El abrir o cerrar los ojos

 

           Detienen a Sadam Husein y nos lo muestran con una tremebunda barba, el cabello de las sienes encrespado  y unas ojeras tenebrosas, todo ello impropio de quien se pretendía un ser superior. Mientras toda Europa asiste al impacto audiovisual de su captura, en España estamos en plena operación triunfal  con el “lerele lerele” más propio del franquismo, pero en versión adaptada, eso sí,  a las necesidades estéticas del momento y  en  formato enlatado. Panem et circenses hasta la muerte. 

Seiscientos soldados estadounidenses han participado en la culminación de esta operación de caza y captura. Estos centenares de fornidos muchachotes reciben alimentos en mal estado procedentes de las empresas filiales del sabueso Cheney.  No importa, los que regresen a casa, que no serán todos, tienen garantizado el consumo de cheeseburger. Se repondrán.

Dicen que Sadam estaba armado,  que  no mostró resistencia. No ha faltado entre sus antiguos vasallos quien le reproche el no haberse pegado un tiro antes de ser capturado. A mí me huele a botín de delaciones  este  macabro hallazgo del dictador en un zulo. Se escondía en un agujero que contaba con un ventilador, que hasta en el fango ha conocido cierto lujo el muy  energúmeno.

Quizá no valiera con él lo de “vivo o muerto”. Vivito y coleando Sadam resulta más rentable, produce un mayor efecto desconsolador entre sus fieles.  O al menos eso pretenden las cabezas pensantes de la CIA, cada día más cercanas a las de la TÍA, por mucho que lo de Kennedy aún plantee alguna duda entre los menos despiertos.

La bestia ya está en la jaula. Bremer, administrador civil estadounidense en Irak,  dice: “Lo tenemos”. Vítores y gritos, más propios de un partido de la NBA, dan la bienvenida a la noticia. Sí, es cierto, lo tienen. Pero, permítanme el ejemplo:  si el franquismo no murió con Franco, no pretenderán ahora que, una vez capturado Sadam –otro tirano-  los iraquíes canten el Himno a la Alegría.  El rey de la selva lo es tanto por el miedo que infunde en unos como por el apoyo que recibe de  otros. Ningún tirano tiene poderes sobrenaturales,  ni sangre azul que valga,  ni representa a ningún dios (espero que esta afirmación no me cueste la excomunión). Tampoco los presidentes endiosados en los pasillos de la democracia. Tampoco. Ahora Sadam podría emular a Pinochet, hacerse el tarumba, anidar en una silla de ruedas y terminar en una residencia de lujo en Los Ángeles. Aunque parece poco probable, porque a éste no lo reclama Garzón, con lo que ello supone de garantía exculpatoria en muchos casos, claro.

  La mirada de Sadam, al que le colocan una doble d (Saddam) para que suene a Satán, refleja desconcierto. Ha sido derrotado. Lleva el 666 en esa barba mugrienta y de mil tonos grises. El número de la Bestia. A sus hijos los destrozaron con una violencia sin paliativos, sin medias tintas ni armas cortas. Sus cuerpos reconstruidos en la morgue reflejaban la crudeza y la efectividad con que se habían empleado los marines asaltantes. Esa efectividad que se echó de menos en el hotel Palestina de Bagdad, cuando un torpe soldado cumplió unas órdenes miserables y terminó con la vida de José Couso y la de otro periodista ucranio. Sus ojos eran los ojos de una audiencia amplia. Se cerraron para siempre y un fundido en negro vino a tapiar las imágenes de la Libertad. De Igualdad y Fraternidad, mejor ni hablo.

 El desconcierto que refleja la mirada de Sadam es la etiqueta de  un ser mortal. Esta bestia es mortal. Sadam no es ese ser pretendidamente superior, endiosado, vanagloriado y orgulloso. Ya no.  Él no es más que un ángel renegado, un Lucifer hecho a medida del reclamo estadounidense. Su ego se reboza ahora en el estercolero de los vulnerables. Un médico del ejército de Bush comprueba su estado de salud. Con estas imágenes dañarán la moral de la denominada resistencia iraquí, de la que este cobarde se desliga apenas se le interroga.  Pero quizá un animal herido se torna aún más peligroso. Sadam fue un buen día el aliado de los americanos; de ellos recibía las armas y la invitación con barra libre para liquidar a los vecinos iraníes y kurdos con armas químicas. Los yankees le regalaron la  versión satánica del Quiminova.

Ahora, el atocinamiento, el desconocimiento y la perversidad separan la verdad de la bazofia comunicada en densos y constantes ejercicios propagandísticos. 

     Sadam es un ser necio, despreciable, un acicate para la Humanidad, pero, por encima de todo, un peligro flotante para el pueblo de Irak. Pero no nos engañemos, si éste no contase con petróleo, si su ubicación geográfica no fuese la que es, las cabezas de inocentes seguirían rodando en la interminable partida de bolos que juegan los mandamases de  la Casa Blanca en una bolera repleta de negocios sucios.

     Paradojas de la moral: una placa sobre la Casa de Correos de la madrileña Puerta del Sol rinde homenaje a  los madrileños que se alzaron contra los invasores franceses. Han pasado tres siglos, y ahora  los patriotas que pretenden expulsar de su propio país a los invasores son denominados terroristas. Hoy, el asesinato de unos espías en un país invadido por potencias extranjeras recibe la consideración de atentado terrorista. En caso de que TVE repusiera la serie Curro Jiménez, el personaje interpretado por Sancho Gracia sería un terrorista de toma pan y moja, y sus ataques, trabuco en mano, nos mostrarían el modus operandi del terrorismo ibérico.

 Y en medio de  esta absurda ceguera se define como accidente el asesinato de niños en Afganistán. Da igual si son seis, siete o veinte; nunca conoceremos sus nombres,  ni las televisiones del pensamiento único darán una cobertura pormenorizada de esos daños colaterales. Masacran a los desheredados, destrozan al pueblo afgano, de ínfima calidad y peor esperanza de vida.

Guantánamo es otro insulto más a los derechos del Hombre. El poder americano se ríe con la complicidad de peleles y payasos vestidos de mil colores. Peleles que ocupan jefaturas de estado, dicho sea de paso, un dato importante y a tener en cuenta, especialmente por los millones de seres humanos que los eligen con sus votos.

Mientras compruebo cómo se cuentan por millones quienes complacientes cierran los ojos y tapan sus oídos,  me sigo preguntando dónde está Bin Laden. Y, por encima de todo, ¿quién le abrió las puertas del infierno a Sadam? <

 

 

Para escribir al autor:  Marat@vodafone.es

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