Javier publicó una columna con el mismo título en El Mundo: Indisciplinas interdisciplinares.

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Nota.– Estaba en la redacción de este apunte, allá por las 7 de la mañana, cuando me han llamado de Radio Euskadi para pedirme que me incorporara a la tertulia del magazine matinal. Lo he hecho, pero con este resultado: he acabado de escribir esto a las 10:15. Primum vivere, deinde philosophare!

Escrito por: ortiz.2006/12/19 10:15:00 GMT+1
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