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2007/02/22 07:30:00 GMT+1

Estar con las víctimas

Sostiene Ángel Acebes que ellos acudirán a la manifestación que ha convocado el próximo sábado en Madrid la AVT porque «el PP está siempre con las víctimas».  Eso es lo que dice (y sobre ello me propongo escribir hoy, de hecho), pero tampoco estaría de más que nos lo tomáramos con algunas reservas porque, por lo que me cuentan, en el PP empiezan a desconfiar de la contumacia convocante de Francisco José Alcaraz, cuyo desmedido afán por hacer carrera política les hace cada vez menos gracia. Creen que el presidente de la AVT está sometiendo a su base social más militante a una tensión excesiva de movilizaciones que, montada como está sobre la nada, puede acabar derivando en cansancio, si es que no en desánimo.

Pero dejemos de momento los problemas que amenazan a los jefes de la derecha española por culpa de su mala cabeza –por haberse puesto a imitar al Dr. Frankenstein– y centrémonos en el examen de la proclama que he recogido al principio de estas líneas: «El PP está siempre con las víctimas». Porque es mucha la gente que oye la música de la frase y le suena bien, lo que le mueve a pensar que es expresión de una actitud muy justa y muy loable.

En realidad, vista de cerca, se comprueba que no pasa de ser una frágil coartada.

En primer lugar: ¿qué es «estar con las víctimas»? Porque ese imperativo puede entenderse de diversos modos. Cabe «estar con las víctimas» en el sentido de apoyarlas, arroparlas y asistirlas moral y materialmente, lo que no sólo está bien, sino que es de elemental justicia. Nadie pone en duda la importancia de ese deber colectivo (salvo ETA, supongo, aunque su fuerte no sea la coherencia).

Lo que no otorga automáticamente ningún padecimiento, por grande e injusto que sea, es clarividencia política. Nadie, por el hecho de haber sido víctima del terrorismo, tiene garantizada ni la infalibilidad de sus análisis ni la adecuación de sus propuestas.

Antes al contrario. Hace años, un famoso penalista me habló de lo inconveniente que resulta, véase lo que se vea en algunas películas estadounidenses, que el acusado de un delito, por muy versado que esté en leyes, asuma su propia defensa ante los tribunales. «Corre el constante riesgo –me dijo– de que la pasión le ciegue, de centrarse en aspectos que él ve como esenciales para su honor y buen nombre, pero que son perfectamente secundarios en la causa, de perder la calma y obnubilarse ante las acusaciones…». Lo tenía muy claro: «Yo, desde luego, si alguna vez tuviera que sentarme en un banquillo, contrataría a un buen abogado y, si bien le diría cómo veo las cosas y qué línea de defensa me parece la mejor, le daría plena libertad para obrar según su criterio».

Algo muy parecido cabe decir de las opiniones y opciones políticas de las víctimas del terrorismo. Es más que probable –y muy comprensible, por supuesto– que el trauma que arrastran condicione de manera decisiva su visión de la realidad y no les permita mantener la ecuanimidad y la ponderación que son necesarias para la buena conducción de los asuntos públicos. Nadie puede reprocharles que sientan un enorme deseo de venganza; no obstante, es fácil entender que una sociedad sana no debe tener como principal criterio rector la búsqueda de la venganza.

Pero es que, además, y aun en el caso de que fuera imperativo que nos sujetáramos al diktat político de las víctimas, ¿cómo podríamos hacerlo, si las propias víctimas tienen planteamientos contradictorios? Estos días hemos visto un ejemplo muy claro de ello: Mikel Buesa, hermano de Fernando Buesa, que fue asesinado hace siete años tal día como hoy, asume en público los postulados del PP, en tanto Natividad Rodríguez, viuda de ese mismo dirigente socialista alavés, critica duramente los planteamientos del PP, al que acusa de tratar de manipular a las víctimas. ¿A cuál de los dos habría que respaldar para «estar con las víctimas»?

En cierta ocasión oí a un dirigente del PP responder a esto diciendo que ellos estaban con la AVT porque es la asociación de víctimas de ETA con más afiliados. Pero ese argumento se vuelve en su contra cuando se trata de las víctimas de los atentados del 11-M, que no son menos víctimas que las de ETA (o que las de los Comandos Autónomos Anticapitalistas, que suelen ser inadecuadamente  contabilizadas como víctimas de ETA). En el caso de los afectados por la matanza del 11-M, el PP ha tomado partido por asociaciones minoritarias, porque no quiere ver ni en pintura a la encabezada por Pilar Manjón.

Lo cual revela que no apoya incondicionalmente a las víctimas, sino sólo a las víctimas que asumen sus planteamientos políticos. Es decir, que se respalda a sí mismo, víctimas mediantes.

Quod erat demostrandum *, que decían los euclidianos.

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(*) Literalmente: «Lo cual era lo que debía ser demostrado». Suele traducirse más coloquialmente por «…que es lo que se trataba de demostrar». (Prosigo en mi empeño de rescatar bonitos latinajos.)

Escrito por: ortiz.2007/02/22 07:30:00 GMT+1
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