A finales de agosto del 2003, el diario Berria publicó una interesante entrevista entre dos poetas de mundos y generaciones distintas. Kirmen Uribe, vasco de Ondarroa y recién entrado en la treintena. Elizabeth Macklin, neoyorquina recién entrada en la cincuentena. El entrevistador fue Harkaitz Cano. Interesante para romper algunos tópicos sobre los vascos y los yanquis. (Traducción: Mikel Iturria).

 

Elizabeth Macklin: “Ser original no es ningún reto; estar atento, sí”

 

Kirmen Uribe: “Los vascos cogemos de fuera lo que no tenemos en nuestra pequeña cazuela”

 

Elizabeth Macklin (1952). Nacida en Poughkeepsie (Nueva York). Tras cursar estudios de Lengua Española y Literatura en la Universidad SUNY de Postdam, se trasladó a Nueva York y trabajó durante veinticinco años en la conocida revista The New Yorker. Se ha dedicado a la traducción y al ensayo y ha sido editora; sus poemas, críticas y ensayos se han publicado en Paris Review, Poetry, The New York Times, Open City, entre otros. Es autora de los libros de poesía A woman kneeling in the Big City (1992) y You´ve just been told (2000). Actualmente es editora freelance y, entre otras cosas, se dedica a traducir libros del euskera al inglés para ser publicados en la colección The Basque Literature Series. Comenzó a aprender euskera el año 1999.

 

Kirmen Uribe (1970). Nacido en Ondarroa. Licenciado en Filología Vasca, estudió literatura comparada en Italia. Ha trabajado como profesor, traductor y guionista, entre otros. Tras recorrer la geografía vasca con el espectáculo Bar Puerto, publicó en 2001 el exitoso poemario Bitartean heldu eskutik. No son pocos los cantantes vascos que han musicado sus poemas. El pasado mes de marzo, de la mano de Elizabeth Macklin, estuvo en Nueva York con el audiovisual Zaharregia, txikiegia agian. No será su único viaje: la próxima semana viaja a Eslovenia y tiene la intención de volver a Nueva York el próximo mes de octubre, siempre con la poesía como excusa. Está acabando un disco-libro, así como una novela para el público juvenil.

 

Harkaitz Cano.

 

Elizabeth Macklin y Kirmen Uribe mantienen una relación de amistad. Mientras aprendía euskera, Elizabeth conoció a Kirmen a través de los textos que éste publicaba en Euskaldunon Egunkaria. Como en muchas historias, la casualidad los juntó: en el euskaltegi Lizardi de Bilbao, Elizabeth se topó con la hermana de Kirmen y comenzaron una relación a través del e-mail. Ambos poetas tardaron un año en conocerse. Luego, Elizabeth tradujo los poemas de Kirmen y los envió a varias revistas. The New Yorker publicó el poema  “Maiatza”... Hemos obligado a Elizabeth a hacer novillos en el barnetegi de Lazkao y nos hemos juntado en el salón de un hotel que, por razones de seguridad, no nos ha servido café. Y es que la Orquesta Sinfónica de Israel se hospeda en ese hotel y, según parece, el café es peligroso.

 Luego dirán que en los EUA son paranoicos con las cuestiones de seguridad..

 

Nueva York-Ondárroa, de la mano de Duchamp

 

HC: Decía Duchamp que lo único que Norteamérica había aportado al arte eran sus puentes y su sistema de cañerías... ¿Cómo responderías a tamaña provocación?

 

Elizabeth: Tendría razón, seguramente. Porque Marcel Duchamp vivió en Nueva York, en la misma calle donde yo vivo, la 14. Y os puedo asegurar que lo de las cañerías no es ninguna tontería...

 

HC: ¿Por qué tienen tan mala prensa los norteamericanos? El tópico los presenta como gente sin cultura, esclavos del pragmatismo y del dinero, y eso no es así...

 

Kirmen: Todo consiste en donde pongas el foco. Entre nosotros, hay una actitud sistemática contraria a los EUA, no contra su gobierno, sino contra toda la sociedad, y eso se extiende a la cultura y a otros ámbitos. En la vida, los matices son muy importantes y yo me enfado al ver posturas tan duras contra los EUA. Tienen razón en cuanto a sus dirigentes políticos, pero eso no quiere decir que todo lo que se hace allí sea malo o que todo el mundo sea imbécil... Luego, paradójicamente, nuestra sociedad quiere ser como aquella. Nueva York tiene más encanto desde fuera que desde dentro.

 

Elizabeth: Eso cambia mucho dependiendo de la familia, del lugar en el que hayas nacido... Es cierto que, por ejemplo, en la llamada América Profunda, antes de Internet, era muy difícil hacerse con algunos libros, tener determinada información... Eso ha cambiado mucho en los últimos años. Cuando era niña, tuve mucha suerte con mi madre y los amigos de mi familia, porque me abrieron muchas ventanas al exterior: tenía cerca personas que iban a México y al extranjero, por lo que pronto me di cuenta de que había otros idiomas y otras formas de ver el mundo... Vivíamos en el estado de Nueva York, en un pequeño pueblo. A nosotros nos dijeron que la ciudad de Nueva York daba miedo... Era responsabilidad de nuestros padres no dejarnos ir a la ciudad.

 

HC: En Nueva York hay una radio pública que varias veces al año interrumpe su programación, abre los micrófonos y solicita dinero a sus oyentes. “Si realmente queréis que seamos independientes y públicos, necesitamos vuestro dinero, amigos...”. Recaudan mucho dinero de esta forma. No es esa la imagen que nosotros tenemos de los Estados Unidos...

 

Elizabeth: Es lo mismo que ha sucedido en el País Vasco con Berria, por ejemplo.

 

HC: ¿Qué es lo que tiene Nueva York para atraer tanto a la gente?

 

Kirmen: Es como una especie de antiguo Faro de Alejandría, algo que te pide ir allí. Y no es sólo Nueva York. Yo siempre he sido anglófilo, las historias que se oían en mi casa tenían que ver más con Inglaterra que con Francia o cualquier otro país. Mi padre faenaba en los mares de Escocia e Irlanda y nos contaba historias de allí: cómo le llevaron a Londres acusado de pescar ilegalmente y cómo habló en euskera en aquel juicio ante los ingleses, con la ayuda de un traductor. En todos los puertos, lo que venía de fuera y lo moderno provenía del mundo anglosajón...

 

Elizabeth: Cuando vinisteis de Nueva York, dijisteis en una entrevista que allí nadie os había preguntado por qué, sabiendo castellano, escribíais o cantabáis en euskera... Nueva York es diferente. Las grandes empresas estadounidenses saben que las campañas de marketing hechas allí no valen para el resto de los EUA. Me encanta esa diferencia, la de una ciudad que está en la frontera...

 

Kirmen: Que tiene mil fronteras...

 

Elizabeth: Claro. Esa situación es muy bonita. La gente está en la frontera y hay una apertura hacia lo que te llega. Si vives en una comodidad continua, no hay tal actitud.

 

Kirmen: Esa es precisamente una de las ventajas de los vascos. Se mezclan, y se han mezclado, muchas tradiciones. Esto siempre ha sido un lugar de paso, aunque demos la impresión de un pueblo que vive fortificado. Los vascos somos una pequeña cazuela, pero más vale esto que una grande. Las tradiciones que tenemos por encima y por debajo son grandes y no consiguen tirar para adelante con ese peso... Pero los vascos miramos hacia fuera y tenemos la oportunidad de coger allí lo que no tenemos en nuestra cazuelita.

 

Carver abriendo ventanas

 

Elizabeth: La primera vez que traduje un poema de Kirmen, vi que se refería a Carver... Me sorprendí que de toda la gran oleada de los EUA llegara a vuestros oídos alguien como Raymond Carver... ¿Cómo llegaste tú a ese escritor?

 

Kirmen: En la tradición vasca, nos hemos preocupado demasiado de crear un idioma culto y ese idioma ha envejecido, está a gran distancia del habla contemporánea. Hemos sido un pueblo que continuamente ha pretendido crear un nuevo lenguaje poético. Y es importante bajar a la lengua popular. Aresti se dio perfecta cuenta de ello, que había una tradición, por ejemplo, en los bertsos viejos y en el mundo del bertsolarismo, que era claramente un modelo de escribir poesía. Puede que en nuestra tradición le hayamos dado demasiada importancia al idioma y no tanto al mismo poema. Por ello, la lectura de escritores como Carver, cuando nuestros referentes juveniles son los escritores de tradición española, es como beber agua pura y cristalina, como abrir las ventanas en invierno, porque entra aire fresco...

 

HC: Yo te haría la pregunta al revés, Elizabeth: ¿cómo encontraste el euskera y cómo te topaste con Kirmen Uribe?

 

Elizabeth: Me encontré con Kirmen en 1999, en el proceso de aprendizaje del idioma. Pero la primera vez que tuve ganas de aprender euskera, fue en un momento en el que era imposible: en 1972. Estuve estudiando un año en Madrid y en nuestra cuadrilla había un bilbaíno, un donostiarra... Aprendí tres o cuatro palabras: eskerrik asko, bai, ez... Beteta nago... –¡la gastronomía siempre en medio!- Y puede que alguna canción... Pero me dijeron: “¡No cantes esto en la calle!”. Me produjo curiosidad no poder hablar ese idioma.

 

HC: Pero luego pasaron más de veinticinco años hasta que tomaste la decisión de aprender euskera... ¿Puede durar tanto la fascinación por una canción?

 

Elizabeth: Me pasé un año escribiendo poesía gracias a una beca. Pensé en utilizar ese tiempo para aprender euskera. Corría el año 1999 y me vine para Bilbao... En cierto modo también fue una casualidad venir al País Vasco... En un principio se me pasó por la cabeza ir al Machu Pichu, pero me enteré de que estaban en guerra... Y aquí, justo entonces, eran los tiempos de la tregua. “Vámonos”, me dije para mí. Era la curiosidad, un antojo, no sabía qué me iba a topar. No podía prever lo que sucedió luego: el idioma entró en mi vida y, por qué no decirlo, me enamoré de él. Fue algo muy productivo y enriquecedor para mí. Por ejemplo, el primer curso, en el euskaltegi Lizardi AEK, llegamos al tema “familia” coincidiendo con el aniversario de la muerte de mi madre y todo se unió de alguna manera: la vida, las voces del euskera...

 

El dilema del cordón umbilical

 

HC: Los dos habláis de la familia en vuestros poemas: la madre, el abuelo... ¿Hay en la poesía una tendencia a liquidar las deudas con la generación anterior o a expresar esa relación, una unión con el pasado?

 

Kirmen: Mira, recientemente he visitado una torre de la Edad Media. Había oído que dos mil soldados rodearon esta fortaleza y que otros ochocientos la protegían allá en el siglo XV. Era una guerra entre dos nobles y todo comenzó por un mal gesto de uno de ellos. Me pareció muy vasco. Lo del orgullo por un lado y lo del gesto por el otro. Siempre esperamos gestos. Incluso en política, siempre queremos ver rastros o símbolos que nos permitan dar una solución a lo nuestro... ¿Cómo fueron capaces de luchar por un mal gesto? Había por allí un joven de 15 años, pero no le daba ninguna importancia a la historia, no hacía más que repetir “qué viejo es esto”. No veía más que un viejo caserío. Ni por asomo aquel pasado bello y vil. La cosa es que tenemos que hacer habitable esa vieja torre, ahí está la clave tanto en la poesía como en la vida misma.

 

HC: Según he leído, en 1993, aprovechaste una beca para pasarte una temporada investigando los papeles de tu madre...

 

Elizabeth: Pasé una temporada en el pueblo de su familia, Northfield, Minnesota, el año posterior a la muerte de mi madre. Después de bautizarme allí, no regresé hasta que cumplí 16 años. Sin embargo, en todos esos años, mi madre, aunque fuera a través de la distancia, logró que yo tuviera una relación con su familia gracias a fotografías y a llamadas telefónicas para felicitar los cumpleaños. Le costó, claro. En Poughkeepsie no conocía a nadie y tenía morriña. Cuando murió mi madre, entre sus cosas, encontré un diario de mi abuela...

 

HC: Sería algo emocionante.

 

Elizabeth: ¡Figúrate! Recoge en su diario el día en que conoció a mi abuelo... Era extranjero, alemán, y la familia de mi abuela intentó poner impedimentos. Es extraño, pero hasta los 35 años no supe que tengo familia alemana... En la cultura de allí no se da importancia a estas cosas. Estar rodeada de las cosas de mi madre era una forma de estar con ella y eso me enseñó algo. Aprendemos del pasado. No hay forma de aprender del futuro... ¿Cuánto tiempo ha pasado tu familia viviendo en Ondarroa?

 

Kirmen: La tira. Es una familia de pescadores de toda la vida.

 

Elizabeth: Nosotros, por el contrario, hemos sido nómadas...

 

Kirmen: A mí el concepto de la casa, eso de quedarse en casa, me da algo de miedo: la casa también tiene un punto de cerrazón. Además, en eso de salir de casa, resulta llamativo comprobar cómo en la tradición vasca está mal visto el hijo que abandona el hogar. Por ejemplo, en las baladas, si ha habido un crimen, el asesino siempre será el hijo que se ha marchado de casa, porque está intoxicado de alguna manera: el estudiante, el que ha ido a Salamanca... No es de fiar...

 

Elizabeth: ¡Es lógico, porque no está allí! ¿Cómo no va a ser sospechoso?

 

Poses y triquiñuelas

 

HC: Muchas veces se le acusa al artista de pretender ser original a toda costa... ¿Hasta qué punto no hay algo de pose en los escritores?

 

Kirmen: Todos los escritores han de ser originales de alguna manera, porque de lo contrario la literatura no avanza. Un libro ha de ser forzosamente algo nuevo y ha de esconder una sorpresa en su interior....

 

Elizabeth: A mi entender, el hecho de ser original no es ningún reto especial. Y es que no has existido previamente, eres una persona nueva y única. El reto es otro: el de estar atento. También has de ser valiente. Aunque te sientas impostor... ¡Adelante! Haz bien esa impostura y no tengas miedo de tu nivel social o de tu educación. Al contrario, entra en el papel del impostor con todas las de la ley. Por eso estoy totalmente de acuerdo con la tesis de Atxaga sobre el plagio: utiliza lo que tengas que utilizar y punto.

 

Kirmen: Es fácil crear escuela... ¡o todo un partido! Es lo más fácil. Sin embargo, es conveniente evitar tales cosas.

 

HC: Hoy en día todo se hace deprisa y corriendo. Incluso la literatura. ¿Cómo vivís eso? Resulta difícil explicar a la gente que te has pasado ocho años con un libro de poesía...

 

Elizabeth: Nueva York, claro, es uno de los sitios más apresurados. Y como yo no quiero ir deprisa, tengo una frase para cuando me preguntan en los cócteles literarios en qué ando metida: “Estoy en el tercer año de un proyecto a diez años vista...”. Hay algunos escritores que ya me han copiado la fórmula.

 

Kirmen: Hay una palabra que le gusta mucho a Elizabeth: “lasai” (tranquilo).

 

Elizabeth: A la última de las lecturas que hicimos en Nueva York, llegamos dos horas tarde. Todo el mundo estaba un poco nervioso... Lasai es una especie de palabra-clave. Creo, además, que es onomatopéyica, porque cuando la pronuncias hay algo de terapéutico: “la-sai...”

 

Kirmen: Pizarnik decía que escribía un poema como si lo pintara: escribía y ponía la hoja en la pared, y se quedaba mirándola, mirando las letras. Cambiaré esta letra, esta otra... Me gusta ese tiempo. Y, por otra parte, también me encanta que un libro de poesías tenga muchos sentidos y tiempos...

 

Elizabeth: Muchas contradicciones pueden juntarse en un libro de poesías...

 

Kirmen: Y eso soluciona los dos principales problemas de la novela: uno, porque siempre me ha parecido muy problemático eso de tener que poner las acciones una detrás de otra... Y el segundo problema es el de la ficción... La creación de una trama siempre quiere decir que tienes que hacer uso de alguna triquiñuela. Y es cierto que en la poesía también se usan, pero a mí no me gustan los poemas que tienen truco. La trama, por el contrario, siempre tiene ese truco: cuando se le quita la trama a un cuento, se convierte en un poema y a eso también le da una solución la poesía... A mí me encanta la ficción, pero me parece muy difícil hacer trabajos de ficción. Has de ser un escritor experimentado, muy bueno, y todavía no me he atrevido a meterme en esas aguas...

 

HC: Me resulta extraño oír eso. Muchos novelistas dicen lo contrario: que preferirían dedicarse al sublime arte de la poesía, pero que como no saben hacer otra cosa, hacen novelas, trabajos artesanales...

 

Kirmen: A mí me parece muy difícil hacer buena ficción en estos tiempos tan ligeros. Además, muchas veces es el cine el que se arroga ese papel.

 

Traducción: puente y aprendizaje

 

HC: Ambos os habéis dedicado a la traducción. ¿Qué le aporta a un escritor hacer de traductor?

 

Elizabeth: Para mí, traducir del euskera al inglés es, ante todo, una forma de entender los poemas. Dentro del proceso de traducción, me encuentro con preguntas continuamente.

 

Kirmen: La traducción es una buena forma de que un joven escritor aprenda. Leer en inglés a Silvia Plath “soy vertical, pero preferiría ser horizontal” y ponerlo en euskera, te ayuda a afinar tu mano y tu cabeza. Cuando haces ese ejercicio con poetas diferentes, sus almas permanecen en tu cabeza peleando entre sí, y siempre le preguntas a alguno de los escritores que hay en tu interior cómo finalizaría este o aquel poema... Tener en tu cabeza a esos escritores te ayuda mucho a la hora de escribir tus poemas.

 

HC: Desde siempre ha habido una tendencia a unir poesía y canción. Ahora también se ha fortalecido ese movimiento llamado Spoken word. ¿Si el lector no acude a la poesía, es el poeta quien debe ir a por el lector?

 

Elizabeth: Muchas veces es difícil escuchar el fondo de una poesía en esos ambientes, cuando escuchas una poesía en un recital. Pero si se hace bien, en algún homenaje, si se leen convenientemente poemas en recuerdo de un escritor, la gente se queda con ese poema. En la poesía tenemos la oportunidad de meternos en la conciencia de muchas personas.

 

Kirmen: Me parece que el libro ha sido sacralizado como formato: es bello, pero no es único. La poesía vive dentro y fuera de los libros y esa realidad no debe dejarse al margen. Hay ganas de ir a espectáculos y de escuchar: la gente acude a las audiciones, oye poesía y disfruta con ello. Los recitales no son meros instrumentos para que la gente lea poesía, muchas veces son la última estación.

 

HC: Muchos dicen que la poesía es de otro tiempo, pero luego todos le quitan el polvo a un viejo poema de Bertolt Brecht para leerlo en las manifestaciones contra la guerra.... ¿Sirve para algo?

 

Elizabeth: Hay un libro de un escritor neoyorquino sobre la pérdida de los idiomas: “en tiempos de guerra, los idiomas se pierden / se reduce el vocabulario...”. Y termina diciendo: “estamos en guerra...”. Por medio de la traducción, tenemos la oportunidad de recuperar el idioma.

 

Kirmen: El poeta israelí Yehuda Amijai decía que todo el mundo utilizaba sus poesías para felicitar a otras personas, para hablar con el vecino de no sé qué, para mandarse mensajes políticos, para cualquier cosa. Era feliz por ser útil. Tenemos necesidad de poetas así, de palabras que nos unan.

 

[Original en euskera: http://www.berria.info/testuak/macklin-uribe.php]

 

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