Diario de un resentido social

Semana del 23 al 29 de julio de 2001

 

Botín y los periodistas comprados

Relatan Casimiro García Abadillo hoy en El Mundo e Íñigo de Barrón y Miguel Ángel Noceda en El País sendas historias, ambas muy largas, sobre el follón interno que tienen en la cúpula del BSCH (incluyo enlaces con ambos artículos, por si os interesa leerlos).

Por lo que cuentan, Botín está librando una batalla bastante agria con algunos de los ex directivos del Central Hispano. Dicen que la primera cabeza que ha rodado en esa pelea es la de Luis Abril, también conocido por el pequeño Goebbels, jefe del Departamento de Comunicación del Banco.

Imagino ahora que esa pendencia de banqueros, de la que hasta hace pocos días no tenía la menor noticia, pudo influir en el episodio de la columna que no me dejaron publicar sobre el libro de Josep Manuel Novoa, El Poder.

A decir verdad, me resulta cómico. Es posible que Botín, que acusa a sus enemigos internos de estar pagando a periodistas para que le desprestigien, creyera que yo soy uno de los plumíferos a sueldo de sus rivales. O quizá no: tiene medios suficientes para saber que lo mío no es tomar partido en el navajeo bancario. En ese terreno soy muy ecuánime: los odio a todos por igual. Pero pudo pensar que mis críticas podrían ser utilizadas contra él. Cualquiera sabe. Me da igual.

Lo que me resulta más interesante y significativo de toda esta historia –tal vez por mero interés gremial– es que pueda hablarse con tanta naturalidad de periodistas comprados por unos banqueros para que hagan la guerra a otros. Hace unos años nadie habría puesto en circulación un dato así sin darle la forma muy concreta de denuncia, precisando de qué periodistas habla y aportando las pruebas de la acusación. Porque se supone que esos periodistas cobran para atacar a éste o al otro disfrazando sus ataques de información o de opinión independiente, es decir, sirviéndose de los medios de Prensa para los que trabajan y engañando a los lectores. Lo cual, en aplicación de las normas más elementales de la deontología profesional, habitualmente reflejadas en los correspondientes Estatutos de la Redacción, debería dar lugar a su expulsión de los medios en los que escriben.

Pero ahora ya, por lo visto, eso es normal.

Me viene a la memoria un caso reciente. Me enteré de que en el último Congreso del PSOE, uno de los periodistas que cubría la información para un importante periódico es directivo de un empresa de imagen que había sido contratada por cierto líder socialista para dar brillo y esplendor a su figura pública. ¡Se suponía que estaba informando imparcialmente sobre unas discusiones y estaba a sueldo de uno de los implicados en ellas! ¡Y en su periódico lo sabían y nadie se lo reprochó!

A esos extremos de desfachatez hemos llegado.

 

(29-VII-2001)

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Pólvora mediterránea

Comentábamos ayer unos cuantos amigos, mientras dábamos cuenta en Dènia de un excelente arroz a banda a la orilla del mar, qué peculiar sentido de la vida –cualquier cosa menos trágico– tienen los pueblos mediterráneos y, muy especialmente, el valenciano. Dos de los presentes, uno de Tabernes de Valldigna y el otro de Elda, ilustraban la conversación con ejemplos chuscos tomados de la vida real. Apuntaba yo el sentimiento contradictorio que me produce el modo de ser más común de la gente de esta tierra. La mayor parte de las veces me encanta su capacidad para no tomarse nunca las cosas demasiado en serio, pero en algunas ocasiones me excede y echo de menos un poco de seriedad.

Una de las manifestaciones colectivas que me mueven a esa reacción ambivalente son las fiestas populares. Tengo comprobado desde hace muchos años hasta qué punto los valencianos y alicantinos –Castelló me lo he trabajado menos– son maestros en el arte de los festejos locales. Los desfiles de moros y cristianos, en particular, son de una belleza y de una comicidad fantásticas. Me encantan. Y las bandas. Para mí que en estos pueblos todo el mundo sabe tocar algún instrumento.

Pero disfruto ya bastante menos con su afición por la pólvora, que cobra caracteres de auténtica manía patológica.

Hace cuatro o cinco años, tal noche como la de ayer bajé a La Vila Joiosa para asistir a su célebre desembarco. La cosa consiste en que al amanecer llegan los barcos de los falsos moros hasta la playa, donde les esperan los falsos cristianos dispuestos a impedir que pisen tierra. La pelea es risible, porque los falsos moros llegan con tales melopeas que no aciertan ni siquiera a dirigir las barcas hacia la orilla, lo cual por otro lado da lo mismo, porque los seudocristianos tampoco los aguardan en estado etílico mucho más propicio. Hasta ahí, todo bastante divertido. Pero el problema es que tanto los unos como los otros no paran de disparar salvas y quemar tracas y petardos. Hacen un ruido realmente ensordecedor, que además es interminable. Los oídos me zumbaron ya durante todo el día. «¡Pero es que, además, esto tiene que ser peligroso!», le comenté a un vecino. «Sí, sí que lo es», me respondió con una sonrisa beatífica. Acabo de escuchar que ayer hubo 27 heridos en las fiestas de La Vila, y que varios de ellos se encuentran muy graves. Supongo que tenía que ocurrir algo así antes o después.

Dentro de un par de semanas será la Nit de l’Albà en Elx. Fui allí hace cosa de 15 años. Por la tarde vi el Misteri: qué espectáculo más extraordinario, tan ingenuo en su parte teatral como estremecedor en lo musical. Pero llegó la noche, con su desbordamiento de pólvora y el uso masivo de las malhadadas carretillas, que son unos petardos de explosión múltiple que se desplazan vertiginosamente a ras de suelo, cambiando de rumbo cada dos por tres de manera imprevisible. Hubo momentos en los que sentí auténtico terror. Aquella noche hubo en Elx dos muertos e incontables heridos. De veras que no lo entiendo.

Pero el caso es que son así y, como suele decir un amigo mío, «el lote se vende entero». Qué se le va a hacer. Me lo quedo.

 

(28-VII-2001)

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Israel y la pornografía

A petición de los poderosos partidos religiosos que lo sostienen, el Gobierno de Israel ha decidido prohibir la pornografía.

Bueno, no. En rigor –y nunca mejor dicho–, lo que ha prohibido es la pornografía para pobres, porque la gente de posibles seguirá viendo vía satélite todas las pelis porno que quiera, a través de los correspondientes canales de pago.

Los pobres iraelíes –los israelíes pobres, quiero decir– no se lo merecen, pero confieso que me he alegrado. Me produce satisfacción que el personal responda a mis juicios previos. Debe de ser una vena sádica que tengo: cuando concluyo que alguien no tiene remedio, me congratula comprobar que comete actos irremediablemente estúpidos.

Contrariamente a bastante otra gente de mi generación y de convicciones políticas similares a las mías, hace largas décadas que tengo una opinión muy favorable de la pornografía, como método para sublimar por la vía de la fantasía algunas pulsiones no necesariamente edificantes.

Es genial que el Gobierno de Israel, habitual autor de acciones de crueldad inaudita, se dedique a prohibir fantasías.

Escucho en la radio que la oposición progresista israelí –se ve que existe– ha denunciado la medida. Argumenta que Israel cada vez se parece más a Irán.

No está mal traído el ejemplo. Los integristas de todo pelo responden al mismo esquema de comportamiento.

Pero son un poco injustos. Con Irán.

 

(27-VII-2001)

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Aznar y los GAL

El Tribunal Supremo ha aumentado y convertido en firme la sentencia contra Enrique Rodríguez Galindo. A partir de ahora, en aplicación de la estricta legalidad, ya sólo cabe pasar a ejecutarla: expulsarlo del Ejército y meterlo en la cárcel.

Hubo un tiempo en el que muchos creyeron que este momento, de llegar, podría ser decisivo, porque Galindo no aceptaría cargar en solitario con el muerto (con los muertos) y diría todo lo que sabe sobre cómo navegó el felipismo por las cloacas del Estado. Se suponía que eso pondría en su sitio a más de uno que hasta ahora ha podido escabullir sus responsabilidades.

Pero ya nadie confía en ello. El general convicto sabe que Aznar lo va a indultar más pronto que tarde, así que guardará silencio.

Todo el mundo da por hecho que ese indulto va a producirse de manera inminente.

Así las cosas, será obligado aplicar al presidente del Gobierno su propio sistema de razonar y concluir que, si indulta al ex jefe del cuartel de Intxaurrondo es porque, como se identifica con los objetivos de quienes pusieron en marcha los GAL, no puede evitar hacerse cómplice de los medios que aplicaron para conseguirlos. Por eso se apresta a anular sus consecuencias legales. ¿No dice él cada dos por tres que es imposible compartir los objetivos de los terroristas sin verse implicado también en sus métodos?

Si indulta a Rodríguez Galindo, Aznar demostrá que es falso que sea intransigente con los asesinos. Cuando alguien secuestra, tortura y asesina en favor de su causa, él se encarga de que no pague por ello. ¿Cabe prueba más concluyente?

Si exonera a Rodríguez Galindo, Aznar evidenciará que nunca estuvo realmente en contra de los GAL. Que de lo que él estaba en contra era de Felipe González, y que por eso instrumentalizó la lucha contra los crímenes de los GAL, pero que, como González ya no está y su puesto lo ocupa él, responde a la misma lógica de su antecesor.

Dejará claro que le importa poco que el entonces coronel enlodara el Estado haciéndolo funcionar como terrorista colectivo, y que ello lo convierta en doblemente culpable, como ha proclamado la propia sentencia del Tribunal Supremo.

Si Aznar pasa la esponja sobre lo sucedido, no podrá evitar que la sangre de Lasa y Zabala tiña también sus manos.

 

(26-VII-2001)

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Ibarretxe y el rey

Dice El Mundo que el encuentro de ayer entre Ibarretxe y el rey fue «gélido». Apuesto a que sí.

Es difícil encontrar dos personalidades más antitéticas.

Juan Carlos de Borbón pertenece, por educación y por inclinación personal, al mundo del españolismo castizo. Ibarretxe debe de parecerle la personificación de la anti-España. No sólo –ni siquiera principalmente– porque sea nacionalista vasco: mucho más porque el carácter del lehendakari tiene que antojársele decididamente «poco español»: nada chistoso, nulamente verborreico, refractario a la alharaca, incómodo en la vida social... Seguro que al monarca todo eso le da cien patadas, tanto más sabiendo que con el de Llodio no le vale de nada recurrir a su arma secreta: esa campechanía aristocrática tan suya, fabricada a base de palmadas en la espalda, cordialidad de salón y aires de bon vivant.

Ibarretxe posee un conjunto de valores éticos muy definido: el trabajo, el esfuerzo, la superación personal, la tenacidad... Es sobrio hasta el ascetismo. Resulta casi el prototipo del hombre hecho a sí mismo, al que nada le ha venido dado por la cuna. No es muy difícil imaginar la escasa admiración que deben de despertarle los títulos y galones del monarca.

Tómese a dos individuos tan diferentes y póngaseles a tratar un orden del día sin ningún contenido práctico –porque al rey los planes de Ibarretxe se la traen al pairo y porque Ibarretxe sabe que el jefe del Estado español no va a echarle una mano ni aunque lo aspen– y se obtendrá, sin el más mínimo esfuerzo, lo recogido por el titular al que aludía al inicio de estas líneas: un encuentro gélido.

Lo cual tampoco tiene mayor importancia.

 

(25-VII-2001)

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Del uso práctico del bulo

Hay una técnica clásica de difundir un bulo, con la que he bromeado muchas veces: consiste en desmentir lo que pretendes que se diga... y sobre lo cual nadie había hablado hasta el momento de tu rotundo mentís. Tú publicas la seudonoticia (por ejemplo: «Es totalmente falso que el presidente Bush fuera detenido de joven por violar a una niña») y ya tienes a un montón de gente hablando de ello porque, en fin, ya se sabe, «cuando el río suena...». Es un sistema retorcido, pero eficaz. Y además nadie te puede acusar de nada.

El PP no está para sutilezas. Quiere dinamitar la imagen dialogante que está dando el lehendakari Ibarretxe desde su elección –una imagen que podría verse reforzarda ahora, primero con su entrevista con el rey y luego con su encuentro con el propio Aznar– y está dispuesto a lo que sea para conseguirlo. Ha llegado a la conclusión de que para ello le vendría estupendamente que Ibarretxe tomara iniciativas que lo hicieran aparecer ante la opinión pública como un fanático separatista. Pero el problema es que no las toma. Pues nada, no importa: los de Aznar se inventan que las va a tomar,  filtran el bulo a la Prensa como si se tratara de una noticia, y ya está: a ponerlo a caldo todos a coro, directamente o tertulia mediante, a todas horas, día tras día.

Es mentira que Ibarretxe prepare la convocatoria de un referéndum de autodeterminación de Euskadi, ni a corto ni a medio plazo. No ha escrito, ni dicho, ni hecho nada que permita avalar esa tesis. Pero ahí tenéis a medio mundo condenándole por pretender hacerlo, conminándolo a desistir de ello y amenazándole con «tomar medidas» si lo hace. Es surrealista. Pero eficaz.

Aznar lleva ya días metiendo cizaña para dinamitar su encuentro con Ibarretxe. Nadie que quiera tener un diálogo constructivo con otro se dedica a tocarle las narices sistemáticamente en las horas previas a la entrevista. El jefe de filas del PP lo está haciendo a base de bien. Él mismo marcó la pauta el pasado fin de semana en Galicia, especulando con la posibilidad de que el PNV no quiera realmente la derrota de ETA. Luego salió Iturgaiz diciendo eso tan inteligente de que el PNV se contradice, porque pide la reforma del Estatuto cuando en realidad quiere la independencia: una agudeza que equivale a reprochar a un socialista que reclame reformas bajo el capitalismo. A continuación vino Mayor Oreja, diciendo lo de Aznar, lo de Iturgaiz y algunas otras maldades de su propia cosecha. Y, por fin, Rajoy y sus amenazas. El manual de este comportamiento podría titularse: «Teoría del uso práctico del bulo». Y llevar como subtítulo: «De cómo enrarecer por tu exclusiva cuenta unas relaciones para proclamar luego que no cabe llegar a ningún acuerdo porque el ambiente está muy enrarecido».

 

(24-VII-2001)

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«Y tú, ¿de qué lado estás?»

Había leído sobre la ocupación policial de los locales de la oficina de prensa de la Coordinadora de Génova contra la globalización, pero no la había visto. Ayer tuve ocasión de contemplar una grabación en vídeo del suceso. Fue en una cadena francesa. (No digo que ningún canal español de TV haya pasado las mismas imágenes. En todo caso, si alguno lo ha hecho, a mí no me consta.)

Dice el refrán que ojos que no ven, corazón que no siente. No es verdad, por lo menos en mi caso. Pero sí es cierto que las imágenes pueden tener una fuerza que difícilmente logra la palabra, dicha o escrita. Lo que vi ayer me encogió las entrañas.

Vi cómo entraron los antidisturbios italianos en el local. Como una manada de elefantes en una cacharrería. Algunos de los periodistas presentes les salieron al paso. Uno les pidió insistentemente que mostraran la orden judicial de registro. Su respuesta fue molerlo a palos. Lo mismo hicieron con todos los demás, que no habían realizado el menor gesto de violencia.

A continuación, dividieron sus esfuerzos: mientras unos seguían pegando con saña inaudita, otros se dedicaban a apoderarse de todos los disquetes de ordenador, películas y cintas de vídeo que encontraban. De paso, destrozaban los equipos informáticos.

Finalmente, detuvieron a un buen puñado de los periodistas y de sus acompañantes –me pareció que daban prioridad a los heridos– y abandonaron el local, totalmente destrozado.

Me vino a la cabeza una vieja canción sindicalista norteamericana. La escribió la mujer de un minero, después de una razzia de las que acostumbraban a hacer policías y matones de la patronal en los barrios obreros cuando había huelgas. La llamó «Y tú, ¿de qué lado estás?». Yo pasaría la grabación de ese vídeo en todas las redacciones, y en todas las Escuelas de Periodismo, y formularía al final esa misma pregunta: «Y tú, ¿de qué lado estás?». Aunque sólo fuera para ver la cara de los muchos que, de ser sinceros, tendrían que contestar: «Del lado de esos matones».

 

Post scriptum.—Acabo de escuchar a Silvio Berlusconi decir: «En materia de orden público, no se pudo hacer más». ¡Desde luego que no! Ése es precisamente el asunto: que hicieron demasiado.

P.S. bis.—Recomiendo vívamente la lectura del testimonio de un manifestante madrileño que fue detenido en Génova. Aparece hoy en El Mundo. Para leerlo, pincha aquí.

 

(23-VII-2001)

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