Diario de un resentido social

Semana del 8 al 14 de octubre de 2001

 

¿De cuándo a aquí antiamericano?

Las invectivas de mis críticos suelen darme cuenta precisa de la fortaleza o la debilidad de mis argumentos.

Cuando mis denigradores espontáneos –que los tengo, y en cierta abundancia– me escriben tratando de refutarme, deduzco que ese día no me he lucido gran cosa. En cambio, cuando dejan de lado mis razonamientos y la emprenden contra mí tratando de situarme en los cerros de Úbeda, entonces me quedo más satisfecho: coligo que, si me atacan en abstracto, es porque se han sentido incapaces de objetarme en concreto.

Llevo escritas ya unas cuantas columnas sobre las acciones de guerra estadounidenses contra Afganistán. Pues bien, se cuentan con los dedos de una mano los correos electrónicos que he recibido refiriéndose específicamente a mis argumentos. La gran mayoría de mis censores me ponen de vuelta y media apelando a suposiciones suyas y atribuyéndome cosas que yo no he dicho (y que, además, por lo común, no pienso).

La descalificación más común que me hacen se refiere a mi «antiamericanismo». El silogismo es el siguiente: la izquierda española es «antiamericana»; yo formo parte de la izquierda española, ergo soy «antiamericano».

Cuando respondo –a veces lo hago–, no me tomo el trabajo de discutir mi hipotética pertenencia a «la izquierda española», posición ideológico-geográfica de perfiles harto brumosos. Tampoco es cosa de marear a los remitentes. Me limito a decirles que, en todo caso, yo no soy en absoluto «antiamericano».

En primer lugar, porque estoy lejos de confundir a América con los Estados Unidos de América. América es un enorme continente, dentro del cual la población estadounidense es ampliamente minoritaria. Centroamérica y Sudamérica son tan América como Norteamérica. Y Canadá y México son tan Norteamérica como los EUA. Ya vale de plegarse a ese intento de usurpación, triplemente injustificable en boca de españoles. 

Pero, al margen de criticar ese birlibirloque semántico que está en la base de la doctrina Monroe –«América para los americanos», es decir, el continente entero para los estadounidenses–, se da la circunstancia de que, además, yo no siento hostilidad alguna hacia los EUA. En bloque, ninguna. Al contrario. Es un país –un conglomerado de países, en realidad– que siempre me ha parecido fascinante. Jamás he compartido las críticas tontorronas que pretenden que «esa gente no tiene Historia», «se acaban de bajar de los árboles» y memeces por el estilo. Los unos tienen la Historia que se llevaron con el Mayflower. Los otros, la que acarrearon desde Irlanda, Alemania, Italia, Suecia, Polonia, Rusia, Francia... o desde el África Occidental, en los barcos de los negreros. Muchos tienen la Historia mestiza que cargaron sobre sus espaldas mojadas a través del río Grande, o con el Caribe de por medio. Incluso está la vieja y preterida Historia autóctona de los amerindios supervivientes. ¿Que ese país no tiene Historia? No tiene una: tiene decenas.

Como tantos otros –pero, en mi caso, sin recato alguno–, he sido, desde que la memoria me alcanza, abierto admirador de fenómenos y corrientes políticas, económicas, culturales y artísticas nacidas sobre suelo de la Unión. Me llevaría un libro hacer el recuento. Cuando en Madrid se fundó Radio Cero, la radio libre anti-OTAN, y me pidieron que colaborara con ella, me decidí por hacer un programa... de música popular made in USA. En parte porque me fascina, pero en parte también para promover el mejor conocimiento de ese gran pueblo. Me río del medio dedo de frente de George W. Bush, pero no más que del cuarto de dedo de José María Aznar.

¿Yo, antiamericano? No sólo es falso: es imposible. Nada jamás me hará estar en contra de ningún pueblo.

 

 (14-X-2001)

Para volver a la página principal, pincha aquí

 


Entre Zapatero y González

Hay consternación entre los actuales dirigentes del PSOE por la línea kamikaze que ha escogido Felipe González para sus intervenciones en los mítines electorales de la campaña gallega. El ex presidente, lejos de atenerse al estilo de «oposición responsable» que propugna Zapatero, se lanza alegremente al combate mitin sí mitin también, dispuesto a no dejar títere con cabeza, y cuando no acusa a Aznar de haber convertido España en una mera delegación norteamericana, da por hecho que el dinero de Gescartera se lo embolsó el PP.  

Me cuesta decidir qué me parece más deplorable, si el estilo melífluo y condescendiente de Zapatero, siempre dispuesto al acuerdo con Aznar en «las cuestiones de Estado» –y  siempre dispuesto a considerar que casi todo es «cuestión de Estado»– o el subidón de demagogia de González, para quien todos los escándalos sucedidos bajo su Presidencia se concentran en la persona de Luis Roldán y no pasan de ser pequeñas anécdotas en comparación con el horrendo crimen de Gescartera.

En todo caso, los zapateristas no tienen derecho alguno a enfadarse por las patas de banco y las diatribas extemporáneas de González. No es él quien organiza los mítines de Pérez Touriño. No es él quien designa a los oradores. Tampoco es la primera vez que lo invitan a participar en una campaña electoral y se les desmanda.

El problema de la nueva dirección del PSOE es que no ha saldado cuentas con su propio pasado. Mientras siga considerando –o haga como si considerara– que el ex jefe de Gobierno es uno de los principales activos de su partido y se empeñe en reivindicar el trecenato de González como un periodo maravilloso, todo lo que le ocurra por su culpa se lo tendrá bien ganado.

La alternativa a la oposición demagógica de González no es la oposición blandengue –si es que no servil– de Zapatero. La alternativa es –sería– una oposición real, que denunciara la inexistencia de una política exterior propia, la renuncia del Estado a cumplir un papel rector de la economía, el nuevo centralismo antiautonomista del Gobierno de Madrid... en fin, que fuera al grano y se dejara de fuegos de artificio con más o menos ruido de traca.

Zapatero y González sólo representan dos modos diferentes de hacer el juego a Aznar.

 

 (13-X-2001)

Para volver a la página principal, pincha aquí

 


 

¿Legítima defensa?

Abro un ojo a las 11 menos cinco –12 menos cinco en la península--, mal repuesto de una noche toledana a la que mi vi arrastrado por un par de intelectuales desaprensivos con irreprimibles ganas de jolgorio, y hasta de baile (degenerados, en suma).

Conecto la radio. Escucho el boletín informativo de RNE.

Ya está. No me hace falta nada más. Igual que si me hubieran dado un baño de agua fría. Ya estoy más fresco que una lechuga (que una lechuga fresca, obviamente).

Es que acabo de escuchar que han otorgado el premio Nobel de la Paz a Kofi Annan y a la Organización de las Naciones Unidas. «Ah, vale», me digo a mí mismo. «Supongo que el de Medicina se lo darán entonces a Juan Carlos de Borbón, más que nada para seguir dentro de la misma lógica».

Y me levanto.

No me las voy a dar de escandalizado. También Henry Kissinger es Nobel de la Paz.  Kissinger: un individuo al que, si en EEUU se aplicaran los parámetros de Derecho Internacional que se han utilizado en Yugoslavia, estaría en la cárcel por criminal de guerra, así fuera sólo por haber ordenado el bombardeo de Camboya en sus tiempos de secretario de Estado. De modo que  tampoco puede decirse que Annan deshonre el premio: es imposible deshonrar lo que carece de honra.

Pero tiene bemoles. Y los tiene muy particularmente en estos momentos, cuando don Kofi ni siquiera ha tenido el detalle de plantear un debate sobre las acciones militares norteamericanas en Afganistán dentro del organismo del que es secretario general.

Dice el señor Annan –y lo corean todos los que, como él, se inclinan ante el bastón de mando de Bush– que lo que los EEUU están haciendo responde a un acto de «legítima defensa».

El señor Annan puede ser muchas cosas, pero no un ignorante. Él es jurista y sabe perfectamente que la legítima defensa sólo puede invocarse cuando quien la ejerce está tratando de neutralizar un acto de agresión concreto y específico en el mismo momento en que se produce. Si a mí me asalta un matón por la calle, tengo derecho a defenderme de él. Pero, si el tío se escapa, yo sigo sus rastro durante semanas, finalmente lo encuentro y le doy un garrotazo, lo mío ya no tiene nada que ver con la legítima defensa: eso es, sin más, una venganza. Y la venganza del agraviado no tiene espacio en el Derecho, salvo como delito.

De conformidad con los principios jurídicos comúnmente admitidos (al menos hasta ahora), lo que el secretario general de las Naciones Unidas debería haber hecho es llamar al orden al Gobierno de Washington, comunicarle que no es de ley que el agredido se tome la justicia por su mano y plantear la cuestión ante los organismos competentes de la comunidad internacional.

      Pero el señor Annan no ha hecho nada de eso. Y no lo ha hecho porque él sabe muy bien por quién y para qué fue nombrado secretario general de la ONU. Fue nombrado por iniciativa de los EEUU precisamente para que, cuando Washington hace lo que le viene en gana erigiéndose en juez y parte, él se limite a aplaudir.

Ya digo que nada de todo eso me escandaliza: ya lo sabía. Pero me hace gracia que el jurado del Nobel tenga el morro de decir que premia a Annan «por su contribución a crear un mundo mejor organizado y más pacífico».  ¡Mejor organizado y más pacífico! ¡Qué gente tan ocurrente!

 

 (12-X-2001)

Para volver a la página principal, pincha aquí

 


 

La paradoja del PSE

Jesús Eguiguren, vicesecretario general del PSE-PSOE-EE (no sé si me dejo alguna sigla por el camino), ha redactado un proyecto de nueva plataforma política para los socialistas vascos. El documento se muestra decididamente crítico con la línea de seguidismo hacia el PP que ha mantenido su partido durante los últimos meses/años, admite que la deficiente inserción de Euskadi en el Estado español es fruto de un problema político anterior y en buena medida ajeno al terrorismo, y propugna una actitud más abierta –menos cerrada– hacia los nacionalistas. Defiende también la necesidad de desarrollar el Estatuto hacia cotas más altas y sostiene que, aunque tal cosa no figure entre sus preferencias, el PSE no debe negarse al debate sobre una consulta popular que, llegado el caso, pudiera dar expresión al derecho de autodeterminación.

Bueno, pues Jesús Eguiguren está condenado en firme por pegar a su mujer.

La plataforma de Eguiguren cuenta con el respaldo de bastantes dirigentes guipuzcoanos del PSE: Txiki Benegas y Ramón Jáuregui entre ellos. Casi todos gente relacionada en su día, en una u otra medida, con las actividades de los GAL o, cuando menos, con su justificación.

Felipe González también apoya la opción de Eguiguren..

¿Qué quiere decir todo esto? Que el PSE está sumido en una paradoja de mil pares.

Les queda Odón Elorza, que no se implicó ni material ni políticamente en la historia de los GAL –que incluso criticó esa aberración de su partido– y que –que se sepa– no pega a su mujer, si es que la tiene.

El otro día le pregunté al lehendakari Ibarretxe: «¿No siente usted escrúpulos morales cuando tiende puentes a un sector del socialismo vasco que está profundamente marcado por el sangriento episodio de los GAL?».

Me respondió, lacónico, mirando fijamente a la mesa:

–Sí.

Qué paradoja más lacerante, ciertamente.

     

 (11-X-2001)

Para volver a la página principal, pincha aquí

 


Los «mentirosos necesarios»

Planteo hoy en mi columna de El Mundo (http://www.elmundo.es/diario/opinion/1057813.html) un razonamiento que ya desarrollé de manera más extensa la pasada semana en este Diario: si está establecido –y lo está– que la CIA tiene cientos de funcionarios, agentes y colaboradores a sueldo que se dedican a desinformar y a expandir mentiras all around the world, en aplicación de su propia doctrina sobre la «mentira necesaria», ¿cómo no dar por hecho que una parte de las presuntas noticias que se están difundiendo en relación a la crisis actual tienen que proceder de esa fuente y, en consecuencia, ser pura invención?

Pero demos una vuelta de tuerca más al asunto.

En el libro de investigación de Frances Stomor Saunders en el que baso mi razonamiento*, se da cuenta del modus operandi de la CIA: a) en el terreno estrictamente cultural, literario y artístico; b) en los principales países de la Europa democrática, y c) durante los años de la guerra fría, esto es, antes de la caída del Muro. Es decir, que apenas habla de los medios de comunicación de masas, no se refiere prácticamente para nada a España ** y no proporciona datos actualizados ***. Lo que yo hago es extraer de la investigación de F.S. Saunders el modelo de actuación de la CIA y presuponer: a) que la agencia norteamericana sigue siendo fiel, en lo esencial, a ese modelo, constante desde su fundación; b) que ese modelo lo aplica también al mundo periodístico, y c) que lo aplica también en la España de hoy.

Creo que son suposiciones muy razonables, pero conviene dejar constancia de que se trata de deducciones lógicas, no de hechos empíricamente constatados.

Dicho lo cual, empecemos por aclarar que, en contra de lo que alguna gente cree, la CIA no va repartiendo carnés de espías a gogó por esos mundos de Dios. Según cuenta –y documenta– F.S. Saunders, la agencia apenas suele tener en cada país agentes propiamente dichos dedicados a estas tareas. Ni siquiera en los europeos. Lo que hace es tejer una amplia red de complicidades en la que atrapa a bastantes profesionales, muchos de los cuales ni siquiera saben a ciencia cierta que están trabajando para la CIA. Se ven impelidos a servir a sus designios sencillamente porque cobran, en metálico o en especie, de plataformas formalmente asépticas especializadas en la concesión de favores: ignotas publicaciones que pagan a precio de oro artículos que poco importa si alguien lee, fundaciones y asociaciones que subvencionan actividades de alto standing (cursillos, conferencias, debates, viajes de lujo, etc.), premios, honores y prebendas de origen más o menos oscuro... A veces ni siquiera necesita crear nada de eso ad hoc: se aprovecha de lo ya existente, proporcionando los fondos necesarios para las tareas de presunto mecenazgo.

Sus agentes explotan también mucho el lado tripero de los profesionales: las sobremesas relajadas en restaurantes de muchos tenedores configuran un excelente escenario para el establecimiento de lazos de complicidad.

Esto en lo que hace al trato directo con la gente más o menos influyente. Pero hay que contar también con las posibilidades que tiene la agencia de intervenir por la vía empresarial: nunca ha carecido de medios, directos e indirectos, para persuadir a tal o cual grupo empresarial o financiero de la conveniencia de invertir –o de no invertir– aquí o allá. Y no hace falta decir qué formidable capacidad de convicción otorga el poder accionarial.

No me resulta nada difícil trasladar ese esquema de funcionamiento al mundo de los medios de comunicación de masas de la España de hoy (o de la Francia de hoy, o de la Alemania de hoy: tanto da). Conozco a un buen puñado de periodistas que tienen chollos rarísimos, sé de fundaciones y asociaciones que financian actividades de nulo valor intrínseco, me consta que se producen viajes de lujo de justificación prácticamente imposible, hay premios y becas genuinamente inexplicables... y ya casi mejor ni hablo de las comidas opíparas con sobremesas propicias a las confidencias. En ocasiones, incluso, me ha tocado participar a mí en alguna historia de ese estilo, más o menos de rebote. ¿Está la CIA detrás de todo ello? De todo, no; seguro. Pero es fácil que sí esté detrás de algo. Ignoro de qué. No sé a través de quién. Pero, insisto: es fácil que lo esté.

La siguiente pregunta es inevitable: en tal caso, ¿qué profesionales españoles de la comunicación serán los que trabajan para la CIA? No me refiero a gente que lo esté haciendo sin conciencia de ello –que de ésos puede haber varias toneladas–, sino a los que lo hacen a sabiendas, porque les consta que están en nómina.

Admito que nunca había pensado en esa posibilidad. Pero, ahora que me le ha planteado, se me han venido a la cabeza sin demasiada dificultad cinco o seis nombres. Y me da que no debo de andar muy errado.

Claro que no los daré. No sin pruebas.

 

–––––––––––––

* La CIA y la guerra fría cultural, Ed. Debate, 2001. La obra será presentada por la autora y por mí mismo el próximo lunes, día 15, a las 19:00 horas, en la librería Fuentetaja (Fuentetaja, 46. Madrid).

** Hace reiteradas referencias, eso sí, a Salvador de Madariaga, intelectual español afincado en Londres y reputado políglota del que sus enemigos decían que era «capaz de decir estupideces en media docena de lenguas». Madariaga, como se sabe, es ilustre ancestro de los hermanos Luis y Javier Solana Madariaga.

*** Por razones obvias: algunos viejos agentes, ya retirados, están dispuestos a hablar o a escribir de lo que hicieron hace muchas décadas. Los que se encuentran en servicio activo no sólo no se avienen a hablar de sus actividades; es que ni siquiera reconocen que son agentes.

     

 (10-X-2001)

Para volver a la página principal, pincha aquí

 


 

Papá Bush

Durante la pasada campaña electoral por la Presidencia de los EEUU, George W. Bush –Bush junior– demostró que ni siquiera sabía dónde está Afganistán. Comenté entonces en este rincón de la Red que algo así no le habría sucedido nunca a su padre. No porque su coeficiente intelectual sea muy superior, sino porque fue jefe de la CIA, y en Langley siempre se ha hablado mucho de Afganistán.

El actual presidente estadounidense ha nombrado a Tom Ridge jefe de Seguridad Nacional. Se supone que el cargo, de nuevo cuño, ha de servir para coordinar los trabajos de todos los organismos de seguridad interior de los EEUU. Ridge no tiene ninguna experiencia conocida en la materia: ex combatiente de la Guerra de Vietnam, en la que fue condecorado por aniquilar una patrulla del Vietcong, ha ejercido hasta ahora de congresista por el estado de Filadelfia. Pero presenta una peculiaridad que conviene no pasar por alto: lleva más de dos décadas haciendo funciones de asesor al servicio de George Bush senior, del que es colaborador muy cercano.

En mi modesta opinión, el nombramiento de Ridge como superministro de Interior estadounidense significa dos cosas. Una, que papá Bush ha decidido supervisar la crisis actual, situando un peón suyo en un puesto clave. Segunda, que la CIA, prevista en principio sólo para actuaciones en el exterior, va a meter también baza en la seguridad interior.

Es un movimiento de pieza bastante comprensible. Una tarea que tiene muchos responsables, cada uno por su cuenta, es como si no tuviera ningún responsable. Cuando la nave se mete en plena borrasca, conviene que el timón esté en unas solas manos.

Pero vale la pena constatar en qué manos se han puesto los EEUU –y con ellos la llamada comunidad internacional– en medio de la actual borrasca bélica. Pocas veces vendrá más a cuento evocar aquello del lobo al que se le encomienda la vigilancia del gallinero.

 

 (9-X-2001)

Para volver a la página principal, pincha aquí

 


«Una operación sostenida»

Permitidme que haga un razonamiento muy breve y muy sencillo.

Llevan desde las 6 y media de la tarde de ayer lanzando misiles contra dos puntos geográficos de Afganistán.

Cada uno de esos misiles tiene un potencial destructivo gigantesco.

Dicen que los objetivos de los misiles son las defensas del ejército talibán y los campamentos de la organización de Ben Laden.

Pues bien, una de dos: o apuntan muy mal o las defensas del ejército talibán deben de ser enormes, y los campamentos de Ben Laden, muchísimos. Si no, no se entiende que necesiten una cantidad tan grande de misiles para destruirlos.

Como esas dos posibilidades son más bien dos imposibilidades, la verdad tiene que estar en un tercer lugar.

Deduzco que lo que pretenden es convertir Afganistán en un desierto inhabitado. Por dos vías: la directa, provocada por las bombas, y la indirecta del miedo, que ya está empujando a la población a emigrar masivamente.

Una vez dejen el país como la palma de la mano, pasarán a ocuparlo militarmente por tierra.

 

ETA hace política

¿Habéis leído el presunto documento interno de ETA difundido anteayer por Vasco Press?

De ser cierto –que supongo lo será, aunque yo ya no me creo nada que no haya comprobado por mí mismo–, ETA habría llegado a la conclusión de que la política que ha seguido en los últimos años ha resultado un perfecto fracaso.

Ha resultado, digo. No ha sido.

Como acostumbran a hacer los políticos del establishment cuando se dan una buena galleta, ETA no asume que la culpa del fiasco la tengan las grandes opciones que ha hecho suyas. Lo achaca a una mera carencia de didactismo: «Está claro que la izquierda abertzale tiene muchos problemas de comunicación», se lee en el documento. En consonancia con ese diagnóstico, no se plantea que la solución pase por un cambio de política. Lo único que ve necesario es intensificar el esfuerzo para explicar la que ya tiene. A ver si la gente se entera.

Miedo me dan. Porque éstos son de los que piensan que la letra con sangre entra.

 

 (8-X-2001)

Para volver a la página principal, pincha aquí