[Del 12 al 18 de noviembre de 2004]

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Erre que erre

(Jueves 18 de noviembre de 2004)

Erre que erre: los medios capitalinos pretenden ahora que ETA se prepara a desarbolar la nueva estrategia de Batasuna y aportan como supuesta prueba de ello que en el último boletín interno de la organización, Zutabe –que no tiene nada de interno, por cierto–, se descalifica el «plan Ibarretxe».

El culo y las témporas.

Batasuna no afirmó el domingo en ningún momento que aliente el más mínimo deseo de apoyar el proyecto de Ibarretxe. Todo lo contrario. Lo que propuso es muy diferente: aboga por crear un ámbito de diálogo (una «mesa», dice) que implique a todos los partidos y organizaciones sociales y que permita sentar las bases de un plan de futuro para Euskal Herria. O sea, nada de «plan Ibarretxe».

Cabe preguntarse a qué viene este terco empeño de los mass media de Madrid en arruinar la recién estrenada estrategia de Batasuna. Vistas las cosas en su superficie, lo lógico sería lo contrario. ¿No supone ese plan el cese de la kale borroka y de otras formas violentas de lucha? ¿No es eso lo que los más influyentes creadores de opinión españoles han venido reclamando desde hace años y años? ¿Qué le ven de malo?

Hay –eso es bien sabido– algunos agitadores mediáticos que viven del conflicto. Como ETA dejara las armas y Batasuna se volcara en la actividad política normalizada, se quedarían sin su principal fuente de reconocimiento público. No podrían pasarse el día hablando de lo amenazados que están y de lo valientes que son atreviéndose a proclamarse españolísimos.

Pero ese trasfondo explica tales o cuales comportamientos individuales, no las líneas editoriales de los medios.

Ésas se apoyan en factores más de fondo.

Uno –clave– es que, en el caso de desmilitarizarse el conflicto vasco, se verían en graves dificultades para tener sometidos los proyectos de replanteamiento del modelo de organización territorial al estado de excepción permanente en que se encuentran. Ser partidario del federalismo, de la confederalidad, o lisa y llanamente separatista, no podría presentarse ya como sinónimo de semiterrorista (o de terrorista del todo). Lo que obligaría a los amantes del Estado español en su forma actual a razonar sus posiciones por vías intelectualmente más consistentes. O consistentes, a secas.

Ha de tenerse en cuenta también que los grandes medios de comunicación centrales tienen lazos muy poderosos con los dos grandes partidos que se turnan en el poder. Y el plan de Batasuna, de progresar, dejaría fuera de juego al PP y en una muy delicada posición al PSOE, cuyas diferencias internas en este terreno son bien conocidas. Es decir: podría provocar un cambio de las reglas de juego con las que se manejan los grandes consorcios empresariales de la comunicación. Un cambio que no les interesa nada.

Recordaréis la boutade de Manuel Vázquez Montalbán, cuando escribió aquello de que «contra Franco vivíamos mejor». Para mí que éstos están ya temiéndose la posibilidad de acabar pensando: «Contra ETA vivíamos mejor».

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El nuevo periodismo

(Miércoles 17 de noviembre de 2004)

Titular principal de la edición digital de El País de hoy (que no es el mismo que lleva la primera edición del periódico en papel):

ETA asegura que seguirá atentando tras ser

descabezado su aparato de reclutamiento


              
Es un ejemplo perfecto del periodismo que impera en estos tiempos.

En primer lugar, ETA no ha afirmado nada tras la operación policial de ayer. Los documentos que difundió anoche Radio Euskadi, como la propia emisora puso énfasis en aclarar, son muy previos no ya sólo a la redada que había sido realizada pocas horas antes por orden de Garzón, sino incluso también al mitin que Batasuna realizó el domingo. Algunos tienen más de un mes.

La secuencia temporal que presenta el titular de El País da a entender que ETA ha reiterado en las últimas horas su intención de realizar atentados.

Yo no digo que no tenga esa intención. Y no lo digo porque no tengo la menor idea. Pero El País, que tampoco tiene ni idea, falsea la realidad para hacer como que sí.

En segundo lugar, el periódico que mucha gente tiene como modelo de periodismo serio se permite afirmar, con un par (de líneas), que la redada policial de ayer ha supuesto el descabezamiento del aparato de reclutamiento de ETA. Se salta a la torera todo: la toma de declaración de los detenidos, su procesamiento o no procesamiento, el juicio de los eventuales procesados y la condena o la absolución que en su día dicte el tribunal. El País ha decidido que todo eso son minucias y que él puede afirmar sin el menor problema que los detenidos constituían ni más ni menos que la cabeza del aparato de reclutamiento de ETA. (Y digo «la cabeza» puesto que el titular afirma que el tal supuesto «aparato» ha sido «descabezado»).

El diario de Polanco ha dado por buenas y asumido como propias las afirmaciones que hizo ayer el ministro del Interior. Eso, en buena ética periodística, sería inaceptable en todo caso –un diario riguroso sólo presenta como imputaciones válidas aquellas que ha podido corroborar por sí mismo–, pero lo es mucho más en éste, a la vista de las repetidas pifias en que ha incurrido en los últimos tiempos el ministro Alonso, que ha atribuido toda suerte de prácticas terroristas a detenidos que en el plazo de pocas horas han sido puestos en libertad sin cargos, en algunos casos sin siquiera ser conducidos ante el juez. De 19 detenidos sobre los que José Antonio Alonso hizo recaer hace escasas fechas acusaciones gravísimas (entre ellas la de estar a punto de cometer atentados), 14 se encuentran hoy en la calle sin cargos. Muchos de ellos, para más inri, han presentado denuncias contra la policía por torturas. Unas denuncias que no deben ser tan increíbles cuando ayer mismo una diputada autonómica del PSOE, Idoia Mendia, se refirió a ellas afirmando que «la tortura es una práctica que habría que erradicar del Estado».

He traído a colación este titular de El País por la notable cantidad de falsedades y disparates que acumula en el breve espacio de dos líneas, pero no porque me parezca un hecho excepcional. Ni en El País ni en ningún otro periódico afiliado a la razón de Estado, que es la que hoy en día impera.

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La mala pinta

(Martes 16 de noviembre de 2004)

La titular del Juzgado de lo Penal número 1 de Huelva ha absuelto a un hombre que estaba acusado de agredir a su ex pareja. En su sentencia, la juez priva de credibilidad al testimonio de la presunta agredida arguyendo que viste «de manera indecorosa, propia de un chiringuito». Según se desprende de su argumentación, una mujer que llevaba «una mera camiseta de tirantes ajustada al cuerpo, con un muy generoso escote» y que «sólo cubría 10 centímetros de muslo», no merecía crédito.

De ser exacto el relato periodístico, estamos ante una reedición sui generis de la célebre «sentencia de la minifalda», en la que un juez –en aquel caso hombre– excusó una agresión sexual amparándose también en el modo «indecoroso» en que vestía la agredida.

Vale la pena subrayar hasta qué punto algunas personas encargadas de administrar justicia mezclan sus prejuicios particulares con las normas legales y las figuras delictivas fijadas en los códigos pertinentes. En el caso de la juez onubense, es obvio que incluso ella misma fue consciente del carácter torticero de sus criterios. En efecto: de haber podido argumentar objetivamente la falta de decoro de la testigo, la habría conminado a cambiar de vestimenta antes de iniciar la vista oral. Pero no dijo nada, permitió que se realizara el juicio y se guardó sus castos prejuicios para la sentencia.

La actitud de esta juez, de todos modos, es mucho menos insólita de lo que puede parecer a primera vista. Porque son muchos los servidores del Estado que actúan en función del aspecto de los ciudadanos.

Siempre recordaré una noche, hace años, que entré a comprar tabaco –entonces aún fumaba– en un bareto del barrio de Malasaña, en Madrid. Según me dirigía a la barra a pedir la cajetilla correspondiente, irrumpieron de súbito varios policías nacionales que, a grandes voces, conminaron a los presentes a colocarse contra la pared. Yo recogí el tabaco, lo pagué y me fui hacia la puerta. Al pasar junto a los policías, les dije: «Buenas noches». Y me contestaron: «Buenas noches, señor».

Me juzgaron por la pinta.

Han sido muchas más, por desgracia, las ocasiones en las que he podido comprobar cómo la Policía juzga también por la pinta, pero a la inversa. Cómo reclama de malos modos la identificación de personas que no han hecho nada de particular pero que, en su criterio, tienen «mala pinta»: chavales vestidos, peinados o rapados a su aire, mujeres de aspecto «indecoroso», inmigrantes no muy trajeados... Gente que va por la calle a sus cosas sin meterse con nadie y que, por no tener los rasgos físicos o no vestir como los agentes del orden consideran normal, se ven metidos en un lío que, en el mejor de los casos, les hace perder un buen tiempo.

Bueno, pues era de eso de lo que quería hablar en este apunte: de cómo no son sólo algunos jueces los que juzgan por la pinta. Y del peligro que entraña salirse de la norma.

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Un anuncio importante (y 2)

(Lunes 15 de noviembre de 2004)

Nota.– Recomiendo a quienes no leyeran el apunte de ayer que lo repasen antes de entrar en éste, para la mejor comprensión del conjunto.

 

Una vez examinadas las crónicas periodísticas sobre el mitin multitudinario de HB en Anoeta, me reafirmo en las consideraciones generales que expresé en el apunte de ayer. Y sigo a la espera de conocer el documento íntegro.

Añadiré aquí algunas consideraciones complementarias.

Es importante que HB afirme taxativamente que las eventuales negociaciones políticas que se entablen corresponderán en exclusiva a las fuerzas políticas y que a ETA sólo le cumple negociar las condiciones del cese de su actividad, o sea, de su desarme. Esto equivale a dejar a ETA fuera del juego político.

Es igualmente importante, aunque fuera dicho en tono críptico, que HB diga que quien intente «desactivar» su planteamiento «exclusivamente político y pacífico» «se va a equivocar». Otegi añadió: «Sé por qué lo digo». Yo no sé por qué lo dice, pero puedo imaginarme muy bien que se trata de una velada advertencia dirigida a la parte de ETA que pueda oponerse a la nueva estrategia e intente dinamitarla, en el sentido más literal de la expresión.

En fin –y por no extenderme demasiado, que tengo prisa–, me parece esperanzador que el mitin de ayer pudiera desarrollarse sin ningún problema. La alcaldía de Donostia cedió el recinto, la Delegación del Gobierno no dijo esta boca es mía, los órganos de la Justicia se dejaron sus prohibiciones para mejor ocasión y, por supuesto, la Consejería de Interior del Gobierno Vasco se abstuvo muy mucho de meter baza (o Balza, como se quiera). Eso significa una cosa muy clara: que, aunque muchos digan que no se han movido las posiciones ni un milímetro, sí que se han movido. Por ambas partes. Y más que habrán de moverse.

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Un anuncio importante (1)

(Domingo 14 de noviembre de 2004)

No voy a analizar en detalle la declaración política que HB hará pública esta tarde en Anoeta porque lo que se conoce de momento de ella no la abarca en su totalidad y porque, además, no es seguro que los aspectos limitados que han sido publicados, citados de manera indirecta –la mayor parte de las veces no entrecomillados–, reflejen con exacta fidelidad el espíritu del documento.

Lo que sí parece claro, por lo que se sabe, es que HB anunciará su intención de «sacar el conflicto de las calles y llevarlo a la mesa de negociación» y su voluntad de mostrarse «flexible» para que esa negociación pueda progresar.

También se da por hecho que no hará ningún «emplazamiento» a ETA para que deje las armas.

Varios partidos se han apresurado a declarar que, si HB no condena la actividad armada de ETA, su declaración no valdrá para nada.

Pero ellos saben de sobra que HB no podría emitir una condena así sin provocar un cataclismo en la izquierda abertzale.

Oí hace algunos días –creo que lo comenté por aquí– a dos personas de relevancia política, vinculadas a HB y al PSOE, respectivamente, utilizar la misma comparación: «Un trasatlántico sólo puede girar poco a poco; necesita tiempo». Los dirigentes de HB, entre los que probablemente hay diferencias de cierto peso en cuanto a la importancia del cambio de rumbo que se trata de dar, no podrían en ningún caso someter a su «trasatlántico» a un giro de timón brutal –dicho sea por seguir con el símil– sin provocar la ruptura del casco. Necesitan tiempo para que los suyos vayan asumiendo progresivamente los cambios.

Pero ese mismo razonamiento es también aplicable a algunos de los partidos que a buen seguro negarán de cara a la galería la importancia del cambio que se dispone a asumir HB. Pienso en el PSOE, muy especialmente. Tampoco los dirigentes socialistas –cuyas diferencias internas a este respecto son igualmente obvias– podrían saludar el nuevo rumbo de HB sin abrir serias vías de agua en su barco.

En cuanto a los otros aspectos de la declaración –los positivos, por así decirlo– habrá que verlos con mayor detalle. Habrá que aclarar, para empezar, a qué se refieren cuando hablan de su disposición a ser «flexibles». Hay quienes creen saber que entre esos elementos de flexibilidad estará el de dejar de situar la aceptación de «la territorialidad» (la unidad territorial de Euskal Herria, incluida Nafarroa y los territorios vascos del Estado francés) como conditio sine qua non para cualquier intento de solución negociada del conflicto. Si eso fuera cierto –lo que tampoco creo que sea formulado en ningún caso con tanta rotundidad–, sería un dato de importancia. Pero ya veremos.

También habrá que someter a exégesis la frase –ésta sí aparece entrecomillada en lo que se ha publicado– que habla de «sacar el conflicto de las calles». ¿A qué se refieren? ¿A la kale borroka? Podría ser. Pero no sería suficiente. La dirección de HB no puede ignorar que, mientras haya bombas y tiros, el conflicto seguirá «en las calles». ¿Se trata, entonces, del anuncio encubierto de una tregua indefinida de ETA? Algunos rumores que se oyen por los círculos políticos vascos van por ahí, pero son demasiadas las veces en las que ese género de rumores han sido desmentidos por los hechos.

En fin, no tardaremos en saber más y mejor.

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Encuestas imbéciles

(Sábado 13 de noviembre de 2004)

Se publican hoy en día encuestas que, por tolerante que sea uno –y yo lo soy hasta extremos que a veces me asombran a mí mismo–, sólo pueden calificarse de imbéciles.

Hay asuntos en los que se ve mal qué importancia puede tener lo que opine el personal, porque tanto da (v. gr.: no va a ningún lado saber cuánta gente prefiere que Aznar conferencie en la Universidad de Georgetown y cuánta lo vería mejor perorando en la de Michigan), pero que no son intrínseca y radicalmente disparatados. Triviales sí, pero no absurdos. A cambio, los hay que carecen por completo de sentido. Por poner un ejemplo: preguntar a la población si cree que tal día como hoy, pero dentro de un año, hará sol o lloverá en el madrileño distrito de Latina es, sencillamente, una memez.

Sin embargo, se hacen encuestas que, en el fondo, no se diferencian gran cosa de ésa que me acabo de inventar. «¿Cree usted que el ex presidente de la Comunidad Foral de Navarra, Javier Otano, tenía más de una cuenta corriente en Suiza?». ¿Y cómo diablos lo van a saber los encuestados? «¿Piensa usted que el Tribunal Constitucional dictaminará que la aprobación de la Constitución Europea obliga a reformar la Carta Magna española?». ¿Y quién sabe por dónde le dará en su momento al TC, que suele emitir sus dictámenes tras comprobar por dónde sopla cada día el viento de la política patria? Y, además, ¿qué trascendencia tiene lo que piensen ahora mismo unos cuantos particulares?

Hace años, un locutor de radio de ésos que se las dan de incisivos me preguntó:

–Cuando los socialistas estuvieron en el poder, ¿hicieron la vista gorda de manera sistemática ante los delitos fiscales de sus amigos?

–¿De manera sistemática? No lo sé –respondí, básicamente porque no lo sabía.

–Ya. No quieres mojarte, ¿eh? –me soltó.

Consiguió tocarme las narices. Es fantástico. Por lo visto, tienes que saber de todo, opinar de todo, juzgarlo todo.

Cuando acabó el programa, le pregunté:

–Oye, y tú ¿crees que E es igual a MC 2?

No entendió de qué iba, claro. La relatividad no era lo suyo.

Hoy en día, a todo quisque le preguntan qué opina sobre lo que sea, con independencia de que carezca de la información necesaria para emitir un juicio. O incluso aunque sea literalmente imposible que cuente con los datos necesarios para opinar sobre lo que se le plantea.

Pero no tiene nada de casual. Cuanto más se empobrece la democracia real, cuanto menos pinta la voluntad de la ciudadanía ante las grandes opciones de su existencia, cuanto más se lo guisan y se lo comen en recintos herméticamente blindados a la mirada de la calle –a menudo poderes económicos no sometidos a elección alguna–, más les conviene que la opinión pública se crea tenida en cuenta constantemente, consultada hasta para las más intrascendentes minucias.

Que es de lo que en realidad se trata. De que sólo opine sobre minucias intrascendentes.

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Análisis con bemoles

(Viernes 12 de noviembre de 2004)

Los comentaristas políticos, en España y en el conjunto del mundo occidental, aceptan como una verdad evidente por sí misma que la muerte de Yasir Arafat puede facilitar la distensión en el Oriente Medio. Dan por buena la pretensión de los dirigentes israelíes, repetida varias veces por Bush y sus colaboradores, para quienes Arafat no sólo no facilitaba la solución de los problemas, sino que era él mismo un problema.

Es indignante.

Lo sería incluso aunque hicieran extensiva esa condena ad hominem a Ariel Sharon y añadieran acto seguido que la desaparición física del actual primer ministro israelí sería también una condición positiva para el apaciguamiento de la zona. Pero es que no lo hacen. Sharon ha demostrado hasta la saciedad que es un especialista en echar gasolina al fuego (y metralla a los cuerpos). Es un provocador. Es belicoso hasta lo indescriptible. Es un desalmado. ¿Y habremos de suponer que con ese individuo al frente del Estado de Israel es posible avanzar hacia la paz, pero no lo era con Arafat?

A lo largo de su trayectoria como presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Yasir Arafat demostró que estaba dispuesto no sólo a negociar, sino a ceder más y más. Tanto, que muchos palestinos lo miraban ya con franca desconfianza, cuando no con directa hostilidad. No veo en qué sus sucesores podrían mostrarse más dúctiles que él sin que eso les condujera lisa y llanamente a la capitulación. Les piden que se enfrenten a tiros contra quienes combaten la ocupación sionista, pero nadie les asegura que, si lo hacen, el enemigo devolverá lo que ha ocupado ilegalmente. En consecuencia, lo que les están reclamando es que colaboren con los ocupantes. Si eso es razonable, que venga Yahvé y lo vea.

Quienes sí tienen por delante un enorme margen de maniobra son los gobernantes israelíes, que no han cesado de agravar la situación. Pero a ellos no les aprietan las tuercas.

No sentía yo mayor simpatía por Arafat. Por las noticias que me llegaban de fuentes fiables, su administración estaba en manos de mangantes de mucho cuidado. Además, sus servidores no tenían (o no tienen) una idea muy precisa de lo que significan los derechos humanos. Su policía ha sido acusada de recurrir a la tortura de manera sistemática. Más de un detenido ha salido de sus dependencias con los pies por delante. Pero no es de eso de lo que hablan quienes pretenden que su desaparición puede contribuir a la paz. Porque, si así fuera, dirían que todos esos cargos y muchos más pueden dirigirse también contra las autoridades de Israel.

 Pero Sharon y compañía tienen bula. Están cubiertos por el manto protector de Occidente. No hay que exigirles nada. Sólo esperar que se vuelvan buenos, cosa que sucederá exactamente a la misma hora en la que los burros empiecen a volar.

 

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