La boda

 

Daniela Benagel vive en un suburbio de Manila (Filipinas). Se ha despertado temprano para que le dé tiempo a recoger la casa antes de que empiece la boda. No está dispuesta a perderse ningún detalle. Su televisor es algo viejo, pero sus 22 pulgadas le permitirán a Daniela asistir al evento sin perderse ningún detalle. Está impaciente, ilusionada y expectante.

Moisinge Nbeza vive en Gambia desde hace cinco años. Trabaja en una granja y su sueldo le da para ir tirando. No conoce los lujos, pero en su hogar no falta un televisor. Moisinge ha invitado a sus amigos a casa. Ha sacado unos dulces y un licor típico de la región para vivir la ceremonia con la alegría que precisa.

Soo Lee es viuda. Su mala suerte es conocida en la comarca de Changchun (Vietnam), aunque no represente ninguna excepción: las desgracias afectan a todas las familias. La vida allí es difícil. Sus tres hijos fallecieron en un accidente que destruyó la fábrica en la que trabajaban a cambio de un minúsculo salario. Los días de amargura se han sucedido desde entonces, y en más de una ocasión ha intentado quitarse la vida. Hoy no será unos de esos días: la boda le ha devuelto esa chispa vital, y aguarda con una sonrisa irreconocible en su avejentado rostro el inicio de los actos.

Ho San Yien abandonó Saigón esta mañana para acudir a la vecina aldea en la que viven sus padres. Ha cerrado su establecimiento de conservas para ver el desfile de los invitados a la boda a través del televisor. Su bicicleta necesita unas mejoras, pero de momento le sirve para recorrer los 34 kilómetros que separan su casa de la de su familia.

En el mejor hospital de Calcuta una enfermera ayuda a Jaswant Gujral a tomarse un caldo. Jaswant está impaciente; lleva varias semanas aguardando a presenciar a través del viejo televisor de la sala la ceremonia. Poco importa que ese trasto sólo ofrezca imágenes en blanco y negro. El médico que lo cuida sabe que la alegría que sentirá durante la boda le supondrá un enorme beneficio curativo.

Averof Panayiotou es un joven de 15 años. Desde hace unos meses prepara su ingreso en el cuerpo de bomberos de la pequeña ciudad chipriota donde nació. Sigue unos entrenamientos durísimos y su calendario no le permite un solo día de descanso. Ayer fue el cumpleaños de su madre. Averof estuvo algo triste porque no pudo permitirse el lujo de descansar y visitar a su familia. Sin embargo, esta mañana decidió darse un respiro. Bajó al supermercado, compró unas latas de cerveza, unos aperitivos y preparó un buen estofado para darse un buen festín mientras contempla las imágenes de la gran boda.

Ron Nkabinde acaba de regresar a Sudáfrica después de asistir a un seminario sobre teología en la Europa del siglo XIX. El ciclo era importante para su futuro profesional. No debería haberse marchado faltando tan sólo un día para la finalización del seminario; ello le supondrá ser sancionado y no recibirá el diploma correspondiente. Pero le da igual, no podía perderse la boda.

Mohamed Sabri Hadithi sigue vivo de milagro: un obús explotó a sólo veinte metros de él. Las heridas que sufrió le mantuvieron una larga temporada en una especie de hospital en Bagdad, sobre un colchón y con fuertes dolores a los que los médicos no podían poner remedio por falta de medicamentos. Esa etapa ya está superada. Ahora, una cojera es el “único” recuerdo que le queda de aquel triste episodio. Pero al menos puede contarlo; su mujer no. Mohamed acudirá hoy al café del bazar para ver la boda en compañía de sus amigos. Alguno queda vivo.

Percival Davies es un forofo impenitente del Real Madrid. Nunca ha salido de Jamaica, pero se conoce al dedillo las aventuras futbolísticas de los integrantes del equipo de Zidane. Por eso le suena Madrid y por eso sabe situarla en el mapa. Hoy sabrá más cosas de esa ciudad. Sabe que perderá su trabajo en el mercado de frutas y verduras si no acude allí hoy, pero le da igual, quiere ver tranquilamente cómo discurre la boda. Ha pensado que ya se buscará otra forma de ganarse la vida.

Alvaro Acevedo Costinha es un músico sin suerte. Vive en Sao Paulo solo. Su mujer lo abandonó porque no ganaba lo suficiente. Entregado al alcohol, sus notas desafinan tanto como su presente. Hoy, acostado en el desapacible sofá de la pensión, esbozará una pequeña sonrisa; será la única del año. La boda le hará sentirse bien por primera vez en muchos meses.

Gullbudin Abdul Qadir vive en Balj (Afganistán). Su biografía presenta tantos remiendos como heridas de metralla. Primero los soviéticos y después los estadounidenses, todos han marcado en su rostro la tragedia. Gullbudin trata de rehacer su vida. Ha levantado desde la nada una pequeña granja. Vende leche para poder subsistir. Hoy caminará durante tres horas para poder ver las imágenes de la boda en el único televisor en 50 kilómetros a la redonda. Allí, le permitirán pasar a la casa del mandamás local y sentarse a ver el enlace. Saben que es un buen hombre. Estarán apretados, eso sí.

Lola Sunusi es una anciana nigeriana a la que los médicos le conceden pocas esperanzas vida. Durante sus 103 años de vida Lola había soñado con un momento como éste. Seguir la boda desde su alcoba supone para ella la guinda a una vida marcada por los sinsabores.

Mijail Zavarzine se ha escapado de sus obligaciones en la cocina del restaurante de Moscú donde trabaja. Quiere pasar un fin de semana pescando en el pueblo de su mujer, pero finalmente dejará la caña a un lado para poder ver cómo transcurre la boda.

El coreano Lee Duck Woo permanece en la cárcel de Taejon desde 1986. Mejor no entrar en detalles de los motivos que supusieron su ingreso en prisión. El caso es que Lee pagará muchos cigarrillos para que el recluso de la sala de la tele le permita ver las imágenes de la boda.

Mario Menata vive en Chokwé, una de las regiones mozambiqueñas más castigadas por las inundaciones. Ya no puede ir a la escuela; su padre se lo ha dejado claro esta mañana. Necesitan que se gane la vida. Dice adiós a sus sueños de médico. El único sueño que podrá hacer realidad ahora es contemplar a través de la tele la boda. Joaquim Limpopo, el director de la empresa donde trabajan sus hermanos mayores, permite a todos los familiares de éstos asistir al patio de la nave de repuestos, donde un destartalado televisor les acercará las imágenes más deseadas.

Tras los fastos de la boda, tras comprobar qué feliz discurrió el cortejo; después de apreciar qué lindeza se desprendió del desfile de vidas lujosas; tras empaparse de la alegría colectiva, del colorido de los ciudadanos gozosos y del festín de colores; quizá entonces, quizá algún día, Lola, Soo, Janec, Percival, Mijail, Mario, Ron, Gullbudin, Álvaro, Ho, Daniela, Moisinge, Mohamed, Lee, Averof o Jaswant se decidan a visitar Madrid. Si son capaces de llegar hasta aquí con vida, les recibiremos con la etiqueta distintiva que reza: “Bienvenidos al mundo real. Es usted un ser humano ilegal”.

 

Para escribir al autor: Marat_44@yahoo.es

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