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2007/08/30 03:00:00 GMT+2

Fuegos olímpicos

Me irrita cada vez más la hipocresía desbordada con la que los medios de comunicación tratan la muerte de los famosos, estructurales o circunstanciales.

Estoy más que dispuesto a creerme que los compañeros y amigos del futbolista del Sevilla Antonio Puerta estén realmente afectados por su fallecimiento, sobrevenido en circunstancias tan conmovedoras. Pero me cuesta mucho tomarme en serio –o, por decirlo claramente, me abochornan, cuando no me producen risa– los excesos poético-plañideros de algunos periodistas, como el que anteayer dijo en una radio, henchido de emoción impostada: «¡Suyo es ya el firmamento, donde podrá jugar a sus anchas!». Por un momento traté de representarme a un futbolista en el firmamento, sin oxígeno y esquivando meteoritos. Surrealista. Los hay capaces de decir lo primero que se les viene a la cabeza, con tal de que les parezca suficientemente efectista.

Con el fallecimiento de Francisco Umbral ha pasado tres cuartos de lo mismo. Vi (y oí) en CNN Plus a alguien de letras, no recuerdo quién –del grupo Prisa, eso seguro–, que soltó, secamente: «Umbral ha sido sobrevalorado». Metieron su afirmación a palo seco, como  avergonzados, sin incluir las explicaciones que a no dudar añadió el declarante. Haciendo excepción de lo que yo mismo he dicho en alguna radio, creo que ése fue el único juicio crítico audiovisual que ha merecido un personaje al que en vida despellejaron tirios y troyanos. (*)

Y ya que hablo de tirios y troyanos: casi no hay crónica periodística sobre los incendios que están asolando Grecia en la que no se deje constancia enfática de que «lo peor de todo» es la muerte de tantas o cuantas personas. Hecha sobre el terreno, por los próximos de las víctimas, esa afirmación tendría muchísimo sentido. Pero, formulada desde la distancia, no pasa de ser un tópico absurdo. A los periodistas españoles, salvo que concurran en ellos circunstancias muy particulares, no les supone ningún drama especial que haya en Grecia 50 o 60 griegos más o menos. Estoy seguro de que a muchos les importaría más que el fuego destruyera algún monumento clásico. Y, en parte, no les faltaría razón: los humanos somos capaces de reproducirnos con bastante rapidez, pero los templos y estatuas de la Grecia clásica no se renuevan con la misma facilidad.

¡Unas decenas de muertos! Aquí los tenemos todos los fines de semana en las carreteras y pasan poco menos que desapercibidos.

¿Llegará el día en el que nos decidamos todos a hablar de los muertos con el mismo desparpajo y la misma sinceridad que utilizamos para referirnos a los vivos? Supongo que no.

Nota de edición: Javier publicó una columna con el mismo título e idéntico contenido en El Mundo: Fuegos olímpicos.

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Rosa Díez

Allá por los tiempos del cierre del diario Madrid,  en 1971, un periodista le dijo en una conferencia de prensa a Antonio García Trevijano, que representaba a la parte perjudicada, que Emilio Romero había amenazado con «tirar de la manta». A lo que Trevijano respondió: «Pues si Emilio Romero tira de la manta, seguro que es para quedarse con ella».

Yo siempre he mantenido esa misma actitud de suspicacia hacia el desinterés de alguna gente.

Precisamente por ello, aposté ayer en Radio Euskadi a que Rosa Díez no dejaba su acta de eurodiputada. Parece que me he equivocado: dice que renuncia al puesto que ocupaba en el cementerio de elefantes políticos que es la eurocámara.

Ahora la cuestión es saber de qué espera vivir. Supongo que no lo fiará a sus esporádicas apariciones en algún programa de Telemadrid, y que tampoco pensará en regresar a sus antiguas labores administrativas en la UGT.

Admito que estoy intrigado. En todo caso, tuve suerte de que nadie aceptara mi apuesta.

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 (*) Como muchas veces he criticado a Umbral, y creo que con  razón, contaré algo de él que en su día me llamó la atención y que puede contribuir a que os hagáis una idea más cabal del personaje. A raíz de la muerte de Lola Gaos, que falleció en una situación económica calamitosa, fruto de su carácter intransigente y radical –empleo los dos adjetivos en el mejor y más admirativo de los sentidos–, escribí en El Mundo una columna contrastando las penurias de la actriz con la desenvoltura con la que algunos eran capaces de cobrar un millón de pesetas por dirigir un ciclo de conferencias en una Universidad de Verano a la que ni siquiera habían asistido, pretextando una gripe. Era una patada directa a Umbral, que acababa de hacer eso, tal cual. Sin embargo, cuando un cierto tiempo después le encargaron que escribiera una decena de artículos haciendo una especie de top ten del columnismo español, me incluyó en la lista, demostrando que, si me guardaba rencor, hacía eso exactamente: se lo guardaba.

 

Escrito por: ortiz.2007/08/30 03:00:00 GMT+2
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