Botella y las putas

 

Como ayer publicaba mi compadre Juanjo (a) “Marat” en su sección, el Ayuntamiento madrileño ha tenido la -mala- ocurrencia de forrar Madrid con vallas publicitarias que incluyen el lema “la prostitución existe porque tú pagas”. Estoy de acuerdo con lo que dice Juanjo al respecto, pero además me gustaría añadir una serie de comentarios, que le hice ayer directamente a él.

En primer lugar, ya que hablamos de pagar cosas, es importante resaltar que los que pagamos el coste de esta campaña publicitaria somos nosotros, los ciudadanos que habitamos en Madrid. Así, dejo caer la indócil posibilidad de colocar unos carteles al lado de los institucionales que digan algo como “las vallas sobre la prostitución existen porque tú pagas”.

El origen de la financiación no deja de tener su importancia, porque esta campaña es, en efecto, de lo más desafortunado que ha hecho nunca consistorio municipal alguno. Ciertamente, resulta muy desconcertante que la concejalía que encabeza Ana Botella (inventora del primerdameo español de fin de siglo, ex presidenta consorte por la gracia de Dios) se dirija de esa manera al personal paseante. “¿La prostitución existe porque YO pago?”, se dirán las viejas, los niños y los impotentes de tercer grado. Resulta chocante el lema, no hay a qué negarlo. Hasta a mí me dio un sofoco, soponcio o paralís. Ya sabéis que la caca que me pagan no me da para ir de putas, así que me considero libre de tal carga. Y en mi situación me huelo que debe estar una importante proporción de la población de mi ciudad.

Pero todo esto no es ni mucho menos lo que me exaspera de esta campaña tan poco oportuna, por decir algo que guarde las formas. Lo que me irrita hasta extremos desoladores es el motivo que tiene esta mujer para acabar con la prostitución: odia la práctica del sexo, quiere que la gente no folle. O que lo haga en casa, de tapadillo y sin que se note. Y si puede ser, sólo con fines reproductores. No le importa lo más mínimo -aunque declare lo contrario- la situación socio-económica de las prostitutas que trabajan en las calles, y en los parques, y en las carreteras, de Madrid.

Si a Ana Botella le preocupase la marginalidad y la pobreza, como ella afirma, no tomaría las medidas que toma contra la mendicidad callejera, que se limitan a dar cobijo nocturno a la gente sin hogar en un viejo edificio deportivo situado en el barrio de Carabanchel. Dicho cobijo es renovable noche tras noche, esto es: no le guardan a uno el sitio. Así, con la cantidad de personas que viven en las calles de Madrid, es conveniente acudir a tiempo a la cola de entrada, y es raro que los indigentes tengan dinero para tomar el metro de ida a otra parte de la ciudad, y de vuelta a Carabanchel a tiempo para coger buen sitio en la cola. Con lo cual, el efecto que se consigue es llenar el barrio de gentes marginales, que no tienen más remedio que quedarse por allí. Lo cual exaspera a los vecinos (por muy mal que me siente esa actitud, por lo que tiene no sé si de racista o de egoísta, el vecindario no deja de tener razón cuando afirma que siempre les toca a los mismos aguantar los despojos de esta injustísima sociedad), a los cuales ya tenía muy descontentos el hecho de que el velódromo que ahora el Ayuntamiento ha escogido como refugio temporal, y que es uno de los escasísimos edificios donde el personal carabanchalero podría practicar deporte, haya estado durante años sin utilizar, y se haya dejado echar a perder.

Lo que le molesta a Botella, lo que no soporta, lo que no puede aguantar, es que la gente vaya por ahí practicando sexo en descampados, en coches, en pensiones, con la agravante del pago por los servicios prestados. Se trata de un ataque de moral católica biliosa. Ni más, ni menos. Y “tú” lo pagas.

 

Cava o libertad

 

Para mi sorpresa y alegría, he sabido que Carod-Rovira ha dado públicas disculpas por haber dicho lo que dijo acerca del apoyo que no debía darse a la candidatura olímpica de Madrid para 2012. Algunos sabéis que no me cae precisamente simpático este político, por muchas razones, a las cuales últimamente se ha añadido mi descubrimiento personal de que se trata de un personaje algo megalómano. Sin embargo, y como lo Cortés no quita lo Hernán, reconozco que no debe ser nada fácil decir en público cosas como “tuve una reacción muy caliente e instantánea (sic) de decir: escuchen, si ellos no nos han ayudado a nosotros, nosotros no tenemos que ayudarlos a ellos. (...) Eso fue un error”. Y le agradezco el gesto, como el hecho de que haya dedicado palabras cariñosas “al Madrid ciudadano, popular, abierto, progresista, ese Madrid”.

Pero, ya sabéis, soy de naturaleza crítica, y a pesar de que me gustan más las retractaciones que los bombones rellenos, creo que podría haberlo hecho bastante mejor. Ha hecho mal indicando que dijo “en voz alta y en público aquello que muchos catalanes pensaban en privado”. Parece evidente que de lo único de lo que se disculpa es de haber dicho lo que pensaba sin pensar antes que no debía decirlo. Y, para más inri, delata la complicidad encubierta de “muchos catalanes”, lo cual, como es lógico, no creo que llene de contento a la gente que se enfadó -que nos enfadamos*- cuando afirmó que Cataluña no debería apoyar la candidatura de Madrid.

Otro aspecto de su declaración que no me convence es el que hace referencia a que se siente perseguido por cierta parte de la opinión pública: “Por lo visto, en estos últimos meses, cualquier afirmación que haga tiene inmediatamente una repercusión muy grande, porque estoy al frente de un partido de los más importantes de este país, con un papel clave en la política española”. Si tal es su opinión, que comparto, y Dios lo ha llamado para tan altas ocupaciones, sería conveniente que tuviese mucho más cuidado con sus declaraciones. Así se ahorraría el sofoco de tener que disculparse por haberlas hecho.

Por otra parte, y he aquí lo más feo de este asunto, él mismo corrobora con sus palabras mis sospechas de que el influyente Consejo Regulador del Cava ha tenido mucho que ver con su disculpa. Nos cuenta Carod-Rovira que “lamenta” que el sector del cava catalán pueda ser víctima de un boicot a raíz de sus palabras sobre la candidatura olímpica de Madrid, como así parecía que podía ocurrir. (Nos ha regalado, además, una perla personal: confiesa que desde hace años al conectar su teléfono móvil aparecen las palabras “cava y libertad” en la pantalla. Diantre.)

Para ayudar a dejar claro que hay relación entre el cava y las disculpas, el presidente del Consejo del Cava, Gustau García Guillamet, no se ha cortado un guil y ha agradecido públicamente la postura de Pasqual Maragall a favor de la candidatura de Madrid 2012. No ha nacido empresario en sus cabales que se arriesgue a perder beneficios por un quítame allá esa selección de hockey o por una toma de postura ante lo que pase o deje de pasar en Madrid.

Yo lo sabía, muchos lo sabíamos. ¿Lo sabrán los votantes de ERC? Tal vez sí, tal vez no. Probablemente haya de todo.

Dice Serrat que “nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”. Discrepo absolutamente: muchas veces la verdad es triste, pero puede que tenga remedio. Como los niños traviesos que saben quién manda, Carod es consciente de que sólo puede decir lo que le rote mientras no meta en líos al capital catalán. Así de triste es la cosa, aunque tal vez tenga remedio: puede plantarle cara de una vez al poder económico de su tierra. Es una posibilidad, pero permitidme que os muestre mi escepticismo.

 

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* Y que conste, ya os lo dije el otro día, soy miembro fundador (miembra fundadora) y única afiliada, hasta la fecha, del CAOM (Comité Anti-Olímpico Madrileño).

 

 

Para escribir a la autora: bmartos1969@yahoo.es

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