Diario de un resentido social

  Semana del 15 al 21 de julio de 2002

 

Segundo aniversario

Quien tenga la singular fortuna de encontrar el modo de acceder a la página de entrada de este lugar en la Red –yo no lo logré ayer en todo el día, y la jornada de hoy va camino de lo mismo– verá que allá abajo, casi al final, se dice: «Página creada el 21 de julio de 2000».

Hace hoy justo dos años, sí, del día en que me dejé atrapar en la Red. Y el jueves próximo hará dos años de la aparición del primer apunte del Diario de un resentido social.

Al principio apenas tenía visitantes. Lógico, porque nadie sabía que me había metido en este berenjenal. Luego, poco a poco, gracias al autoanuncio que empecé a incluir al final de mis columnas en El Mundo, fue empezando a aparecer el personal. En cosa de un mes, las visitas ya pasaban de los dos centenares. Últimamente venían rondando el medio millar (en «temporada alta», o sea, en días laborables y con el curso escolar en marcha).

Tengo claro el balance de esta experiencia.

En primer lugar, he adquirido la disciplina de la columna diaria. Llevaba ya muchos años escribiendo todos los días –me dedico a eso–, pero de otro modo. Había hecho toneladas de editoriales sin firma, cientos de artículos, reportajes, críticas... Pero nunca había afrontado la dura prueba de la columna diaria. Ahora sé que puedo hacerlo.

En segundo término, este ejercicio me ha permitido conocer un buen puñado de gente interesante y –lo que no me parece menor privilegio– haber servido de nexo entre personas que antes no se conocían y que ahora son amigas. Algunas de ellas incluso colaboraron durante un cierto tiempo en algunas secciones de la página.

¿Ha tenido inconvenientes esta aventura? El peor de todos, sin duda alguna, la maldición de Mundofree. Ya ni cuento cuántas pirulas me ha hecho. La de ahora mismo está siendo fina: sencillamente, no funciona el servidor. Ni siquiera su propia página.

Debería cambiarme a un servidor solvente, ya lo sé, pero me da una pereza enorme. Odio los traslados. Estoy seguro de que me costaría adaptarme a las normas de funcionamiento del nuevo servidor. Siempre te dicen que todo es sencillísimo y que está hecho de modo que hasta un tonto puede usarlo, pero no es verdad: sólo te das cuenta de que es sencillísimo cuando ya has aprendido cómo funciona. Además, seguro que se me perderían cosas por el camino, yendo de un sitio a otro.

Claro que la alternativa es perder un montón de lectores potenciales. En fin, que no sé.

 

(21 de julio de 2002)

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Las raíces del Perejil

Comenta Pascual Serrano en Rebelión algo que, por evidente que sea, no parece haber llamado la atención a casi nadie en estos días de exaltación patriótica: de haberse producido choques armados entre los ejércitos de Marruecos y de España, lo más probable es que las armas que habrían disparado los soldados magrebíes –y la munición utilizada– habrían sido de fabricación española.

Porque, en efecto, Marruecos es desde hace ya bastantes años un muy buen cliente de las fábricas españolas de armamento.

El gasto que hace el Reino de Marruecos en armas (llamarlo «de Defensa» sería totalmente inadecuado) es totalmente inadecuado para las necesidades de un país en paz. El Gobierno de Rabat se pertrecha para la guerra. Para mantener la ocupación parcial del Sahara Occidental, que ya viene realizando, y para afrontar una guerra abierta contra el Frente Polisario, eventualmente auxiliado por Argelia. Esto es algo que conocen muy bien las autoridades españolas. Las actuales del PP y las anteriores del PSOE, que fueron las que sentaron las bases de ese comercio de muerte.

Todos sabemos que el bufonesco incidente del islote de Perejil tiene como primer telón de fondo el conflicto del Sahara. Tal como el ministro de Exteriores de Mohamed VI ha reconocido indirectamente, el régimen marroquí está muy molesto con el Gobierno de Aznar «por el conflicto pesquero y por otros asuntos en los que España ha mantenido en los foros internacionales una posición poco amistosa con Marruecos». La referencia al conflicto pesquero no es más que un artificio polémico, porque fue el Ejecutivo de Rabat el que lo provocó (con todo el derecho del mundo, salvo en lo que afecta a las aguas saharauis). Por lo que realmente están que trinan Mohamed VI y sus lacayos es porque Aznar se está oponiendo a las actuales propuestas de Francia, que quiere saldar el conflicto del Sahara con la entrega oficial de la ex colonia española al Reino alauí, posición que Washington mira con indisimulada simpatía. Aznar ha logrado el apoyo de Rusia, Suecia y otros Estados para impedir que esa «solución» progrese en las Naciones Unidas, cuyo secretario general trata de desembarazarse de los compromisos adquiridos a favor de la autodeterminación del pueblo saharaui.

Y en éstas sale Rodríguez Zapatero y, desentendiéndose de las viejas posiciones oficiales del PSOE –hipócritamente favorables al Frente Polisario–, afirma que «España debe apostar por un acuerdo viable», lo que sólo cabe interpretar como un respaldo a la posición francesa, conocida la cerrada oposición del régimen marroquí a la celebración del referéndum.

Lo más tremendo de la toma de bando de Zapatero es que la hace ahora, cuando está en la oposición. Si estando en la oposición es capaz de inclinarse de manera tan desvergonzada a los dictados de la realpolitik más reaccionaria, yéndose mucho más a la derecha de lo que está el propio Aznar, ¿de qué no sería capaz este hombre si llegara al Gobierno?

 

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Nota.– Estos últimos días, el servidor Mundofree se ha superado a sí mismo. Está accesible sólo de vez en cuando. No es algo que afecte a mi página web en particular, sino a todos los sitios web que aloja... e incluso a su propio tinglado: varios lectores me han escrito contándome que han intentado entrar en la página oficial de Mundofree para dejar constancia de su protesta y que no lo han logrado. Yo ya no me tomo el trabajo de protestar: han conseguido superarme.

 

(20 de julio de 2002)

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No tenemos ni idea

Me telefonea mi buen amigo Gervasio Guzmán. Me cuenta que va a pasar una semana de vacaciones en Sicilia.

–¿Conoces alguien de allí que pueda informarme?– me pregunta.

–¿Estás tonto, o qué?– le respondo–. ¿No sabes que es un error tratar de informarte de cómo es un sitio preguntando a los nativos?

Gervasio es un antiguo. Antes, en efecto, a la hora de estudiar una realidad, se acostumbraba a dar mucha importancia a la experiencia y el criterio de quienes la viven diariamente en primera persona. Ahora no. Ahora el conocimiento empírico está muy mal visto. Desorienta.

Les pondré un ejemplo práctico. El último euskobarómetro –un sondeo de opinión pública que realiza el Departamento de Sociología de la Universidad del País Vasco bajo la dirección de personas conocidas por su nula sintonía con las posiciones nacionalistas– indica que sólo un 1% de quienes se sienten políticamente vinculados a Batasuna aprueba los métodos violentos de ETA. Antes, cualquier observador deduciría de este hecho que Batasuna representa un fenómeno político que no puede identificarse con el terrorismo, puesto que el 99% de sus integrantes lo rechaza. Ahora, gracias al Gobierno de Aznar y a los autos del juez Garzón sabemos que ETA y Batasuna son exactamente lo mismo; que Batasuna es sólo, por así decirlo, una segunda marca de ETA.

Conclusión: es del género tonto tratar de definir qué es Batasuna poniéndose a estudiar quiénes la integran, qué hacen, qué piensan, a qué aspiran, etcétera. Lo que hay que hacer es atenerse a las proclamas del Gobierno y a los autos de Garzón. Porque, como te pongas a tener en cuenta la realidad, la lías.

Les pondré otro ejemplo de las nuevas fuentes del conocimiento. Antes, cuando se trataba de saber qué había que hacer y qué no en un determinado país, se acostumbraba a tener en cuenta la opinión mayoritaria de sus habitantes. Ahora no. Ahora se parte del principio de que hay pueblos –el vasco, por ejemplo– que no saben lo que quieren. ¿Que la mayoría de los vascos consideramos que es un error ilegalizar Batasuna y que esa medida resultará contraproducente para la obtención de los fines que sus promotores afirman perseguir? Tanto da. ¿Que creemos que deberían dejarnos decidir qué clase de futuro político queremos? No importa. ¿Que sostenemos que será imposible obtener una paz real y duradera del País Vasco si no es por la vía del diálogo? Peor para nosotros.

Resumiendo: ¿dónde se sabe de verdad qué sucede en Euskadi y cómo solucionar sus problemas? Al parecer, en Madrid, en algún punto intermedio entre la Moncloa y la Audiencia Nacional: el Ministerio del Interior, por ejemplo.

Fuera de Euskadi, en todo caso.

 

(19 de julio de 2002)

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Perejil revisitado

Por primera vez en mi vida, no estoy totalmente en contra de una actuación del Gobierno de España. Como sin duda comprenderéis, la constatación de semejante anomalía me ha sumido en un estado de profunda desolación y abatimiento.

Seamos realistas, de todos modos. Que no esté totalmente en contra no quiere decir que esté a favor. Hasta ahí podíamos llegar.

¿Qué es lo que me parece bien de la intervención militar española en el islote del Perejil? Que demuestra al monarca marroquí que hace mal tratando de imponer su voluntad por la vía de los hechos consumados, al modo de su padre con la Marcha Verde.

La querencia alauí  al «porque se me pone», muy en la línea del trato que concede a su ciudadanía, es inaceptable. Y convenía hacérselo ver a Mohamed VI ya mismo, antes de que sienta la tentación de aplicar idéntico tratamiento al Sahara Occidental o a las plazas –ahora llamadas «ciudades autónomas»– de Ceuta y Melilla.

Dicho lo cual, tengo muy serios motivos de desacuerdo con la reacción del Ejecutivo de Aznar.

La primera objeción es de principio, dicho sea en todos los sentidos de la palabra. De haber dado en su día al asunto del islote del Perejil el tratamiento correcto, nunca se habría llegado a esta peligrosa situación. Ya hace años que el Estado español debería haber renunciado a cualquier tipo de derecho sobre esa roca, reconociendo a todos los efectos que es parte del territorio marroquí. Debería haberse hecho eso no sólo porque es de justicia, sino también porque la roca en cuestión no aporta ninguna razón de Estado que empuje a violentar lo que es de justicia. Huelga decir que, de haberse actuado así, el desembarco de tropas de Marruecos en el islote no hubiera podido considerarse una invasión y, en consecuencia, tampoco se habría planteado aquí cómo reaccionar ante la presunta invasión.

Segunda objeción importante: es falso, diga lo que diga el Gobierno de Madrid, que la situación anterior al incidente (el statu quo ante, que dicen los diplomáticos) estuviera clara desde el punto de vista del Derecho Internacional. Sea por lo que sea –los expertos discrepan al respecto–, el caso es que los sucesivos tratados internacionales suscritos durante el siglo XX en relación a la zona no mencionan de manera expresa el islote, ni para bien ni para mal. Con lo que en rigor... cualquier cosa.

Claro que no menos cierto es que, desde que en 1956 desapareció el Protectorado y Marruecos accedió a su independencia, el Estado español ha actuado como si el islote del Perejil fuera suyo, situación de facto que ha venido siendo admitida por la comunidad internacional y a la que hasta ahora Marruecos sólo había objetado de modo meramente retórico (por ejemplo, cuando Madrid quiso incluir explícitamente el islote dentro del ámbito municipal de la Ciudad Autónoma de Ceuta).

¿Qué quiere decirse? Que se imponía negociar, no tirar por la calle de en medio. Y Rabat lo sabía. Sabía que su entrada en la roca, izamiento de bandera incluido, constituía una provocación. No buscaba solucionar el problema, sino provocar el conflicto.

¿Era inevitable la acción militar, si de no plegarse a los caprichos de Mohamed VI se trataba? En contra de lo que opinan muchos, yo creo que sí. El monarca alauí sabía que, si el Gobierno de Madrid optaba por circunscribir los intentos de solución al ámbito diplomático, la situación hubiera podido eternizarse muy fácilmente, habida cuenta de la firme voluntad de los EEUU y Francia de no enfrentarse al monarca norteafricano. Ya ayer mismo quedó más que claro que tanto el Pentágono como el Elíseo prefieren quedar al margen de este conflicto, en posición «neutral». Para ellos no constituye ningún problema que la aventura de Perejil sea un test de cara al Sahara, porque tanto el uno como el otro verían con muy buenos ojos que Rabat se hiciera con el control total del territorio de la antigua colonia española.

Dicho lo cual, tengo muy serias dudas en cuanto a la acción militar llevada a cabo en la madrugada de ayer. Tanto en lo tocante al momento elegido para ponerla en práctica como al operativo desplegado, que fue apabullante, chulesco y bobamente patriotero, con el numerito ridículo de la bandera como guinda.

Fuentes fiables me han contado que Aznar decidió precipitar la intervención militar española cuando se enteró de que las autoridades marroquíes habían organizado una visita masiva de periodistas al islote. Lo consideró humillante. De ser así, estaríamos ante una reacción de pura soberbia, y la soberbia es muy mala consejera en cualquier conflicto. No digamos en los que hay Ejércitos de por medio.

 

(18 de julio de 2002)

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Cuando falla el infalible

Fue casi imposible sustraerse anteayer al recuerdo de una escena sorprendentemente parecida, vivida ya hace años: un presidente de Gobierno ensoberbecido, displicente, cansado pero, sobre todo, transparentemente irritado ante la inesperada insolencia de un mindundi de la oposición que se presenta con un carromato de reproches y que se atreve a espetarle: «¡Usted no tiene futuro!». Como quien dice «¡Váyase!».

«Frases vacías», escupió entonces Felipe González, despectivo. «Frases vacías», masculló anteayer José María Aznar con idéntica altanería. «¡Usted no tiene una verdadera alternativa!», condenó González. «¡Usted no tiene una verdadera alternativa!», condena Aznar.

El debate sobre el estado de la Nación de 1994 no aportó nada sustancial a la realidad política del momento, pero marcó el inicio del irresistible declive de un líder. A partir de aquel día, González ya no volvió a ser el mismo.

Igual que su antecesor hace ocho años, Aznar se equivocó anteayer por entero de planteamiento. Una cosa es  que esté empeñado en exhibir ante la opinión pública una imagen de político nada apoltronado, que tiene la cabeza llena de proyectos –casi todos ellos represivos, eso es cierto–; otra es que se olvide de que un debate sobre el estado de la Nación está para lo que está, y ha de versar sobre los proyectos que el Ejecutivo ha convertido en realidad, no sobre los que tiene en lista de espera o se le han ocurrido la víspera.

Con Aznar entregado al patinaje, Rodríguez Zapatero tampoco tuvo que esforzarse gran cosa para dejarlo en evidencia: le bastó con hacer el recuento de todos los asuntos esenciales para la vida de la ciudadanía que su oponente ni siquiera se había dignado mencionar.

No se trató de un mero error táctico, sino del fruto inevitable de toda una larga serie de diagnósticos voluntaristas y de tozudas incomprensiones de la realidad. Aznar está convencido de que lo hace muy bien, y no es verdad. Y da por hecho que sus críticos son unos bocazas, y tampoco.

Transitó de error en error por culpa de su petulancia. Se equivocó cuando cayó en la tentación de sermonear a la oposición –su antecesor también solía hacerlo– dándole consejos de buena conducta, como el cocodrilo de Samaniego al perro del Nilo. Y volvió a equivocarse cuando perdió lastimosamente la compostura ante las críticas de los nacionalistas vascos: les respondió de manera tan desabrida e insultante que evidenció su nula intención no ya de dialogar, sino incluso de convivir con ellos.

 Nadie tan peligroso como el que se cree infalible y mete el cuezo: incapaz de rectificar, siempre intenta salir del atolladero llevando las cosas todavía más lejos.

 

(17 de julio de 2002)

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El sucesor

Según el último sondeo de Sigma Dos para El Mundo, Jaime Mayor Oreja es, con diferencia, el candidato a la sucesión de Aznar que mejor valora el electorado. De creer lo que dice la empresa demoscópica de Malo de Molina, un 22,6% de los electores estaría dispuesto a dar su voto al ex ministro del Interior si se presentara ahora mismo encabezando las listas del PP en unas elecciones generales.

El sondeo tiene serias limitaciones. La muestra, aunque teóricamente suficiente, es pequeña (*), y la técnica utilizada –entrevistas telefónicas– no es ni mucho menos la más fiable. Pero el resultado es tan rotundo que el margen de error resulta secundario.

Doy por hecho, en consecuencia, que Mayor Oreja no es sólo el candidato preferido por El Mundo y Sigma Dos, sino también por aquellos electores dispuestos a votar al PP que tienen en este momento una opción definida.

Porque ésa es otra: estamos considerando una predilección expresada en el mes de julio de 2002, cuando las elecciones generales no tendrán lugar hasta la primavera de 2004. Si las expectativas electorales de Mayor Oreja se han multiplicado casi por tres en medio año (del 7,9% en enero al actual 22,6%), no digamos lo que puede suceder en veinte meses, en función de cómo evolucione la coyuntura. Si el PP sale bien librado en las elecciones municipales, es posible que Mayor, que actúa como coordinador de la campaña, incremente aún más su tasa relativa de popularidad. En cambio, si los populares sufren un revés, aunque sea pequeño, no faltará quien recuerde el bofetón que Mayor se llevó en Euskadi el año pasado y empiece a decir que lo de este hombre, decididamente, no son las urnas.

De todos modos, hay un punto del sondeo que me llama muy poderosamente la atención. Me refiero al hecho de que toda esa gente muestra sus preferencias por Mayor Oreja como sucesor de Aznar pese a que apenas sabe de él nada que no se relacione directamente con la llamada «cuestión vasca». Sobre el País Vasco, sí: aprecia no sólo lo que dice, sino también cómo lo dice, con ese tono tan pausado y tan angelical. Pero, quitando eso, ignora qué piensa –si es que piensa algo específico– sobre todo, desde los asuntos económicos a los sociales, pasando por la política internacional, la enseñanza pública, el medio ambiente... es decir, pasando por todas las cuestiones que condicionan la vida diaria y la hacen más o menos soportable.

La opción de este amplio segmento electoral  es doblemente curiosa, porque no sólo privilegia desmesurada y unilateralmente una faceta del personaje, sino que, además, elige una faceta que se refiere a un asunto sobre el que quienes opinan apenas tienen experiencia directa. Porque lo cierto es que donde más apreciadas son las posiciones de Mayor Oreja sobre Euskadi es... fuera de Euskadi. Y donde menos, en Euskadi.

En condiciones normales, la gente suele tener muy en cuenta las opiniones de quienes conocen de primera mano la materia de que se trata. Eso no nos es aplicable a los vascos. Se supone que, si nosotros no votamos a Mayor Oreja para lehendakari, es porque no tenemos ni idea de nuestras propias cosas, ni de lo que nos conviene. Quienes sí lo saben son los que no se dejan engañar por la engañosa observación directa y se atienen firmemente al retrato de Euskadi que les ofrecen las radios y  las televisiones.

Es paradójico, y hasta un punto cómico, pero es así. O por lo menos así nos lo cuentan.

 

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(*) Por poner un ejemplo. El sondeo hecho público el pasado fin de semana por el Gobierno Vasco se basó en una muestra dos veces más amplia que la utilizada por Sigma Dos, sólo que aquel se refería exclusivamente a la Comunidad Autónoma Vasca y el de Sigma Dos al conjunto de la población del Estado español. Además, el sondeo encargado por el Gobierno Vasco se realizó mediante entrevistas personales a domicilio, técnica mucho más fiable y rigurosa que la de las llamadas telefónicas.

 

(16 de julio de 2002)

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Desproporción de palabras

El ministro de Exteriores de Mohamed VI, su tocayo Mohamed Benaisa, dice que la reacción del Gobierno de Madrid y de la Unión Europea a la ocupación marroquí del islote de Perejil ha sido «totalmente desproporcionada». Argumenta Benaisa que no se trata de una invasión porque, según él, el Estado español nunca ha declarado su soberanía sobre la isla y bromea con la importancia que se le está dando a «un pequeño islote deshabitado» y a la acción de «apenas una docena de soldados» de su monarca y señor.

La línea de defensa de Benaisa está mal construida.

Para empezar, da la sensación de que no se ha leído los papeles. En contra de lo que sostiene, hace ya muchos decenios que el Estado español viene haciendo constar su soberanía sobre ese islote. De hecho, las grandes potencias que en uno u otro momento han aspirado a servirse de él como punto de apoyo logístico en el Estrecho, sistemáticamente han dirigido sus solicitudes al Gobierno de Madrid. Si lo que Benaisa quería decir es que el Estado español se hizo un lío importante cuando aprobó el Estatuto de Ceuta y no incluyó la roca de Perejil dentro del ámbito territorial de la ciudad autónoma –lo que es muy cierto–, debería haber empezado por ahí.

Tampoco acierta gran cosa cuando trata de minimizar la importancia del incidente recurriendo a chanzas. Todos sabemos que está fingiendo. ¿La prueba? Los soldados marroquíes amenazaron con sus armas de fuego a los guardias civiles que se acercaron al islote, diciéndoles que estaban dispuestos a disparar contra ellos «por equivocación». Una patrulla militar marroquí jamás se habría arriesgado a provocar por su cuenta y riesgo un incidente internacional de tales proporciones. Es obvio que los soldados actuaban siguiendo órdenes.

Por lo demás, no sólo el Estado español y la UE han dado importancia al asunto: también se la ha dado el Gobierno marroquí, que se ha apresurado a pedir el respaldo del mundo árabe, y sus siempre solícitos medios de comunicación, que han reaccionado henchidos de fervor patrio en apoyo de la ocupación.

Este asunto merece ser analizado en varios planos, no sólo distintos, sino parcialmente contradictorios.

En mi criterio, el peñón de Perejil debería ser restituido cuando antes a Marruecos. Punto A.

Punto B: a Mohamed VI este islote le importa una higa. Ha provocado el incidente para que sirviera de test. Para saber hasta dónde puede ir sin que le pase nada.

Lo correcto sería hacerle ver que el uso de la fuerza –en Perejil, en el Sahara Occidental o en donde sea– puede volverse en su contra.

Aznar finge que es eso lo que está haciendo. Pero lo cierto es que aún no ha tomado ni una sola represalia práctica.

De momento, lo único que está viendo el monarca alauí es que se le enfadan mucho, pero no le hacen nada.

 

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Servicios mínimos.– Es obvio que buena parte del público lector de esta página está ya de vacaciones: se ha producido una notable rebaja del número diario de visitas, que a duras penas llega ya a las 400 en los días laborables. Yo mismo voy a iniciar pronto también mi periodo de descanso estival, que abarcará del 25 de julio al 25 de agosto. Durante ese tiempo, y en atención a quienes se siguen acercando por este rincón de la Red, actualizaré a diario la página, pero en plan servicios mínimos. Lo justito, vamos. ¡Salud y buen descanso!

 

(15 de julio de 2002)

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