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2006/03/16 06:00:00 GMT+1

¿Han entendido?

Desde que de adolescente me dio por leer «La risa», de Henri Bergson, siempre me ha atraído la consideración de los mecanismos del humor: por qué nos hace gracia lo que nos hace gracia, qué recursos pueden provocar nuestra sonrisa y cuáles nuestra risa –no son los mismos–, por qué algunas cosas nos hacen gracia a unos (o unas) y no a otros (u otras), etc.

Ese interés mío por el lado teórico del humor, meramente diletante, me ha hecho descubrir –supongo que muchos decenios después de que otros lo descubrieran mejor que yo– que hay un género específico de chistes cuyo mayor interés está en que revelan con aparente superficialidad, como quien no quiere la cosa, verdades que podrían figurar sin desdoro alguno en algún tratado de política, o de filosofía, o de psicología, o de psiquiatría, o de todo ello a la vez.

Oyendo las noticias sobre la oleada de inmigrantes sin papeles que están emprendiendo estos días desde Mauritania una angustiosa travesía hacia Canarias, me ha venido al recuerdo un viejo chiste que me llamó en su día la atención porque me pareció que encierra un pensamiento de genuina estrategia militar.

Supongo que no hará falta avisar que no veo que en la tragedia de las barcazas que navegan a la buena ventura desde Mauritania a Canarias haya el más mínimo aspecto cómico. Que lo único que me hace sonreír es el ingenio de la reflexión.

El chiste original, al que ya hice alusión hace tiempo en otro Apunte a propósito de otro asunto muy diferente (*), se refería al amago de guerra que hubo en los años 60 entre la URSS, entonces dirigida por Nikita Jruschov, y la República Popular China, a la sazón presidida por Mao Zedong. La excusa fue un conflicto territorial a las orillas del río Usuri, en Siberia. El chiste contaba que la guerra chino-soviética finalmente estallaba y que el primer día de contienda el Ejército soviético cogía un millón de prisioneros chinos. Seguía la ofensiva de las tropas soviéticas y al día siguiente capturaban diez millones de prisioneros chinos. Y continuaban, y al tercer día pillaban cien millones de prisioneros más. Y al cuarto, doscientos millones más. Al quinto día –finalizaba el chiste–, Nikita Jruschov recibía un telegrama de Mao Zedong con un texto muy lacónico. Decía: «¿Ha entendido? Ríndase.»

Lo que me ha llevado a acordarme de aquella humorada de los años 60 es la evidencia de que cada vez llegan más y más inmigrantes a las costas canarias, y que lo hacen a diario, y que las autoridades españolas están tan desbordadas que ya no saben cómo hacer frente a esa realidad. He imaginado una situación en la que las pateras, barcazas y demás embarcaciones precarias trajeran sin parar miles y miles de inmigrantes a todas las costas soberanas de la UE: a Canarias, a Andalucía, a Italia, a Portugal. Cien mil al día. O más. Todos los días.

Al cabo de un mes, la UE podría recibir del Tercer Mundo un telegrama que dijera, lacónicamente: «¿Han entendido? Ríndanse.»

Y tendría que rendirse.

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(*) Fue el 22 de noviembre de 2004. Gracias a la informática, ahora, cuando me repito, sé que me repito.

Escrito por: ortiz.2006/03/16 06:00:00 GMT+1
Etiquetas: canarias mauritania humor inmigración urss usuri mao-zedong ue jruschov bergson rpch | Permalink