Alumnos presos de la UPV: otra vuelta de tuerca

 

–Francisco Letamendia–

 

Este artículo fue publicado por el diario Deia el 15 de mayo de 2003. Para quienes sólo hayan tenido noticia del asunto al que se refiere a través de los medios de comunicación de ámbito estatal, la realidad descrita por Francisco Letamendia y sus argumentos pueden representar un buen punto de referencia... y la enésima prueba de cuan generosos frutos puede reportar la manipulación informativa.

 

La remisión al Congreso de un proyecto de ley por el que se impedirá a los presos seguir cursando sus estudios en la UPV‑EHU es un compendio de las recetas del Gobierno del PP respecto a lo vasco: justicia degradada al nivel de la venganza, tanto más cruel cuanto que se ejerce contra un colectivo indefenso como es el de los reclusos; elevación de un reducido número de personas, en este caso los profesores de la UPV informantes/denunciantes, a la categoría de seres omniscientes e infalibles cuyas declaraciones tienen poder de prueba, y cuyos intereses, considerados la quinta‑esencia de la democracia, la racionalidad y la ética, deben ser ejecutados, si fuera preciso como lo es en este caso con ayuda de la fuerza coercitiva de los tres poderes del Estado; por último, desvalorización como sospechosos de los restantes ciudadanos vascos así como de las instituciones vascas en este caso las académicas, cuyas razones deben ceder ante los más nimios deseos de esa élite sacralizada por medios de comunicación y aparatos del Estado.

Si se confrontan las ampliamente difundidas informaciones de esos profesores sobre los privilegios de los alumnos presos con la realidad, nos encontramos con el escenario exactamente inverso: materiales docentes llegados muy tarde, en fechas cercanas ya a la época de exámenes; obstáculos a las tutorías; profesores vetados por supuestas "razones de seguridad"; dificultades creadas por el personal de prisiones...

Me detendré en un dato facilitado por el equipo rectoral del que no tenía conocimiento, el de los porcentajes de las asignaturas aprobadas por estos alumnos. El hecho de que se sitúen netamente por debajo de la media desmiente taxativamente el supuesto trato de favor: 66% de aprobados en Bellas Artes frente al 80% de media; 43% en Periodismo frente al 82% de media; 50% en Psicología frente al 77% de media... Pero es que además estos datos contradicen mi experiencia como profesor evaluador de los exámenes de estos alumnos, y me hacen sospechar que, si alguna arbitrariedad ha existido a la hora de evaluarlos, ha operado justamente en sentido contrario.

En las clases presenciales de las universidades suele haber alumnos/as de vocación tardía, a los que los años suelen dan con frecuencia una capacidad de análisis y de reflexión por encima de la media, la cual se manifiesta en la calidad de sus trabajos. Éste es precisamente el perfil humano habitual de los alumnos presos, a cuya edad madura, superior a la del estudiante tipo, se suma otro incentivo sin duda poderoso: enfrascarse en los estudios universitarios les ayuda a sobrellevar una vida de gestos eternamente repetidos y de espacios siempre cerrados, y les permite disolver en el terreno de la imaginación, sean condenados en firme o presos preventivos, estén encarcelados por hechos relacionados con organizaciones subversivas o por delitos comunes, los muros y barrotes que les cercan, liberándolos mentalmente de sus constricciones cotidianas.

De ahí la calidad de los trabajos que suelen presentar a efectos de su evaluación; y de ahí mi sorpresa cuando he tenido conocimiento de sus escasos resultados en los exámenes de la UPV‑EHU. Lo que únicamente puedo atribuirlo a dos causas: o bien a las dificultados de su acceso a los materiales docentes; o bien al prejuicio que existiría respecto a ellos entre sectores del profesorado de la UPV. Lo que nos sitúa en el escenario inverso a las denuncias del grupo de enseñantes en que se ha basado la medida del Gobierno.

En efecto, aunque los profesores denunciantes son, como se ha dicho, un reducido número que viven en estado de gracia mediática, repartidos en algunos foros y fundaciones altamente subvencionados, no son una islote; sus actitudes se bañan, o se bañaban al menos, en un humus mucho más extendido cuya amplitud debe ser explicada por la naturaleza de la Universidad, aunque hayan acabado por entrar en conflicto con sus orígenes.

En nuestra UPV‑EHU y en todas las demás el poder real no se encuentra ni en los Decanatos ni en el Rectorado; reside en los Departamentos, que se encuadran en áreas de conocimiento cuyo ámbito es el de España. Es en los Departamentos donde se presentan y realizan los proyectos de investigación; es en ellos donde tiene lugar la promoción de los enseñantes, a través de oposiciones que son resueltas por tribunales formados por miembros del área a nivel estatal. Si en todos los sistemas universitarios del mundo existen mandarinazgos, aquí, sobre todo en las áreas de ciencias sociales, los mandarines del área favorecen la promoción de los enseñantes que se encuentran en uno de los campos trazados por la divisoria del conflicto nacional. Que ello se haga solapadamente, como ha ocurrido siempre, o haciendo exhibición de arrogancia y prepotencia, como en la actualidad, depende de factores que no son ya académicos, sino políticos (hoy en día, la mayoría absoluta del PP).

Este sistema explica que, desde que yo la conozco (hace 15 años), la UPV haya sido una burbuja en la que afinidades políticas, identificaciones nacionales y afiliaciones sindicales funcionaban a la inversa de las mayorías existentes en este país, con un claro predominio de las opciones centralistas, las cuales controlaban abrumadoramente los centros del poder real, esto es, cátedras y direcciones de departamentos. Lo que es nuevo, fruto de los últimos tres años, es la existencia de esta Brunete académica de ángeles exterminadores, auténticos "bluffs" casi siempre en las esferas docente e investigadora, cuya avidez de poder y promoción personal, promovida por la receptividad del aparato político‑mediático del PP (aunque no sólo de él) les ha obligado a sobre‑actuar permanentemente en su papel de Cid Campeador.

Un sector docente más amplio del que se ha dado a entender siente malestar por el hecho de tener relaciones docentes en la UPV con un colectivo de alumnos presos a los que sitúa en bloque en uno de los lados de la línea divisoria; ello explicaría su actitud prejuiciada a la hora de evaluarlos. Lo que es nuevo es la emergencia de esta minoría estridente, que ha visto en la exigencia del destierro del colectivo de presos fuera de la UPV una ocasión espléndida para promocionar sus propios intereses, haciéndolos coincidir con las maniobras electorales del PP.

Todo es mentiroso y cruel en esta patraña: los privilegios pretextados, la desesperación en la que van a hacer caer a los alumnos presos, muchos de los cuales se verán forzados a interrumpir sus estudios las Universidades a Distancia que se aluden no tienen líneas en euskera, ni imparten especialidades como Periodismo...

Pero una maniobra tan burda y teatral tiene sus riesgos. Las élites docentes constitucionalistas, amantes del disfrute discreto del poder, no se sienten cómodas en un terreno investido por lo mediático y permanentemente iluminado por los focos de neón; ni pueden ver con buenos ojos cómo la sagrada alianza entre el PP y la Brunete académica margina, devalúa y finalmente humilla a las autoridades académicas.

El rector ha reaccionado ante el proyecto de ley con lógica indignación, calificándolo de tropelía desde el punto de vista democrático. El que pueda recordársele pasadas deficiencias no debe impedir apoyar su actitud actual y respaldar su gesto. La consejera de Educación ha subrayado que la medida del Gobierno central pone bajo sospecha a los profesores de la UPV, y concluido que «a este paso nos van a dejar sin derechos civiles y políticos a todos los vascos».

Esta ley inhumana debe ser discutida en Cortes. Aunque no quepa albergar grandes esperanzas sobre la vía parlamentaria, el posible articular en el país una oposición al proyecto que vaya más allá del tripartito y las fuerzas nacionalistas, incluyendo instituciones académicas y sectores sustanciales del colectivo docente universitario.

 

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