Gracias, Mohamed

 

En el discurso que Juan Carlos I pronunció en la cena de gala que celebró su colega Mohamed VI para agasajar a sus reales invitados en el Palacio Real de Marrakech, el jefe del Estado español agradeció la “eficaz colaboración y el firme apoyo” del rey marroquí en la “lucha contra el terrorismo”. Habló también Borbón y Borbón, con su peculiar oratoria, de “la necesidad de que los dos estados sigan trabajando cada vez más unidos” para acabar con el terrorismo y “asegurar el pleno respeto a la vida y demás derechos fundamentales y valores democráticos”.

Imagino que el rey español no se refiere, con las calurosas palabras dirigidas a su homólogo marroquí, a los informes que la policía del país vecino envió en su día a la española, en los que se especificaba qué ciudadanos marroquíes podrían ser sospechosos de preparar un atentado en España. Dichos informes, como quedó evidenciado en la comisión parlamentaria encargada de charlar sobre el 11-M, fueron obviados por las autoridades españolas. Así que supongo que habla de otros asuntos.

No tengo ni idea, lo confieso, de cuál es el conocimiento que Borbón tiene acerca de cómo se las gasta el Gobierno marroquí frente al terrorismo, y con los acusados de presunta militancia terrorista. Pero el hecho es que el jefe de estado de mi país me ha indignado, una vez más, al leer un discurso que obvia como si tal cosa los documentadísimos casos de malos tratos y torturas en Marruecos. La real alocución, además, hilaba los esfuerzos represores del régimen marroquí con hermosos conceptos, como el respeto a la vida y demás derechos fundamentales, que es precisamente lo que el Gobierno de Rabat pisotea tranquilamente, tomando como excusa -y también como objetivo- la lucha contra el terrorismo.

Amnistía Internacional hizo público a mediados del pasado año un informe sobre el centro de detención de Témara (“el Guantánamo marroquí”, como también es conocido). Siempre en el contexto de la “lucha contra el terrorismo”, se tiene constancia de docenas de informes de abusos contra detenidos desde el atentado de Casablanca. El centro de Témara, a 15 Km. de Rabat en dirección Sur, depende de la Dirección de Vigilancia Territorial (Direction de la surveillance du territoire), o DST, y de la policía, pero su personal no está constituido ni por agentes ni por oficiales de la policía judicial, por lo que carece de la facultad de arrestar, detener e interrogar a persona alguna: todos los que se encuentran allí encerrados han sido detenidos ilegalmente. En este lugar infame, como en tantos centros clandestinos de detención que hay por el mundo, recae la responsabilidad de “asegurar la protección y la salvaguardia de las instituciones y la seguridad del Estado”. Dentro de ese centro de detención cualquier abuso es posible.

Los que son confinados en Témara han sido, en algunos casos, llevados directamente allí bajo arresto, y en otros, tras pasar por una comisaría cercana. Hay constancia de detenidos que habían sido puestos a disposición de las fuerzas de seguridad de Marruecos por autoridades extranjeras, como las de Paquistán, Siria y los Estados Unidos.

El tiempo de reclusión varía desde una semana hasta medio año. Durante los primeros días, en general, los detenidos son sometidos a sesiones de interrogatorio en las que se les pregunta acerca de su supuesta implicación en la planificación, incitación o comisión de actos violentos adscritos al entorno islamista, o sobre sus conexiones con gentes acusadas de dichos delitos. Muchos de los detenidos han declarado haber sido objeto de tortura o malos tratos durante dichas sesiones, y forzados a firmar (o a estampar con sus huellas digitales) declaraciones que más tarde han negado haber hecho. En ocasiones, dicha firma o estampación se ha efectuado tras el traslado de los detenidos a la comisaría cercana, en la que son amenazados con volver a Témara si rehúsan colaborar.

Las prácticas torturadoras son las habituales en estos casos: golpes, mutilaciones, ahogamientos, suspensión de la víctima desde el techo, etc. Algunos detenidos han declarado que, durante toda su estancia en el centro de Témara (ya fueran días, semanas o meses lo que allí habían permanecido), fueron confinados en celdas individuales, en las que sólo había una sábana, un colchón y un retrete. Nunca vieron a otros detenidos y no podían salir de la celda a tomar el aire o hacer ejercicio. Además, estaban incomunicados del exterior absolutamente.

Por supuesto, como no podría ser de otra forma, muchas de las personas así tratadas fueron puestas en libertad sin cargos.

Afirmar que el rey Mohamed pueda hacer algo para asegurar “el pleno respeto a la vida y demás derechos fundamentales y valores democráticos”, en su país y en cualquier otro, es exactamente lo mismo que darle a Kissinger el premio Nóbel de la Paz. Un infame ejercicio de apoyo al fascismo.

¿Es así cómo debe tratarse a los sospechosos de cometer, alentar, o encubrir, atentados terroristas? ¿Saltándose a la torera el Derecho Internacional y los derechos fundamentales? Sí, ¿verdad? Pues nada, entonces gracias, Mohamed. Que Dios te bendiga.

 

Para escribir a la autora: bmartos1969@yahoo.es

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