Películas de Estreno

PIEDRAS
El declive del hombre heterosexual



Cartel de la película



FICHA TÉCNICO-ARTÍSTICA
Título Original: Piedras
España. 2001. 134 min.
Dirección y Guión: Ramón Salazar
Producción: Luis García
Fotografía: David Carretero
Montaje: Teresa Font
Música: Lucio Godoy
Vestuario: Estíbaliz Markiegi
Intérpretes: Najwa Nimri, Antonia San Juan, Vicky Peña, Ángela Molina, Mónica Cervera, Daniele Liotti, Enrique Alcides, Rodolfo de Souza





            El joven Ramón Salazar se dio a conocer a partir del cortometraje Hongos, en el que daba cuenta de una divertida y original historia protagonizada excelentemente por Mónica Cervera. Aquel rotundo éxito le ha allanado el camino para realizar su ópera prima, Piedras. Seleccionada, como fue, para la sección a competición del Festival de Berlín de 2002, esta película contiene, prácticamente a partes iguales, dosis de buen cine y momentos que más vale la pena olvidar. Y es una lástima que los contras con los que cuenta la película puedan, ya en el recuerdo, con los numerosos pros que encontramos en ella. Piedras arranca con la presentación de cinco diferentes tipos de zapatos, correspondientes a las cinco mujeres que forman el eje del film. Con este particular, divertido y muy conseguido planteamiento inicial -lástima que luego lo abandone- Salazar teje todo un entramado de historias interrelacionadas sobre el conjunto de vivencias de esas cinco mujeres. Unas vidas que giran en torno a otros tantos hombres, por los que gozan y sufren, lloran y ríen.

Fotograma de la película
Mónica Cervera, una de las protagonistas de Piedras, en una escena del film

            El argumento de Piedras está tan descentralizado que se hace difícil sintetizarlo de alguna manera. Lo que Ramón Salazar intenta contarnos son vivencias de mujeres que, de una forma u otra, son maltratadas, malqueridas, engañadas o abandonadas por hombres, heterosexuales claro. Las relaciones personales y la (auto)destrucción de quienes no saben, no pueden o les es difícil amar, forman el epicentro de todos los aparentemente inconexos relatos, que abren un amplio abanico de situaciones y muestran diferentes perspectivas –pero con un mismo denominador común algo repetitivo– con las que se intenta encandilar al espectador. Capítulos que parecen rodados por separado, pues Salazar no consigue enlazarlos con igual suerte, quedando alguno de ellos bastante desequilibrado. Ni siquiera es capaz de darles a todos ellos la misma intensidad, ni logra que su narración atraiga uniformemente. Aquí es donde aparece ese terrible desacierto con el que suelen contar las óperas primas: una abundancia de información, provocada por unas inmensas ganas de contar demasiadas cosas, que el director no logra filtrar adecuadamente. No le ayudan mucho el plantel de actrices que le acompañan, y sólo Vicky Peña –sin desmerecer al resto, pero lejos de conseguir unas interpretaciones geniales– hace un papel con plena seguridad, haciendo gala de una desenvoltura propia de una gran actriz. Salazar, pues, nos presenta una película sin duda interesante, pero con demasiados cabos sueltos, a la que le sobran escenas por un tubo –se podía haber ahorrado alrededor de treinta minutos- y en la que se nota un personal y bienvenido toque ácido, pero dejando también que se le note esa mirada sesgada que tiene sobre la vida que, no lejos de ser horrible sino más bien irónica y atrevida, deja al hombre heterosexual casi por los suelos, muestra una imagen deteriorada y poco convencional de las relaciones heterosexuales y regala a las relaciones homosexuales el patrón de la estabilidad y la felicidad. Una vuelta de tuerca que, desgraciadamente, no plasma con acierto en la pantalla.


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