Diario de un resentido social

Semana del 31 de marzo al 6 de abril de 2003

 

La primera víctima

Lo primero que suelo hacer en las conferencias que vengo dando en las últimas semanas sobre el papel de la Prensa en las guerras –en las guerras, en general, y en esta guerra, en concreto– es relativizar la muy tópica afirmación según la cual «la primera víctima de todas las guerras es siempre la verdad». Porque quienes la airean están dando a entender que, antes de caer herida en combate, la verdad gozaba de buena salud. Y de eso, nada.

Por lo demás, no está nada claro qué es «la verdad». Hay, obviamente, hechos objetivos –y mentiras flagrantes–, pero la jerarquización de los sucesos realmente ocurridos, su valoración y su interpretación, imprescindibles para su exposición pública, sólo puede hacerse a partir de una determinada escala de valores, de una concepción del mundo. De una ideología, en suma.

«No se ve igual la realidad desde la ventana de un palacio que desde el ventanuco de una cabaña», decía Ludwig Feuerbach. Y así es. Pero la visión de las cosas no sólo está condicionada por las ventajas o desventajas del papel que le corresponde a cada cual dentro de la jerarquía social de su país, sino también por el lugar que corresponde a su país en el reparto de la riqueza mundial. Incluso los desheredados del Primer Mundo son del Primer Mundo. Y, por ello mismo, participan –críticos radicales al margen– de las complicidades del Primer Mundo.

Hay que contar con ello para comprender cómo es posible que estemos instalados en el reino de la obscenidad. Y no nos demos cuenta. O hagamos como que no.

Hace falta tener presentes esos factores para entender, por ejemplo, que los grandes medios de comunicación españoles, incluidos los que se declaran críticos hacia la guerra, no monten una escandalera de mil pares tras oír al presidente de su Gobierno quejarse de que los pacifistas se conmueven con la masacre de niños y niñas iraquíes «pero no dicen nada de los niños y niñas que mata ETA».

No recuerdo haber escuchado hace años un argumento tan inmoral y tan repugnante en boca de un jefe de Gobierno. ¡Pretender que el recuerdo de pasados atentados de ETA sirva para quitar importancia al hecho de que él esté contribuyendo activamente a masacrar a cientos de niños y niñas en Irak ahora mismo!

En el Primer Mundo, incluso la disidencia –la instalada– tiende a ser de salón. Amable. Critica a los criminales de guerra, pero no les conmina a abandonar de inmediato la vida política. No los condena al ostracismo. O a la cárcel.

Por supuesto que nos engañan. Que sólo nos muestran la parte de la realidad que les da la gana. Y que nos aportan noticias confusas, cuando no falsas.

Pero el problema no es que no sepamos la verdad. Con lo que sabemos, por parcial y limitado que sea, tendríamos ya más que bastante para armarla buena. Pero nos quedamos –la mayoría se queda– en la mera queja.

 

(6 de abril de 2003)

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La denuncia «política»

Lo de Javier Arenas es de aurora boreal. Presenta una lista con los nombres de diversos presuntos cargos locales del PSOE e IU que, según él, han participado en agresiones contra sedes del PP o han atacado a sus dirigentes, y dice a continuación que no está acusando a nadie de la comisión de ningún ilícito penal porque lo suyo es «una denuncia política».

Las relaciones de esta gente con la lógica van de mal en peor. Se ve que el esfuerzo constante por negar lo evidente –su participación activa en la guerra de Irak– ha dañado irreparablemente sus neuronas. Ya les da igual que sus palabras carezcan del menor sentido. ¿En qué cabeza cabe que acusar nominalmente a tales y cuales individuos de haber participado en asaltos y agresiones no sea imputarles actos ilícitos?

Dice Arenas que se trata de «una denuncia política». Otra estupidez más. Toda denuncia referida a políticos entra forzosamente en el terreno de la política. El asunto no es saber si entra en ese terreno, sino si se circunscribe a él. Que sea política no excluye que también sea penal. Lo que él quería decir –pero no acierta, porque está de un zote que se sale– es que su denuncia es exclusivamente política. Pero para que una denuncia sea exclusivamente política tiene que referirse a actos cuya naturaleza, sentido y consecuencias se ciñan estrictamente al campo de la política. Y la rotura de puertas y cristales de sedes del PP y el lanzamiento de objetos contra estos o aquellos miembros de ese partido son actos políticos, por supuesto, pero no son sólo políticos. Se trata de comportamientos decididamente ilegales, que el Código Penal describe y condena. (Me dirán ustedes: «Hombre, la toma de la Bastilla tampoco fue un acto legal, y estuvo muy bien». Y yo les contestaré que sí, pero que los asaltantes de la Bastilla vencieron, y la victoria es una eximente total que ningún Código describe, pero que todos acatan.)

Lo que Arenas pretende –que acusar de la comisión de actos ilegales no signifique acusar de la comisión de actos ilegales– es un perfecto contrasentido, obviamente, pero cabe entender de qué va si se examina dejando de lado la lógica formal. Lo que en realidad Arenas está diciendo es: «Acuso a esta gente de haber hecho esto, lo otro y lo de más allá, pero no quiero que el asunto se ventile ante los tribunales porque sé que buena parte de mis acusaciones son imposibles de probar, entre otras cosas porque bastantes de ellas son falsas. Yo lo único que quiero es que mi jefe no tenga que comerse con patatas la acusación que lanzó a Zapatero y Llamazares de que son los instigadores del acoso que estamos sufriendo. Si consigo esa meta estrictamente política, voy que chuto».

Ocurre que los otros no son tontos. Le han visto venir a tres kilómetros.

Tendrá que ir a los tribunales con sus acusaciones, quiera que no. Y hará el ridículo.

   

(5 de abril de 2003)

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La piel del oso

Las autoridades de Washington hablan y hablan sobre el Irak post Sadam. Colin Powell recorre medio mundo disertando sobre cómo será la nueva Administración iraquí, quiénes intervendrán en la reconstrucción del país y quiénes no lo harán de ningún modo, qué otras operaciones militares en países limítrofes cabe que se decida a emprender su Gobierno –cita sin disimulo a Siria y a Irán–, a qué papel habrán de ceñirse las Naciones Unidas a partir de ahora...  Aún no ha cazado el oso, pero tiene clarísimo qué destino tendrá hasta el último centímetro de su piel.

Casi todo el mundo, incluyendo algunos que se declaran hostiles a esta guerra, da por hecho que asistimos a sus últimos días.

Yo no discuto que la fase convencional de la guerra pueda concluir relativamente pronto. Tampoco lo afirmo, de todos modos, a la vista de que el mando de la coalición anglo-estadounidense no sabe cómo rematar la toma de las ciudades sin recurrir a un cuerpo a cuerpo en el que sus tropas podrían sufrir cuantiosas bajas. Basora sigue cercada desde hace dos semanas, y con Bagdad puede sucederles otro tanto. Como renuncien al combate «casa por casa», que se llama, y opten por buscar la rendición por la vía del cerco, pueden darles las uvas.

Pero, incluso en la hipótesis más favorable para ellos. Incluso aunque consigan hacerse con el control formal de Irak en el plazo de algunos días, o unas pocas semanas, eso no querrá decir que todo se haya terminado. Ni mucho menos. Según ha podido constatarse durante los primeros 15 días de guerra, el Gobierno de Sadam Husein ha preparado a su población para que, en la más que probable eventualidad de que su Ejército no pudiera detener el avance de las tropas de los EUA, pasara a hostigar a las fuerzas de ocupación con técnicas de guerra de guerrillas. ¿Cómo? Buscando unidades pequeñas que queden momentáneamente aisladas y en situación de debilidad para atacarlas juntando fuerzas superiores, sometiendo al invasor a atentados constantes, obligándolo a hacer un gran despliegue por todo el territorio para que no se fijen bolsas fuera de control y «zonas liberadas»...

Los rusos podrían dar a los estadounidenses un curso muy completo al respecto. Por doble vía: porque ellos han sacado un muy fructífero partido de las formas irregulares de guerra en las ocasiones más decisivas de su Historia... y porque las sufrieron en Afganistán, de donde acabaron por salir con el rabo entre las piernas, pese a su aplastante superioridad militar y pese a que contaban con el respaldo de una parte importante de la población local, cosa de la que los EUA carecen en Irak.

Es un error confundir la fase convencional de la guerra con la guerra en su totalidad. Washington puede estar más o menos cerca de demostrar que el Ejército de Sadam Husein no tiene capacidad para plantarle cara. Pero la cara es sólo lo que se ve de frente. Las Fuerzas Armadas de los EUA tiene también  espalda. Y flancos. Y los tienen ahora, y los tendrán el mes próximo, y el siguiente.

Se están repartiendo la piel del oso como si ya lo hubieran cazado. Pero un país no es una pieza de caza. Son muchísimas. Cientos de miles. Tal vez millones. Demasiada caza para un cazador furtivo.

   

(4 de abril de 2003)

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El día que Clemente tuvo razón

Aunque no creo que sea tan bruto como algunos lo consideran, debo reconocer y reconozco que detesto cordialmente tanto los planteamientos supuestamente tácticos de Javier Clemente como su modo chulesco de expresarse, más propio de las caricaturas chistosas de los bilbaínos que de la gente normal de Barakaldo, que creo que es su pueblo natal.

Pero el hecho es que ayer dio de lleno en la diana. Y hay que reconocérselo, quizá sobre todo por lo infrecuentes que son en él los aciertos. Refiriéndose a la sanción de dos años que ha recaído sobre el jugador del Athletic de Bilbao Carlos Gurpegi, acusado de doparse, el ahora entrenador del Espanyol –equipo que por fin se ha decidido a contratar a un técnico tan absurdo como el propio nombre del club– ha expresado su convencimiento de que los políticos también «toman algo» para aguantar las palizas que se dan, sobre todo durante las campañas electorales.

Yo lo he sospechado desde siempre de bastantes, viéndoles capaces de aguantar carros y carretas durante un montón de horas, día tras día. Con respecto a otros no lo he sospechado, porque no hacía falta: sé que se drogan. Algunos de manera ocasional, otros sistemáticamente. Me lo han confirmado personas que trabajan con ellos o que los conocen personalmente.

Por lo que me dicen, la cocaína es el producto más apreciado por las jefaturas políticas.

A mí no me parece mal. No soy de los que dicen alegremente que cada cual es dueño de hacer con su cuerpo lo que quiera, porque hay algunos loquequieras que luego pueden salir a la comunidad por un ojo de la cara, vía medicamentos y hospitales. Pero hay tantos comportamientos de riesgo en esta vida que, una de dos, o nos ponemos igual de estrictos con todos –incluyendo las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera– o mostramos el mismo grado de tolerancia también hacia todos. En cualquier caso, lo que no veo es por qué hay que perseguir hasta la muerte con una metralleta en la mano a los deportistas mientras con el resto de los profesionales, incluyendo aquellos en cuyas manos ponemos a veces nuestras vidas (pilotos de avión, conductores de trenes y autobuses, cirujanos, etcétera), los controles son de una enorme laxitud, y eso cuando se producen.

He dicho que no me parece mal que los dirigentes políticos se dopen para tener más resistencia a la fatiga. Otro criterio me merecen aquellos cuyos discursos y decisiones ponen de manifiesto que toman productos que obnubilan la mente y enturbian la capacidad de raciocinio. Un estricto control antidopaje del Gobierno –en su conjunto, pero especialmente de su presidente y su ministra de Exteriores– parece cada vez más de rigor.

 

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Nota.– Durante buena parte de ayer, mi apunte del Diario mostró dos faltas de ortografía idénticas: dos “que” convertidos en “qué”. Tal como comenté a quienes me llamaron la atención muy razonablemente, la culpa fue sólo parcialmente mía. Yo escribí los “que” como correspondía: sin tilde. Pero el sistema de autocorrección del programa Word, extendido por ese estafador que lleva por nombre Bill Gates, se empeña en que, si tú colocas un “que” tras un signo de interrogación, sólo puede tratarse de un “qué”, y te pone la tilde por su cuenta y riesgo. Te enmienda la plana, por más que no tenga ni puta idea de castellano. Y yo, como estaba de viaje y escribí la cosa a toda pastilla, no me di cuenta de que el ordenata me la había jugado. I’m very sorry. (Compruebo que esta última frase, dudosamente castellana, no me la ha corregido. ¿Por qué será?).

 

(3 de abril de 2003)

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Patadas al idioma

La escucha de los servicios informativos de las diversas radios por cuyas cercanías deambulo –que son muchas, por culpa de todo lo que viajo– me procura un constante regocijo. Me lo paso estupendamente con sus gazapos. Ahora mismo acabo de oír a alguien de la Cope de Bilbao que decía: «Tenemos que fallecer la noticia de la muerte de Eduardo Urculo...». Así: con noticia fallecida y el pintor sin acento. En otra emisora oí ayer que «dos soldados norteamericanos avanzan hacia Bagdad». Por supuesto que no estaban anunciando la formación de miniavanzadillas suicidas: es que habían leído «dos» donde ponía «los». ¿Rectificar? Ni de coña. Adelante con los faroles, y a correr.

Pero, por desgracia, ocurre con mucha frecuencia que los disparates no son resultado del despiste o de las lagunas culturales del locutor de turno, sino de la repetición mecánica de expresiones acuñadas por supuestos especialistas... en maltratar el idioma para edulcorar la realidad.

Raro es el día en que no nos dan cuenta de los sufrimientos padecidos por alguna mujer «a manos de su compañero sentimental». Dejando de lado el hecho de que muchas veces las lesiones no han sido producidas «a manos», ni mucho menos, sino con instrumentos mucho más contundentes y mortíferos, lo insufrible a es que a tipejos así se les califique sin parar de «sentimentales». ¿A cuento de qué esa chorrada? Lo explico en atención a los despistados: es el retorcido sistema que se han buscado estos cursis para hacernos saber que el agresor y la agredida vivían en pareja o copulaban sin estar casados. Pero, una de dos: o la inexistencia de documentación matrimonial tiene importancia en el caso que relatan o no la tiene. Si la tiene, díganlo abiertamente, y expliquen por qué. Y si no la tiene, ¿a qué ese interés en darnos a entender que no están casados? ¿No se tratará de proteger la sagrada institución del matrimonio de la mala imagen de la violencia? Sí; se trata de eso.

Otra expresión machaconamente repetida e igual de tramposa: «desastre humanitario». «La Cruz Roja anuncia que en Irak puede producirse un grave desastre humanitario», dicen. Un desastre puede ser muchas cosas, pero humanitario, desde luego, no. El Diccionario de la Academia dice: «humanitario, ria. Del lat. humanitas, -atis. 1. adj. Que mira o se refiere al bien del género humano. 2. Benigno, caritativo, benéfico». ¿Un desastre que busca el bien del género humano? ¿Un desastre benigno, caritativo, benéfico? ¿Están bobos, o qué?

No: practican la pudibundez perifrástica, para no llamar a las cosas por su nombres directos y nada agradables.

Tanto más crueles se vuelven las guerras, tanto más recurren los poderosos y sus propagandistas a los artificios y perifollos del idioma para enmascarar la realidad de sus actos.

Aznar no ha pronunciado ni una sola vez la palabra «guerra» en las últimas semanas. Habla del «conflicto».

¿Que las tropas anglo-norteamericanas matan a civiles sin parar? «Daños colaterales».

¿Que se matan entre ellos? «Fuego amigo».

Es posible que ellos consideren que todo eso es una demostración de su sutileza. Para mí que lo único que evidencia es que están tan acostumbrados a tratar todo a patadas que no pueden dejar de hacerlo también con el idioma.

 

(2 de abril de 2003)

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Ilústrenos, don Mariano

Hace apenas mes y medio, teníamos un comando de Al Qaeda en Lavapiés que fue felizmente detenido cuando rodaba sin parar vídeos prototerroristas, hábilmente disfrazados de souvenirs turísticos. Contábamos también con otro comando no menos peligroso que se dedicaba a fabricar explosivos en Cataluña a partir de jabón en polvo comprado en el súper de la esquina, lo que evidenciaba su terrible peligrosidad, realmente multiforme. Incluso habíamos localizado una célula dormida de Ben Laden asentada en La Rioja e integrada por un solo individuo (una táctica diabólica destinada a sembrar el desconcierto entre los investigadores, que están acostumbrados a que las organizaciones se compongan de dos o más personas).

Teníamos tal profusión de fanáticos islámicos camuflados por toda España, disfrazados de cualquier cosa –incluso de católicos–, que el propio secretario de Estado norteamericano se vio obligado a incluir «la terminal española» en un complejo organigrama de la red internacional de Al Qaeda que expuso a la consideración de la prensa internacional y sobre el que disertó durante un buen rato ante las cámaras de la TV.

Yo lo vi en la CNN. El señor Powell señaló con un puntero un sitio que decía «Spain». Enseguida me di cuenta de que se refería a nosotros.

Pero ahí es precisamente donde empiezan mis problemas con la lógica.

Porque digo yo que si ha habido por nuestro solar patrio –y sigue habiendo, supuestamente– tanto terrorista islámico encargado de dejar a su paso un tremebundo reguero de detonadores esperando la mano de nieve que sepa activarlos, lo suyo sería que nuestro pobre terruño estuviera ahora mismo hecho unos zorros, con atentados a todas horas. Siendo Aznar uno de los máximos patrocinadores de la guerra contra Sadam Husein, al que nuestro invicto presidente considera cabecilla del terrorismo internacional, ¿a qué podrían estar esperando los comandos hispanos de Al Qaeda para hacer estallar todos los tambores de detergente explosivo que han ido sembrando por la piel de toro? ¿Será que las células dormidas se olvidaron de poner el despertador?

No sólo es fantástico que los legados hispanos de Al Qaeda no nos haya atacado para nada, sino también, y aún más, la capacidad de nuestros gobernantes para saber que era eso precisamente lo que iba a suceder. Porque apenas habían transcurrido unas pocas horas del comienzo de la guerra cuando el vicepresidente primero del Gobierno nos anunció que nuestro país no corría el menor peligro. Palabrita de Rajoy.

¿Y cómo podía saberlo? ¿Le consta a don Mariano que los de Al Qaeda sólo atacan en tiempo de paz?

¿Por qué no escribe un pequeño opúsculo al respecto, para ilustrarnos a los ignorantes?

 

(1 de abril de 2003 – Informo al  personal que los afrancesados celebramos el 1 de abril lo que otros sitúan por aquí el 28 de diciembre.)

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El puro del rey

Como dirían Les Luthiers: esta historia no sólo es verídica, sino que, además, es real.

Tuvo lugar por culpa de una inauguración que no se produjo.

Iba a celebrarse un acto solemne para festejar la colocación de un retrato al óleo del conjunto de la familia real en no sé dónde (me parece que en el Congreso de los Diputados). Pero al final la reina no dio el plácet. Dijo que no quería que el cuadro se colgara porque no le gustaba cómo salía. No se reconocía.

Me ahorro chistes fáciles.

El caso es que el rey ya se había presentado para participar en el acto y, como la comida inicialmente prevista estaba allí, presta para ser dispensada, animó a los presentes a hincar el diente y dejarse de dibujos.

Comieron, pues, sin mayores incidentes y en toda la buena armonía en que come la gente así, hasta que terminaron los postres, momento en el que el monarca –de suyo dicharachero, pero más cuando se ha bebido unas copas– se acercó a Iñaki Anasagasti y, con cara de coña, le ofreció un habano que llevaba como anillo la bandera bicolor con el emblema de la Casa Real.

Anasagasti, que no tiene por costumbre morderse la lengua pero tampoco es un deslenguado, tomó el puro, hizo un signo de agradecimiento al Borbón y le dijo:

–Gracias. Yo no fumo, pero se lo daré a Arzalluz, que fue gran fumador y todavía de vez en cuando se interesa por el tabaco.

A lo que nuestro soberano, tan campechanote él, respondió:

–¡Anda! Pues si sé que es para Arzalluz... ¡le meto un petardo dentro!

Curioso sentido del humor.

Ya he dicho que Anasagasti es hombre firme, pero respetuoso. Otros somos menos comedidos. Si me hiciera el Borbón una broma así, lo mismo le respondo, en tono no menos informal: «¡Caramba! ¡Sabía que en España existía el terrorismo de Estado, pero nunca pensé que se encargara personalmente de ello su máximo representante!».

Broma por broma, como aquel que dice.

 

La venganza del Ente

La dirección de Radio Nacional ha empezado a tomar cumplida venganza aznariana. Está cepillándose de manera sistemática a los responsables de programas que han dado a conocer públicamente su oposición a la guerra. La dirección del ente (¿no sería mejor llamarlo directamente engendro?) ha suprimido de un plumazo el programa de Radio 3 Trébede, que se emitía los sábados por la mañana y que daba cuenta puntual y rigurosa de las andanzas de la música popular más enraizada.

Admito gustosamente que estaba en deuda con el responsable de ese programa, Iñaki Peña, por haberme animado en los últimos meses más de un rutinario y aburrido viaje en coche. Recuerdo un par de entrevistas, una con la gente de Al Tall y otra con Natxo de Felipe, realmente deliciosas. Como la música de los entrevistados.

Por lo que me relatan algunos amigos que trabajan en esa maldita casa subvencionada entre todos, lo de Trébede no es una excepción, sino la norma que parece imponerse: o te inclinas o te callan. McCarthy en marcha.

Supongo que alguien debería hacer algo. Yo lo cuento, y a ver quién recoge el guante.

 

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Nota de régimen interno.– Algunos lectores me escribieron durante la pasada semana para señalarme que la mayor parte de los enlaces (hipervínculos) de la sección de Humor estaban mal. Como quiera que estaba de viaje, el asunto afectaba a casi un centenar de ficheros y no tenía en el ordenador portátil los medios para hacer una corrección rápida del error, tuve que esperar al fin de semana para solucionar el problema. Ya está hecha la reparación y todo funciona en orden.

 

 (31 de marzo de 2003)

Si quieres leer los apuntes del pasado fin de semana, pincha aquí

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