Inicio | Textos de Ortiz | Voces amigas

2007/09/24 05:45:00 GMT+2

Entre bambalinas

Llevo varios días ejercitándome en la escritura de columnas de algo menos de 1.800 caracteres, espacios incluidos, que son los que tendrán los artículos que voy a sacar a diario en Público a partir de pasado mañana. Como quiera que llevo muchos años dedicándome a hacer columnas de un tamaño bastante mayor (las de El Mundo tenían algo más de 2.800 caracteres), he de reciclar mis hábitos.

Cuando me planteé esa reconversión, me puse trascendente y recordé el lema que Bertolt Brecht tenía puesto en la pared de su estudio, a modo de consigna: «La verdad es concreta». Me dije: «Evita enrollarte y ve directamente al meollo del asunto». Pero, a medida que he ido escribiendo columnas del nuevo tamaño, para ir practicando, me he dado cuenta de que lo que me hace falta no es sintetizar más, sino abarcar menos. Dividir la realidad en parcelas más chicas. Mis columnas de El Mundo figuraban en una sección llamada «Zoom» (*). Lo que he de hacer ahora es ajustar mi zoom al encuadre que me piden. Eso ofrece una ventaja: al centrar la mirada en un espacio más concreto de la realidad, dejaré disponibles muchos otros aspectos de los asuntos que trate, lo que no me vendrá nada mal, puesto que voy a escribir todos los días.

Yo no sé cómo abordan su trabajo otros columnistas. Con alguno he hablado de ello de manera tangencial en alguna ocasión. Hubo uno que me preguntó, en un acto de ésos a los que por lo general no voy, en plan de famoseo, copas y canapés: «Y tú, Ortiz, ¿cuánto tardas en escribir una columna?». «Depende», le respondí. «Por lo general, unas dos horas. La mayor parte la dedico a argumentar lo que pretendo explicar, pero reservo un buen tiempo luego para la corrección, porque me gusta que parezca que está escrito de una tacada». «¡Qué barbaridad!», exclamó el hombre. «¡Yo las liquido en un cuarto de hora!». No pude callarme. «Se nota», le dije.

Quizá a partir de ahora tarde algo más, incluso. Porque, como me enseñó mi maestro Robert Escarpit (**), si quieres ahorrar tiempo a quien te lee, tienes que gastarlo tú.

________

(*) No escogí yo el cintillo. Fue cosa de Manuel Hidalgo, que me antecedió en la jefatura de la sección de Opinión de El Mundo. Supongo que, de haberme correspondido la elección, habría preferido alguna palabra que figure en el Diccionario de la Lengua Española. De todos modos, tampoco me incomodó nunca. Para mi rincón en Público he seleccionado un lema que ya usé en tiempos juveniles para una serie de columnas de prensa: El dedo en la llaga. Luego he comprobado que hace algunos años salió una película que llevaba ese título. Me da igual: yo lo vi primero.

(**) Robert Escarpit (1918-2000), columnista y maoísta ultraheterodoxo girondino, fue el genial consagrador del género periodístico llamado billete o recuadro, que es como los periodistas solemos llamar a los artículos de opinión brevísimos, de apenas seis u ocho líneas. Él lo publicaba a diario en la primera página de Le Monde bajo el epígrafe Au jour le jour («El día a día»).  Ha tenido muchos imitadores, pero ninguno ha alcanzado nunca, ni de lejos, su maestría, como demuestra a diario Antonio Gala. Escarpit, que hablaba un castellano más preciso que la mayoría de los españoles, fue mi decano en el Instituto Universitario Técnico de Burdeos, donde di en estudiar periodismo a comienzos de los setenta, y trató de orientar mis pasos. Sin éxito, como es obvio. Me gestionó una beca muy generosa, por lo que le estaré eternamente agradecido.

Escrito por: ortiz.2007/09/24 05:45:00 GMT+2
Etiquetas: periodismo brecht el_mundo público columnismo manuel_hidalgo 2007 apuntes | Permalink