Archivo del «Diario de un resentido social»

 

Semana del 11 al 17 de diciembre de 2000

 

 

Haider y Wojtyla

 

En la persona de Karol Wojtyla confluyen dos circunstancias que conviene distinguir. De un lado, es el cabecilla de una confesión religiosa internacional. De otro, es el jefe del Estado vaticano.

En el primer terreno, los agnósticos y los integrantes de otros colectivos religiosos debemos limitarnos a establecer juicios exteriores. No nos corresponde discutir cómo se organiza la comunidad católica, ni qué relaciones establece su mando supremo, ni qué principios asume y cuáles desdeña. Si quiere llevarse bien con Jörg Haider, es su problema. Los límites de lo que debemos tolerar a los católicos son exactamente los mismos que asignamos al resto de los ciudadanos: los que fija el Código Penal.

No veo qué sentido puede tener que nos escandalicemos a estas alturas porque la dirección católica tenga buenas relaciones con gentes de dudosas convicciones democráticas, cuando no de indiscutibles convicciones antidemocráticas. Lo ha hecho siempre. Quienes tenemos ya una cierta edad recordamos que incluso concedió al dictador Francisco Franco el derecho permanente de participar en la designación de los obispos españoles. O sea, que cualquier cosa.

El Estado vaticano ya es asunto de otro género, precisamente porque es un Estado, es decir, una entidad sujeta a los tratados y convenciones que conforman el Derecho internacional.

En ese terreno, lo más escandaloso no es que el jefe de ese Estado reciba a un líder ultraderechista, sino que él mismo se permita pasarse permanentemente por el arco del triunfo los principios más elementales del Estado de Derecho sin que la comunidad internacional tome las medidas disciplinarias correspondientes.

En el Vaticano no hay democracia. El jefe del Estado es elegido por un grupo de personas designadas a dedo. Los responsables, en todos y cada uno de sus niveles, son nombrados de arriba abajo. En el Vaticano no existe la libertad de asociación, ni la de manifestación, ni la de palabra. La igualdad entre los sexos está explícitamente excluida.

Es, por decirlo brevemente, una dictadura de tomo y lomo.

Que trate de justificarse esa realidad invocando a Dios es –debería ser– indiferente. La autoridad de Dios no está reconocida en ningún convenio internacional.

En resumen: que en el encuentro entre Wojtyla y Haider, el menos antidemócrata era Haider.

  

(17-XII-2000)

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La nueva democracia

 

Leo unas declaraciones de Xabier Arzalluz en las que se plantea quién podría participar –y quién no, en consecuencia– en un hipotético referéndum de autodeterminación de Euskadi. Sostiene el presidente del Euskadi Buru Batzar del PNV que sería inadecuado dejas votar en esas urnas a todas las personas residentes en tierra vasca, porque quienes llevan poco tiempo en Euskadi no cuentan con el suficiente conocimiento de causa como para saber realmente lo que está en juego.

No es la primera vez que alguien asume un planteamiento de ese género. Hace meses, un Congreso de las juventudes de Eusko Alkartasuna ya votó una moción reclamando que, para adquirir la calidad de votante en un posible referéndum de autodeterminación, fuera necesario pasar un examen previo en el que se demostrara un conocimiento real del dilema planteado.

Las técnicas propuestas son diferentes, como se ve, pero la intención idéntica: asegurarse de que la gente que vota no lo hace al buen tuntún y sabe de qué va la cosa.

A mí me parece una idea genial. Lo que no entiendo es por qué habría que aplicarla sólo en el caso de que hubiera un referéndum de autodeterminación en Euskadi. Yo la haría extensiva al conjunto de las elecciones. Que todo pichichi sea sometido a examen, sí señor, y que quien no apruebe sea borrado del censo. Provisionalmente. Hasta la siguiente convocatoria.

Pongamos por caso las próximas elecciones autonómicas vascas. Examen al canto.

–A ver, el siguiente... Ander Zugazabeitia... Enumere usted todas las transferencias previstas en el Estatuto de Autonomía que aún siguen en manos de la Administración central. (...) ¿Cómo? ¿Qué no se las sabe? Vaya por Dios, pues se va a quedar usted sin votar, como es lógico... Hágase cargo: es un asunto clave... Si no sabe ni eso... Sería un voto inconsciente, el suyo. No podemos aceptarlo.

Más estupenda podría ser la escabechina de cara a unas elecciones generales, a nada que el temario del examen lo decidiera alguien medianamente riguroso. Por ejemplo: «Maastricht, Ámsterdam y Niza: balance crítico de las principales innovaciones de cada uno de los tres Tratados». O bien: «Reforma del Senado. Propuestas de cada uno de los partidos». Es obvio que la gente que no tenga ni idea de estas cosas no puede votar con el suficiente conocimiento de causa. Así que a tomar por rasca.

Yo siempre había discrepado del lema ése de la democracia: «Un hombre, un voto». Pero lo hacía sólo porque me decía: «Jopé, y las mujeres ¿qué?». Pero ahora, gracias a Arzalluz y a las juventudes de EA, me doy cuenta de mi error. El lema debería ser: «Un hombre informado, un voto».

Hay que ir encargando los letreros que deberán presidir a partir de ahora los colegios electorales: «Reservado el derecho de admisión. Ignorantes abstenerse».

  

(16-XII-2000)

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El rompecabezas

 

Que ETA tome a un fontanero-electricista de un minimunicipio catalán por representante de la opresión nacional de Euskadi no tiene ya, para estas alturas, nada de sorprendente. Francisco Cano ejercía en horas libres de concejal del PP, y a ETA con eso le basta. Con eso y con menos. Lo que trata es de llevar a la opinión pública española al hartazgo y el desaliento, para que fuerce a los responsables del Estado a tirar la toalla y, a tales fines, nada mejor que esta constante lotería de muerte que ha puesto en marcha desde la ruptura de la tregua: hoy aquí, mañana allá; hoy un ex ministro, mañana un concejal, pasado mañana un ertziana, al otro un periodista...

Muchos se quedan perplejos ante la selección de víctimas que hace, aparentemente fuera de toda lógica. Pero, cuando lo que se pretende es provocar la desesperación del otro, nada más adecuado que acosarlo de manera arbitraria e impredecible. En ese sentido, la falta de lógica formal es una forma de lógica. No hay nada más aterrorizante que vivir con la angustia de no saber contra quién o quiénes, cuándo y dónde llegará el golpe siguiente. Porque es imposible estar preparado para cualquier cosa. Porque no cabe defenderse de todo.

Hasta el último aspirante a estratega sabe que, para combatir eficazmente a un enemigo, lo primero que se requiere es entenderlo: saber cómo funciona.

Hay quien confunde entender con justificar y se toma cualquier intento de analizar la táctica de ETA como si fuera un amago de excusa. Grandísimo error. Por el contrario, lo que más contribuye a los fines del terrorismo son esos socorridos discursos, a los que tan aficionados son algunos políticos y comentaristas, que pretenden que ETA no es más que una banda de «gente enloquecida» compuesta de «descerebrados» que «no saben lo que quieren». Un planteamiento así tendría sentido si estuviéramos refiriéndonos a un puñado de elementos aislados, sin capacidad de reproducción orgánica. Pero sabemos que son bastantes, y que si no son más es porque no quieren, porque cuentan con varios miles de jóvenes dispuestos a ser reclutados en cualquier momento para continuar la obra de quienes vayan siendo neutralizados. En tales condiciones, las seudoexplicaciones psiquiátricas no conducen sino a multiplicar el terror y la desesperanza de la población, que es precisamente lo que más conviene a ETA.

Por poco que guste la perspectiva, hay que asumir el problema tal cual es y decirle claramente a la ciudadanía que este rompecabezas tiene muy mal apaño. Porque hay muchas piezas que sobran y otras, no menos abundantes, que faltan. Se requiere abordarlo con paciencia, serenidad,  imaginación y valentía. De lo contrario –y tampoco nos engañemos en eso: lo contrario es lo más posible--, vamos a tener horror para rato.

 

(15-XII-2000)

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Mayor Oreja en la bañera

 

Siempre habrá quien lo tome por paranoia, pero no hay tal.

No tengo manía persecutoria. Es que me persigue.

Mayor Oreja sabe que no lo soporto, que me produce alergia ese tono jesuítico que adopta para decir las mayores maldades como si se tratara de los más píos pensamientos. Está informado de que, en cuanto abre el pico en una emisora de radio, me lanzo a escape sobre el aparato para darle al off o, por lo menos, para emigrar a otra emisora hasta que aparezca él. Consciente de ello, ha puesto al Cesid sobre mis huellas, y espera a que no esté en condiciones de silenciar sus mensajes para vomitarlos, y que los tenga que soportar.

Ayer, el muy perverso, consiguió pillarme en la bañera. Inerme. Sin capacidad de reacción. Con mis cuatro pelos cubiertos por el champú.

Excuso decir que, en esas condiciones, tampoco pude tomar nota de lo que dijo o, como se diría ahora, «de la literalidad de sus palabras». Pero la cosa fue, sobre poco más o menos, así: «Para pacto excluyente, el de Lizarra. Es normal que los que lo firmaron ese acuerdo con los terroristas se opongan al compromiso que nosotros hemos suscrito con los socialistas. Este nuevo documento es la antítesis de Lizarra».

No cabe mayor cúmulo de falsedades. A) Lizarra no fue un pacto excluyente. A aquel foro fueron convocados todos los partidos políticos y organizaciones sociales. Que el PP renunciara a acudir es comprensible, pero no tiene derecho a decir que fue dejado de lado de antemano. Se autoexcluyó.  B) El manifiesto de Lizarra ni se acordó con ETA ni tuvo el apoyo de ETA. Su texto descartaba explícitamente las vías violentas de lucha. C) En ese sentido, el acuerdo PP-PSOE sólo es la antítesis de Lizarra en la medida en que aquella fue una plataforma a favor de la paz por la vía de la negociación, en tanto que lo que ellos propugnan ahora es la consecución de la paz a través de la victoria policial sobre ETA. Una opción que sería digna de consideración si aportara algún dato objetivo que respaldara sus posibilidades de éxito. Cosa que, lamentablemente, no hace.

Cuando Jaime Mayor Oreja no sólo no trata de atraer, sino que empuja al bando opuesto a todos los que respaldaron el foro de Lizarra –desde IU a CiU, pasando por el BNG--, revela a las claras dónde pretende establecer la línea divisoria. Lo que a él le inquieta más no es la violencia, sino el independentismo.

Pues que lo diga, y nos deje de sermones.

 

(14-XII-2000)

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De Ajuria  Enea a La Moncloa

 

Es probable que mi torpeza mental carezca de parangón en este rincón del orbe, pero, la verdad, por más vueltas que le doy, no acabo de ver en dónde está la novedad y el interés político del pacto contra el terrorismo que firmaron ayer Arenas y Rodríguez Zapatero en La Moncloa.

Empiezo por no entender qué daño le hace a ETA que el PP y el PSOE proclamen que están en contra de su actividad terrorista, y que lo están por razones similares. Eso no sólo era ya de conocimiento general —y, por lo tanto, también de ETA—, sino que además ya lo habían suscrito conjuntamente ambos partidos hace muchos años en el Pacto de Ajuria Enea, al que ninguno de ellos, que yo sepa, había renunciado.

Primera constatación a la que llego: puesto que no se le dice nada nuevo a ETA, es obvio que el pacto no tiene a ETA por destinataria.

Prosigo mi reflexión y reparo en que, si uno toma cumplida nota de los diversos puntos que el PP y el PSOE enfatizan que han acordado, descubre que son cosas que ya estaban negro sobre blanco en el Pacto de Ajuria Enea. A decir verdad, estaban esos puntos... y bastantes más. Y comprometiendo a bastantes más partidos.

De modo que, desde ese ángulo, no cabe decir que el PP y el PSOE hayan dado ningún paso hacia adelante. Para quedarse en lo que se han quedado, les bastaba con haber firmado una proclama conjunta reafirmándose en los principios del Pacto de Ajuria Enea, y tan ricamente. Bastaba y sobraba.

Es posible que el problema sea mío, que lo mismo padezco un atracón de lógica cartesiana, pero se me ocurre que, si lo peculiar del nuevo pacto se concreta en esa doble circunstancia —que se queda en menos y que compromete a menos partidos—, lo mismo es eso lo que han buscado con él.

Porque el hecho es que lo único que tiene de novedoso el acuerdo suscrito ayer es precisamente que reduce tanto el terreno de acuerdo como el número de los acordantes.

Si han puesto tanto interés en llegar a ese punto, habrá que suponer que, por alguna razón, sentían esa doble necesidad: retroceder sobre lo ya convenido en Ajuria Enea y desprenderse de los otros socios que tuvieron entonces. O de algunos de ellos, al menos.

¿A qué aspectos esenciales del Pacto de Ajuria Enea renuncia el nuevo acuerdo? A uno con especial claridad: al principio según el cual el conflicto vasco debería tener un final dialogado.

¿Y de qué partidos prescinde? De los nacionalistas vascos, muy destacadamente.

Me da que este pacto de ahora se caracteriza menos por lo que tiene que por lo que carece. Que ayer no festejaron el bautizo de nada. Que se reunieron sólo para celebrar el funeral de Ajuria Enea.

 

(13-XII-2000)

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El amor y la informática

 

Me telefonea mi buen amigo Gervasio Guzmán, que se ha enterado de que estoy dando salida webística por entregas al libro Matrimonio, maldito matrimonio.

–Puestos a airear todo aquello a estas alturas –me dice–, me habría gustado rectificar alguna de las cosas que dije entonces, y que tú transcribiste.

Trato de explicarle que aquel libro fue lo que fue, y que una cosa es hacer una reedición corregida y otra copiar lo ya publicado. Una copia tiene que respetar el original.

De todos modos, me intereso por los aspectos que hubiera corregido, si pudiera.

–Bueno... –responde–. La verdad es que allá por 1986, cuando te metiste a escribir eso, yo tenía muy pocas ideas claras en relación al matrimonio. Ahora me da que ya no tengo ninguna.

Le confieso que estoy en las mismas. Cuando ahora repaso con qué aplomo opinaba por entonces, me sorprendo a mí mismo.

Le pido que me ponga algún ejemplo de las certezas que se le han desmoronado.

–¿Recuerdas las opiniones que tenía por entonces sobre el matrimonio y el dinero? Bien, pues me he dado cuenta de que esas opiniones se debían, en buena medida, a que jamás había tenido ni un duro. Estaba muy orgulloso porque en ninguna de mis separaciones había tenido hasta entonces ninguna enganchada por asuntos económicos. ¡Tonto de mí! ¿Cómo podía tener problemas de reparto con mis ex, si apenas había nada que repartir?

Sabiendo como sé que, de entonces a ahora, Gervasio se ha casado y separado un par de veces más, opto por mantener un respetuoso silencio. Doy por hecho que sangra por alguna herida.

–Es algo en lo que he pensado bastante, y me recuerda a la informática –prosigue.

Me deja perplejo.

–¿A la informática, dices?

–Sí. La informática. Los ordenadores. Te ayudan mucho, son una gran cosa, te proporcionan un montón de posibilidades... pero también te crean la tira de dependencias. Todo lo vas haciendo depender del maldito aparato, todo lo guardas en él. Pero, de repente, el PC se te estropea y te quedas inutilizado. Te pueden dar las 6 de la mañana intentado reparar el fallo, desesperado. Y como no lo consigas y te veas obligado a mandarlo al taller, ¡que días de angustia, los siguientes! Te quedas sin correspondencia; no puedes trabajar; sabes que tenías tareas pendientes pero, como no las recuerdas, estás vendido... Es un desastre total. Te trastoca toda la vida.

Me entran ganas de tocarle un poco las narices.

–Ah, yo pensaba que ibas por otro lado... Creí que lo decías porque tanto en materia de ordenadores como de amores toda la cuestión está en tener solo uno. Si tienes dos ordenadores, y si eres lo suficientemente prudente y copias en uno todo lo que haces en el otro, es muy difícil que la avería de uno te inutilice.

–¿Y en materia de amores? –me busca las cosquillas.

Pero no estoy dispuesto a dejarme coger.

–Pues pasa lo mismo que con los ordenadores –le digo–: que no todo el mundo puede permitirse el lujo de tener más de uno.

 

(12-XII-2000)

 

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La espada de Damasco

 

Domingo por la tarde. La uno de TVE emite La espada de Damasco, película de aventuras «para niños» con un Rock Hudson insoportablemente joven.

Por lo que entiendo, la cosa consiste en que un guerrero de Basora, que está muy enfadado con las autoridades de Damasco por cosa de afrentas familiares y de tierras, acude a la capital para tomar venganza. Allí se encuentra una espada estupenda, que mata que da gusto. Luego tiene diversos líos con la hija del sultán, el gran visir y el hijo de éste, que es muy malo y le quita la espada. Entonces el joven guerrero de Basora asalta el castillo del sultán y mata a un soldado que le da el alto, cosa que al director de la película y al guionista les parece muy bien y que incluso se toman a chirigota.

Paro ahí el relato para extraer la moraleja: si tienes afrentas con unos gobernantes vecinos, lo más correcto que puedes hacer es irte a su capital y matar todo lo que puedas, incluyendo a los guardias que lo único que hacen es cumplir con su deber dando el alto a los que quieren entrar en casa de su jefe por la fuerza.

Caramba con la inocente película para niños.

 

 (11-XII-2000)

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