La conjura de los profetas

 

En una vieja Antología del Disparate que recoge presuntas burradas escritas por alumnos de bachillerato en los años 60 y 70 he leído la siguiente frase, que aparece como respuesta a una pregunta sobre el Apocalipsis: “Vigilad, pues vendrá una nube de profetas que oscurecerá el sol”. Si esta frase le resulta disparatada a alguien, es sólo porque no forma parte de las escrituras sagradas, no porque no tenga algo de cierto.

Qué razón tenía el pobre examinando de reválida. Sin duda, una nube de profetas nos ha invadido y ha tomado el poder. Estamos sometidos a una pandilla de iluminados y de arúspices aficionados. Es el gobierno de los visionarios.

No digo que esta situación sea nueva, en la historia de la humanidad:

Si Isaías se pasó media vida exhortando al personal a cuidarse del “peligro asirio”, vaticinando que las “naciones paganas” atacarían a Israel, y amenazando a las gentes que se creían falsamente a salvo del enemigo, George W. Bush –recién re-elegido Número Uno del mundo- se entretiene cotidianamente en balbucir encendidos sermones sobre el peligro que acecha a Estados Unidos de América, el País Sin Nombre, la Tierra Prometida, el Hogar del Pueblo Elegido, desde oscuros rincones en países donde nunca llueve –“ l'on ne sait rien du tonnerre”, que diría Brassens-, en los que todo es insania, envidia, impiedad, barbarie, maldad y rencor. Isaías murió aserrado por la mitad, probablemente víctima del odio que él mismo sembró. ¿Y Bush? Nunca se sabe...

El profeta Jeremías dio la lata todo lo que pudo con su ejemplo de vida ascética y el amor ilimitado hacia su pueblo, víctima de la tiranía babilonia. Está el mundo lleno de pelmas que creen que ellos y su cultura son mejores que el resto.

Aznar y Blair son como Baruc, el amanuense de Isaías.

Zapatero en la oposición fue como Ezequiel: Se tiró un tiempo larguito profetizando la ruina de Jerusalén, digo de España, a manos del Partido Popular. Después habló mucho sobre el castigo que el pueblo de Judá, digo español, recibiría por parte de los países vecinos, si el Gobierno continuaba apoyando la guerra en el Oriente Medio. Al fin logró restaurar el gobierno del PSOE, que es lo que a Ezequiel le habría gustado. Me refiero –es una metáfora, carajo- a que a Ezequiel le habría gustado que terminase el cautiverio de su pueblo. En el PP se dan ahora de navajazos por decidir quién es el nuevo Ezequiel. Ojo con Zaplana, que cuando ataca no conoce.

Y bueno, los hay que pertenecen a la especie de los profetas pijos, como Daniel. Y los hay aficionados, como Nostradamus, Malaquías y Paco Rabanne.

Es cierto que aquellos profetas fallaban más que una escopeta de feria, pero mientras se dedicaban a las labores propias de su soplo divino, el personal escuchaba, callaba y esperaba.

La amenaza constante acaba con la inspiración que provoca el cambio. El miedo impide reaccionar.

Ya lo sabéis. Si intentamos que el mundo cambie de verdad, malparirán las burras, crecerá el centeno en las orejas de los impíos y tal vez una nube de profetas oscurezca el sol.

Si es que hay que ser descreídos, os lo tengo dicho.

 

Para escribir a la autora: bmartos1969@yahoo.es

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