Sincorbatismo

 

Un buen amigo me reprocha las muchas vueltas que doy a todo lo que escribo y me recuerda que Luis Antonio de Villena ha declarado más de una vez que a él le bastan y sobran 20 minutos para escribir una columna. Admito sin reservas mi admiración por el insigne poeta. Yo tardo mucho más. Invierto no menos de media hora en redactar las ideas que me bullen en la cabeza y otro tanto en peinarlas para que den el pego y parezcan escritas de un tirón. Recordando las habilidades de Villena, me ha venido a la memoria una columna suya, publicada en El Mundo del 10 de febrero de 1997, que hizo entonces mis delicias y que espero os colme de satisfacción también a vosotros en estos días de ahora. Confío también en que la columna sirva de paso para ilustrar a los pesados que siguen tratando de dilucidar qué caracteriza a la verdadera izquierda y qué la distingue de la derecha.

 

HOY LUNES

Sincorbatismo y otros chics

LUIS ANTONIO DE VILLENA

        
Por fortuna se va extendiendo la idea -lo recordaba Umbral ayer- de que la actual diferencia entre izquierda y derecha (enfrentadas en parejas luchas de poder, dinero y plataformas digitales) no radica en lo político -tan parecido- sino en la actitud vital, en el talante moral, en el aire cultural de sus vuelos, en sus andares, predilecciones, su cine, sus libros (o su carencia) su modo de encarar el progreso, la novedad, el ir adelante o quedarse en los tés de tarde y los trajecitos cursis de señora buena...

Por eso ahora que los chicos del PP (parecidos como gotas de agua, incolora, inodora, etc.) van de traje, corbatita Hermès y gomina (con ricitos en la nuca), ahora que todos lucen aires de pilarista y trajecitos monos, ahora el sincorbatismo es la otra elegancia. Como en los años 20 se hizo signo de libertad no llevar sombrero -el sinsombrerismo- hoy esa misma libertad, el desdén por la familia tradicional, por lo políticamente correcto, por la falsa modernidad de una democracia hueca e iletrada, puede expresarse en el sincorbatismo, tirar la corbata a los papeles y ponerse camisetas alegres o lazos románticos... Por supuesto no volver a la pana ni al descamisado. Estamos ya más lejos. Y así en los USA, los más radicales -que en semejante horror de país deben ser perros verdes- hablan ya del addict chic, que podríamos traducir como la estética del cuelgue. Se trata de adoptar -con elegancia- aires de yonqui (delgadez, ojeras, palidez, uñas largas) con mucho paño negro y un desarreglo buscado e inquietante. Claro que no hay que ser yonqui, sino ir a la contra de los bienpensantes y manifestarlo en el traje. Un poco vampíricos, un tanto desgalichados, sin rayos uva ni peluquerías alto standing, los sincorbatistas y los estetocolgados, vamos como los chicos de Trainspotting para asustar a Ana Botella y a todos los que tienen en el alma un confesionario o un delantal con lunares y una frasecita escrita (nunca cumplida) de amor universal. La derecha española suele ser inculta, tosca o monjil. Pero ahora, además, es hortera como una familia numerosa obtusamente feliz. Ni fútbol ni televisión, lo que se ventila -como siempre- es sólo dinero, más dinero y poder.

 

 

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