Diario de un resentido social

Semana del 24 al 30 de diciembre de 2001

Fútbol y política

Ví ayer el partido de fútbol entre la Selección de Euskadi y Ghana.

Poco puedo decir sobre los aspectos estrictamente deportivos del encuentro. Bueno, sí: que hubo goles, lo cual siempre es menos aburrido. Ganó Euskadi por 3 a 2. Dado el potencial futbolístico de Ghana, tampoco es como para echar cohetes (cosa que, a la vista de lo sucedido en Lima, pues casi que mejor).

Lo que me ha parecido llamativo del asunto, de todos modos, no sucedió en el partido mismo, sino luego, en los medios de comunicación. Porque, según me vi la alineación del equipo de Euskadi, me dije: «Se va a armar una buena».

Y no se ha armado ninguna, ni buena ni mala.

¿De qué hablo? Pues de que aquélla era la Selección de Euskadi y allí había varios jugadores navarros. Yo contabilicé dos, pero no soy experto en partidas de nacimiento, así que lo mismo había más.

Por mi parte, ninguna objeción. Al contrario. Tengo clarísimo que Navarra, como entidad histórica y cultural, es parte de Euskal Herria. De lo cual, sin embargo, no saco ninguna conclusión política. Considero que Navarra –su gente– debe ser libre de decidir qué relaciones desea tener con el resto de los territorios vascos. Preferiría que decidiera tener una relación muy estrecha, pero hace ya mucho que he renunciado a imponer a nadie mis preferencias. Soy partidario del derecho de autodeterminación. También del de Navarra.

Y también del de los navarros, a título individual. ¿Que hay futbolistas navarros que se reconocen vascos y quieren jugar con la Selección de Euskadi? Perfecto. ¿Que hay otros que no se consideran vascos y, en consecuencia, se niegan a enarbolar la bandera bicrucífera? Pues que no lo hagan.

Pero ése no es el punto de vista de Miguel Sanz y sus huestes de UPN. Ni tampoco el de muchos medios de comunicación. Ellos sostienen –en contra de la ley, dicho sea de paso– que Navarra no tiene nada que ver con Euskadi. Lo lógico sería, entonces, que pusieran el grito en el cielo por la presencia de navarros en la Selección de Euskadi, que le armaran la de dios a la Federación Vasca de Fútbol por alinearlos y que declararan a los futbolistas navarros en cuestión, qué se yo, personas no gratas, o hijos malditos, o algo así.

Pero, que yo haya visto u oído, nadie ha dicho ni pío al respecto.

¿Por qué? ¿No se han dado cuenta? Imposible. ¿No quieren enfrentarse a esos jugadores, por temor a que el prestigio agraviado de los futbolistas dañe el suyo propio? Tendría narices.

En todo caso, el fenómeno es curioso.

 

(30-XII-2001)

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Fefé

Fernando Fernández Tapia –Fefé, para el pijerío capitalino– prosigue su ascenso social hacia la cumbre. Ahora ha conseguido que lo nombren presidente de la Cámara de Comercio de Madrid en unas elecciones en las que sólo ha participado el 2,4% de los empresarios censados y que han sido recurridas ante los tribunales por diversas irregularidades. Presidente de la Confederación Empresarial Independiente de Madrid (CEIM) desde 1985 y vicepresidente de la CEOE desde 1990, FFT quería hacerse con la Cámara de Comercio madrileña no porque esa asociación goce del menor prestigio, sino porque es clave para controlar el Ifema, organismo que monta –y explota– todas las ferias comerciales de la Villa y Corte. Que maneja un pastón, por lo tanto.

FFT se beneficia del descarado apoyo de Alberto Ruiz Gallardón y de su consejero de Economía, Luis Blázquez, que llegó a la política procedente del Banco Central, en el que ejercía de factótum de Escámez. Todos ellos, pese a su militancia pepera, tienen excelentes relaciones con el grupo Prisa y con el propio Jesús Polanco.

Quien más quien menos sabe de Fefé por su presencia en las revistas rosas, que dan cuenta puntual de sus amoríos. Lo que muy poca gente sabe es que el empresario Fernández Tapia se hizo rico gracias a sus negocios en un sector muy poco adecuado para el comercio madrileño: el naval. El menda es armador de buques mercantes.

Me enteré de su existencia cuando trabajé para el Instituto Social de la Marina, hace ahora tres lustros. Allí no gozaba de un elevado prestigio, precisamente. En la época en que frecuenté aquel organismo, se hablaba de él como el desaprensivo dueño de un buque que había sido apresado en la costa africana –en Nigeria, me parece recordar– con un cargamento dudosamente legal. Las autoridades locales detuvieron a la oficialidad y a los tripulantes del barco y los encarcelaron a la espera del correspondiente juicio. Fefé se desentendió del asunto y los dejó tirados.

El mundo naval español de la época contaba con algunos empresarios a los que calificar de sinvergüenzas era tan sólo hacerles elemental justicia. Su jeta sólo podía compararse con la de las autoridades estatales del sector, con la que se repartían el botín.

Tenían montado un negocio estupendo. El naviero que fuera pedía un crédito al Banco de Crédito Industrial –es decir, al Estado– para adquirir un barco mercante. El BCI se lo concedía, dándole una moratoria de un año para el pago. El naviero explotaba el barco durante ese año y, al llegar el día en el que hubiera debido comenzar a retratarse, alegaba que no tenía dinero y entregaba el barco al BCI. Al poco, pedía otro crédito para comprar otro barco... ¡y se lo concedían también! De esa guisa, el Estado iba acumulando barcos y más barcos. No barquitos de tres al cuarto: petroleros y cosas así. Esos barcos los iba vendiendo en el mercado internacional a precios irrisorios, asignándoselos a aquellos armadores extranjeros que se mostraban más generosos en el pago de comisiones a los altos funcionarios del PSOE que hacían de intermediarios en la operación. Conocí a un personajillo felipista que pasó en cosa de nada de no tener dónde caerse muerto a comprarse un castillo castellano –¡un castillo!– al que acudía los fines de semana con su Mercedes último modelo.

Fernández  Tapias se desenvolvió muy cómodamente en aquel ambiente. Supongo que, si no acabó en la cárcel, es porque no desentonaba nada en el sector. Incluso puede decirse que resultaba muy representativo. Tal vez por eso llegó tan rápidamente a vicepresidente de la CEOE.

 

(29-XII-2001)

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Inocentes

Un tanto espesado por culpa de tanto festejo navideño, abordo los informativos de la mañana con la determinación de no dejarme colar ninguna inocentada. «A ver qué gracia se les ha ocurrido a éstos», me digo. Y voy pasando de emisora de radio en emisora de radio, mientras ojeo los periódicos en la Red.

Una hora después, mi perplejidad es total. Prácticamente todas las noticias que he repasado podrían eventualmente ser inocentadas. Unas más que otras, sin duda –lo del oráculo ése que considera importantísima la presencia de los Servicios de Inteligencia españoles en Afganistán y Pakistán, o las explicaciones de Washington tras el bombardeo de una expedición que acudía a Kabul a festejar el nombramiento del nuevo Gobierno–, pero tampoco por gran diferencia. Tampoco están nada mal las declaraciones de Piqué pidiendo «seriedad» al nuevo presidente de Argentina.

Al final, opto por pensar que la inocentada de este año es la noticia sobre la lista de organizaciones terroristas que ha elaborado el Consejo Europeo. Tiene que ser una broma.. Sólo así se entiende.

Primero, porque no me creo que el Consejo Europeo no incluya al IRA entre las organizaciones terroristas de por este rincón del universo. Si el IRA no es una organización terrorista, ¿qué es? ¿Una ONG? Porque disolverse, no se ha disuelto. Y tampoco ha abandonado definitivamente las armas.

Segundo, porque calificar solemnemente de terroristas a organizaciones cuya ilegalización no ha sido ratificada en sentencia firme por ningún tribunal de Justicia representaría una intromisión política en los terrenos propios del Poder Judicial totalmente impropia de un organismo ejecutivo de la UE.

Tercero, porque decir que van a bloquear sus cuentas, pero sólo cuando estén a nombre de ciudadanos extracomunitarios (!), entra ya en el terreno del cachondeo puro y simple.

Las propias crónicas de Prensa dejan entrever el verdadero carácter festivo de la charlotada del Consejo Europeo. Leo en una publicada por El Mundo: «El Gobierno español no ha triunfado en su declarado propósito de incluir a Batasuna entre los grupos de apoyo al terrorismo, pero ha logrado de la Unión una decisión política que va incluso más allá que la propia Justicia española, ya que la ilegalización de las citadas organizaciones, y el procesamiento de sus miembros aún no han sido confirmados por sentencia firme.»

Es obvio que el texto es de coña. Nadie con un mínimo de seriedad puede considerar que sea positivo «ir más alla que la propia Justicia». Como no podría decir que «la ilegalización de las citadas organizaciones y el encarcelamiento de sus miembros aún no han sido confirmados por sentencia firme», como si supiera que lo serán.

Definitivamente, ésa es la inocentada del día.

 

(28-XII-2001)

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«La parte vasca»

El diputado general de Álava, el popular Ramón Rabanera, declaró ayer que no quiere pronunciarse sobre la posibilidad de negociar directamente el Concierto Económico con el Ministerio de Hacienda, saltándose todas las mediaciones previstas por la ley, «hasta ver con qué actitud acude a Madrid la parte vasca».

Dijo exactamente eso: «La parte vasca».

Toma ya. Ahora resulta que el dirigente máximo de la Diputación alavesa no se considera incluido en «la parte vasca». «La parte vasca», para él –que también acudía a la reunión, no os vayáis a creer–, es sólo el Gobierno de Ibarretxe.

¿Como hay que tomarse eso? ¿Como un lapsus surgido de lo más hondo del subconsciente o como una confesión de parte?

Pues mira, Rabanera, chico: eres «parte vasca», aunque tú no quieras. Porque ser vasco no es cosa ni de opción política, ni de Rh, ni de conciencia nacional, ni de ikurriñas. Eres vasco porque vives y trabajas en Euskadi. Y porque la Diputación de Álava es vasca.

Si quieres que Álava se integre en Castilla y León, no tienes más que proponerlo. Y si la mayoría de la población alavesa lo desea, no seré yo quien se oponga.

Pero algo me dice que esa propuesta te traería algún problema.

 

(27-XII-2001)

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PS.– Ayer volví a meter el cuezo. Hablé del «lenguaje de los sordomudos», olvidándome (a) de que los sordomudos no existen: son tan sólo sordos; y (b) de que el término correcto es lengua de signos, entre otras cosas porque nada impide su utilización a una persona que no sea sorda. Lo peor es que no es la primera vez que cometo ese mismo error. A ver si consigo tener remedio...

 


Pues anda que el otro...

Fui injusto ayer. Atribuí a don Juan Carlos de Borbón y Borbón la responsabilidad exclusiva de que el día de Navidad no pueda ser proclamado en España “Día Sin Política”. Me olvidé del Santo Padre y de su bendición urbi et orbi.

Otro pesado, y éste todavía más sopas. Me dijeron el otro día que está perdiendo el habla. ¿Cómo que la está perdiendo? ¡La ha perdido! Eso ni es habla ni es ná: un hilillo balbuciente, un leve rumor, apenas una psicofonía.

Se decía de Salvador de Madariaga, antecesor de los Solana y hombre políglota, que era un pesado que decía tonterías en muchos idiomas. Karol Wojtyla lo supera con creces. Ayer saludó hasta en birmano. Estoy seguro de que en Birmania se paralizó la vida ciudadana para oírle. Eché de menos que no utilizara el lenguaje de señas de los sordomudos. Debería ir entrenándose.

Cada vez que un político expresa un buen deseo genérico, todo el mundo se le tira encima diciéndole aquello de que “no basta con señalar las tareas; hay que poner los medios para cumplirlas”. Si le aplicaran ese criterio al Papa, lo hacían polvo. Es increíble con qué tranquilidad se permite decir que todo debería estar bien, que sería estupendo que no hubiera guerras, que cuánto mejor si todos los niños estuvieran bien alimentados –aunque no sé por qué los niños sí y los demás no–, que qué estupendo si desapareciera el sida y que quiera Dios que nos vaya bonito. ¡Coño, pues negócialo tú con él, que tienes línea directa!

Lo más sangrante es que todos esos mensajes de humildad, caridad y amor universal los lanza a la ciudad y el mundo desde un palacio que vale su peso en oro y en representación de una institución que en España, sin ir más lejos, tiene el patrimonio privado más importante que exista.

¿Quién se supone que fue aquel que dijo: «Vende todo lo que tienes y sígueme»?

 

(26-XII-2001)

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Si no fuera por él...

El día de Navidad podría tener una ventaja, y casi la tiene: no hay noticias de política interior (o «doméstica», como dicen ahora nuestros domesticados congéneres, empeñados en practicar el spanglish).

Tal día como hoy, por ejemplo, a los periodistas de guardia en radios y televisiones no les quedaría más remedio que saltarse esa por lo general bien nutrida sección... si no fuera por él.

Hablo del rey, por supuesto. Del rey y de su tradicional alocución de Nochebuena, esa sopa insulsa –dicho sea en honor de su oratoria–  fabricada siempre con un mar de tópicos supuestamente bienintencionados y aderezada con algunas morcillitas progubernamentales. Le escuché anoche un trocito: estaba el hombre, en efecto, más sopas que nunca.

Lo peor no es que él hable y diga las cosas que le han escrito, sino que con ello da pie a que las radios y televisiones del día y los periódicos de los dos días siguientes –del día siguiente en Cataluña y del posterior en los demás– le den vueltas y más vueltas hasta marearlo, tratando cada cual de tirar de sus pavisosadas pro domo sua. Lo mismo hacen los cuatro políticos que están de guardia. Las declaraciones de Anasagasti metiéndose con la perorata regia empiezan ya a convertirse en una tradición más navideña que el turrón y las uvas.

De no ser por el discurso del rey de la baraja política española –que, si os fijáis, lo es de los cuatro palos–, el día de Navidad podría ser instituido en España como el Día Sin Política.

¿Os dáis cuenta de lo bonito que podría resultar? Incluso yo tendría que hablar de cualquier otra cosa.

 

(25-XII-2001)

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Una precisión

Me pregunta un lector qué hay de cierto (o de falso) en un episodio que relata Pepe Rei en su último libro (El periodista canalla, Kale Liburuak, 2001) y en el que aparezco mezclado.

El pasaje al que se refiere el lector dice, literalmente, lo siguiente:

«La última vez que me había encontrado a Pedro J. había sido en Bolueta mientras ultimaban las obras de acondicionamiento de lo que sería la sede de El Mundo del País Vasco. El motivo de la cita era una convocatoria de Ramírez para estar conmigo personalmente. Pedro J. no se dirigió a mí de forma directa, sino que utilizó a Javier Ortiz, que sería después el subdirector de la edición vasca de El Mundo, quien a su vez recurrió a otro intermediario, José María Caminos, ex compañero suyo de militancia en el EMK y que trabajaba conmigo en el equipo de Investigación de Egin.

»En Bolueta, además de Ramírez y Ortiz, estaba también David Barbero, ya nombrado para ese entonces director de El Mundo del País Vasco. Pedro J. fue al grano desde el principio: le interesaba que me integrara en su proyecto para trabajar en la sección de investigación del nuevo periódico. Mi respuesta fue que estaba muy a gusto en Egin, en donde gozaba de total libertad de trabajo y que no tenía intención alguna de cambiar de medio.

»Recientemente, a raíz de toda la ofensiva mediática para darle cobertura a Garzón con mi encarcelamiento, Melchor Miralles quiso complacer una vez más a su jefe y mintió en una tertulia de "Tele 5". Miralles afirmó que cuando se fundó El Mundo del País Vasco no sólo yo me había ofrecido para trabajar en ese medio, sino que incluso le había ofertado al resto del equipo. Exactamente al revés de lo que había sucedido.»

Bueno, pues preciso.

1º) Por lo que recuerdo, el contacto no se produjo por iniciativa de El Mundo, sino a propuesta del propio Rei.

2º) Aunque la idea del contacto hubiera partido de El Mundo, no creo que yo hubiera recurrido a José María Caminos, porque ni recuerdo quién es –aunque probablemente lo conozca de antiguo por algún nombre de guerra– ni su nombre figura en mi agenda, en la que apunto a todo pichichi con el que me relaciono.

3º) Aunque la gestión la hubiera hecho yo –cosa que, insisto, no recuerdo en absoluto–, sería absurdo decir que Pedro J. «me utilizó». Siendo yo subdirector del periódico, una gestión así entraría de lleno dentro de mi labor normal.

4º) El contacto existió, pero tampoco recuerdo que estuviera David Barbero. Me parece que estuvimos presentes Rei, Ramírez y yo, solamente.

5º) Es cierto que Ramírez tenía cierto interés en que Rei se incorporara a la Redacción de El Mundo del País Vasco, pero tampoco demasiado, porque le hizo una propuesta económica realmente ridícula. Le ofreció un sueldo más bajo del que estaba cobrando en Egin, lo que provocó mi enfado, porque yo sí tenía verdadero deseo de que Pepe Rei se viniera con nosotros.

6º) Si la memoria no me falla –y creo que no, y hay muchos testigos de cómo relaté entonces el encuentro–, Pepe Rei nos declaró que tenía ganas de venirse a El Mundo, no porque tuviera nada contra Egin, sino porque consideraba que sus artículos de denuncia en ese periódico encontraban un eco insuficiente, dado el ninguneo al que estaba sometido. Finalmente, fue la magra retribución que le ofreció Ramírez  la que le movió a rechazar la oferta.

7º) De no haber existido expectativas concretas de contratación, Ramírez no se habría molestado ni siquiera en entrevistarse con él.

Dicho lo cual, añado:

a) Que no digo nada de esto por salir en defensa de Ramírez. No defiendo a mi jefe, porque no es mi jefe. De hecho, acabo de comunicarle que renuncio a reintegrarme en la plantilla del periódico.

b) Que tampoco lo digo para menoscabar la imagen de Pepe Rei, al que he defendido siempre de las intolerables injusticias a las que ha sido sometido y que, por su parte, siempre me ha mostrado su afecto.

Constato las cosas, sencillamente, tal como las recuerdo.

Pepe Rei rechaza la atribución de un comportamiento que, en realidad, no tienen nada de infamante. El Mundo de ahora no es, ni mucho menos, el de entonces. Y, por lo demás, ninguna empresa merece devoción, por muy pura y abertzale que se pretenda. Entre otras cosas, porque ninguna empresa –ninguna– la ofrece, como sabe muy bien Rei.

En mi opinión, habría sido bueno, para El Mundo y para él, que se hubiera venido con nosotros. Ignoro qué interés puede tener ahora en indignarse porque se diga que hace 11 años trató de dar una proyección pública más amplia a su labor periodística.

En todo caso, los hechos son los que son.

 

(24-XII-2001)

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