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2006/01/09 06:00:00 GMT+1

Alonso se pasa de frenada

Tras el macropuente de la Inmaculada Constitución, hace un mes, el ministro del Interior, José Antonio Alonso, se ufanó públicamente del descenso de víctimas mortales registrado durante ese breve periodo de vacaciones con respecto a las contabilizadas el año anterior. Atribuyó tal evolución positiva —entre otros factores, pero de modo muy enfático— a la eficacia de las campañas publicitarias oficiales.

Como quiera que estoy firmemente persuadido de que las campañas de ese género no sirven para nada, aquellas declaraciones del ministro me dejaron con la mosca detrás de la oreja.

Hoy leo los datos sobre las muertes en accidente contabilizadas en las carreteras españolas durante las vacaciones navideñas recién concluidas: 32 más que en 2005 (*). ¿Qué habrá sido de la tan eficaz publicidad de la DGT?

Las autoridades del ramo están avanzando ya algunos elementos de explicación. Dicen, en particular, que en 2005 hizo tan mal tiempo que mucha gente renunció a viajar en coche, cosa que no ha sucedido este año. Puede ser. Pero ¿por qué el ministro se atribuye méritos cuando los datos son favorables y se lava las manos cuando resultan negativos?

Es verdad que en los últimos años se está produciendo un cierto descenso de la siniestralidad en las carreteras españolas. Se debe, en lo esencial, a la mejora de la red viaria y a la modernización del parque automovilístico. Los coches actuales no sólo son mejores y más seguros, sino que incluyen en creciente proporción elementos que fuerzan a los conductores a comportarse de manera más civilizada (a atarse el cinturón de seguridad, a hacer pausas de reposo cada tantos kilómetros, etc.). ¿Ha contribuido la DGT de algún modo a esa discreta evolución positiva? Cabría discutirlo. En todo caso, si lo ha hecho no ha sido a través de sus anuncios televisivos. No es que sus spots sean malos; es que la naturaleza humana no se cambia con publicidad. Durante estas vacaciones he recorrido más de 2.000 kilómetros. He visto hasta el aburrimiento las mismas imprudencias de siempre: a los mismos capullos de siempre pegándose al coche precedente para obligar a su conductor a dejarles adelantar, a la misma cantidad de bobos con su telefonito móvil pegado a su orejita boba, a los mismos utilitarios lanzados a 170 kilómetros por hora... ¿Será gente que no ve la televisión? Seguro que no. Es gente impermeable a los anuncios con mensaje. (**)

Los datos objetivos refuerzan mi convicción: el Ministerio del Interior se gasta todos los años un pastón en publicidad, aparentemente destinada a sembrar la carretera de conductores sensatos pero sin más objetivo real que el de cubrirse las espaldas dando la sensación de que hace algo. Para disimular que forma parte de un Gobierno que fomenta el transporte individual, que mima la industria del automóvil y que no procura la mejora del transporte público como alternativa eficaz a la hora de los desplazamientos largos.

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(*) Los datos abarcan hasta las 20:00 horas del domingo 8. No incluyen, por tanto, las muertes que se produjeran desde las 20:00 hasta las 24:00. Conviene recordar igualmente que la estadística oficial sólo reconoce como muertes de tráfico las que se producen en las 24 horas posteriores al siniestro. A quienes tardan más en morir se les deja fuera del cómputo.

(**) A lo que no creo que sea insensible es a los palos. Y a lo mejor se los dan, a la larga. No descarto la posibilidad de que las carreteras hayan estado estas Navidades llenas de coches de la Guardia Civil de Tráfico sacando fotos de todos esos desmanes para poner muchas multas dentro de dos o tres meses. Pero, en todo caso, si estaban allí lo hacían desde la más estricta clandestinidad. Apenas he visto en todo mi largo recorrido ni motoristas ni coches patrulla, cuya presencia —ésa sí— tiene un efecto disuasorio fulminante.   

Escrito por: ortiz.2006/01/09 06:00:00 GMT+1
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