Víctimas y culpables

 

Ayer, en una lista de correo a la que estoy suscrita, y en la cual participan asimismo algunas personas buenas y agradables que leen lo que escribo de cuando en cuando, incluí un mensaje en el que apuntaba cuatro pinceladas acerca de la situación de la mujer en España. Son éstas:

1) Sólo las mujeres cocinan y hacen la colada en más del 75% de los hogares.
2) El desempleo castiga casi el doble a las mujeres que a los hombres.
3) Las mujeres cobran de media un 30% menos de salario que los hombres que trabajan en la misma categoría laboral.

4) Un millón y medio de personas consume somníferos o tranquilizantes de forma habitual en nuestro país. El 75 por ciento son mujeres.

El panorama que se adivina con estos cuatro datos es desolador, más abajo intentaré pergeñarlo. Pero aún más lo es la respuesta que obtuve cuando los transmití a la audiencia descrita. Se me adujo (lo hizo un hombre), lo siguiente: “Creo que por suerte las cosas cambian, pero ¿no creéis que aparte de haber un machismo subyacente, también este machismo existe (y para mí es mucho peor) entre las propias mujeres?”

Me quedé tan chafada con este comentario -no aprenderé nunca- que preferí no contestar. Así que lo hago desde este sitio web: Para empezar, estoy harta de prestar atención a lugares comunes como ése, tan manidos, tan vanos y que tan poco aportan a un intento serio por comprender el mundo. Cuando de lo que se trata es de analizar cuál es la situación social de la mujer en mi país, hacer notar que las mujeres forman parte de la sociedad no añade nada nuevo. Pues claro que las mujeres somos víctimas del machismo. Si no, ¿de qué? Si todas las mujeres tuvieran conciencia de que somos ninguneadas, menospreciadas, maltratadas social y económicamente (cuando no psíquica y físicamente), de que nos hacen esclavas de la apariencia física en mucha mayor medida que a los hombres, de que asumimos obligaciones cotidianas que una minoría de hombres aceptan compartir, etc., este estado de cosas cambiaría. Y no cambia.

En segundo lugar, salir con esa especie de argumento resulta insultante. Viene a querer decir algo así como “las mujeres tenéis la culpa”. Lo cual es tanto como insinuar que los negros estadounidenses tenían la culpa de la discriminación que sufrían antes de los 60, antes de la creación de las Panteras Negras y el movimiento del doctor King. O que los trabajadores inmigrantes en España tienen la culpa de aceptar trabajos sin contrato. Y mi punto de vista al respecto es bien claro: la culpa no es del que sufre, sino del que castiga. Aunque el que sufra lo tolere, o no tenga recursos intelectuales o de otra índole, para resistirse al castigo o incluso para darse cuenta de que lo padece.

Por último, resulta desesperante entender que el que viene con éstas no se da cuenta de que emplear el argumento del machismo en las mujeres es profundamente machista.

Queridas y queridos, el machismo no subyace simplemente a la sociedad española. El machismo es la espina dorsal del capitalismo español. Sin las mujeres que trabajan en casa y en la calle, que se hacen cargo de los niños y de los ancianos que dependen de ellas, sin esa importantísima proporción de la sociedad activa que cobra menos que el resto y que desempeña trabajos poco agradecidos y nada aparentes, sin esas pobres mujeres que tienen que medicarse todos los días para poder seguir viviendo, la economía española no podría sostenerse.

El propio hecho de que el Día de la Mujer Trabajadora sea poco menos que una anecdótica concesión, dice mucho de cómo están las cosas. Y si de esto tenemos culpa las mujeres, imaginad qué culpa tienen los hombres.

 

Para escribir a la autora: bmartos1969@yahoo.es

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