La humanidad: Los gozos...

 

Una de las aficiones que más me satisfacen es buscar, y sobre todo encontrar, gente inteligente, divertida e interesante. Cuando lo consigo, me reconcilio con la vida.

Recuerdo, por ejemplo, cuando descubrí la excelente literatura de Juan José Millás. Fue gracias a una amiga, cuyos gustos literarios (y los demás) en general no comparto, la que me habló de él. Desde entonces he disfrutado sus novelas y artículos con fruición. Mi último descubrimiento en lo que a él respecta son sus maravillosos "anticuentos", en los que demuestra que este mundo no está hecho para gente como él; él, que detrás de la realidad aparente siempre encuentra filones de desquiciadas irrealidades, a las que consigue hacer pasar por fantasías sensatas gracias a su genial inteligencia. Os voy a ilustrar sobre el personaje con dos pinceladas: a) Dice en su anticuento "El otro": "Cuando me dijeron que no puedo ser Juan José Millás en Internet porque alguien se lo ha pedido antes que yo, mi primer impulso fue poner una denuncia. Luego, como el abogado me salía más caro de lo que valgo, decidí dejar las cosas como están. Ese loco que pretende ser yo no tiene ni idea, pues, de la vida que le espera." Y b) al abrir su página web, se escucha "I am a rock, I am an island" (Soy una roca, soy una isla).

Otro descubrimiento feliz fue Boris Vian, del que un amigo me habló con alta admiración. Fundado sentimiento, como tuve inmediata oportunidad de comprobar. Músico, novelista, reumático, periodista, impío humorista, ingeniero, poeta, rebelde, tuvo la elegancia de morir mientras asistía al estreno de la versión cinematográfica de J'irai cracher sur vos tombes ("Escupiré sobre vuestras tumbas"), una salvaje novela por la que fue juzgado del cargo de "corrupción de las buenas costumbres" (sic). Os dejo una frase suya, en la que se aprecia su deleite en "épater les bourgeois" (pasmar a los burgueses): "Más nos valdría aprender a hacer el amor correctamente que devanarnos los sesos delante de un libro de historia".

Ricardo Darín es, hoy por hoy, mi actor preferido, junto con Gene Hackman y Héctor Alterio. Me creo de cabo a rabo todos los personajes que le he visto interpretar; me maravillan sus gestos, su voz, y la inteligencia que se le adivina tras las personalidades que adopta, como desde luego en las entrevistas que concede; me cae estupendamente bien, en fin. Lo considero uno de los grandes de la escena, ya digo. A este pollo lo descubrí viendo "El hijo de la novia", una hermosa película.

Mi último héroe es Leo Bassi, el bufón lombardo que ha fijado su residencia en España. El otro día acudimos por consejo de Manolo, mi cuñado, a disfrutar de la representación de su último espectáculo en el teatro Alfil, "Instintos Ocultos". Hacía tiempo que no me reía tanto. Pero no sólo eso: el espectáculo es tan sorprendente como estimulante; es una alocada combinación de números circenses, teatro del absurdo y la clásica commedia dell'arte. Anda también metido en otro lío del que quisiera asimismo formar parte: El "Bassibus, viaje a lo peor de Madrid". Se trata de hacer turismo político: lleva a los madrileños a visitar escándalos inmobiliarios o aberraciones históricas, como el Valle de Los Caídos. Monta la de siempre en el autobús y fuera de él, y de paso molesta a las instituciones políticas de la comunidad. Está teniendo un gran éxito, de lo cual no sabéis cómo me alegro.

 

...Y las sombras

 

Y es precisamente una frase de Bassi la que me viene al pensamiento, cuando caigo en lo que a continuación os voy a llorar, más que contar. Hela: "A veces, tengo la sensación de estar rodeado por todas partes de gilipollas". A mí me pasa lo mismo de vez en cuando. Y es, creedme, una sensación muy molesta, por varias razones: 1) No me gusta la gente que se cree más lista que los demás; eso da lugar a un amplio abanico de desconsideraciones injustificables e injustas. Consecuentemente, me detesto a mí misma cuando me siento así; 2) el darme cuenta de que no sirve para nada hablar con el personal, contarle a la gente las cosas que me apasionan, porque son tan idiotas que no les importa casi nada de lo que tiene importancia, me deja para el arrastre, emocionalmente; 3) por otra parte, cuando una mira alrededor y piensa que por culpa de la mansedumbre propia de la idiotez, hay millones de individuos que permiten que el Partido Popular siga convirtiendo este país en una hucha que sólo se rompe para promover el enriquecimiento de los empresarios, más allá de nuestros confines y dentro de ellos, es fácil que pensamientos asesinos recorran mis maltratadas neuronas. Y eso no tiene nada de divertido. Los asesinos me caen antipáticos. No quisiera ser uno de ellos. Y 4) en esos ratos me convierto en una huraña, a mi pesar. Empezamos pronto.

Cierto es que, como decía el gran (ay) Georges Brassens, "quand les cons sont braves, comme moi, comme toi, ce n'est pas très grave" ("cuando los tontos son buena gente, como tú y como yo, tampoco es para tanto"). El problema es cuando encima carecen de bondad y otras cualidades agradables. Entonces, los tontos son perfectamente nocivos. "Ils emmerdent tout l'monde", molestan a todo Dios.

Ésos son los que me preocupan y me alteran, los tontos peligrosos, las manadas de imbéciles que perjudican a todos los que tenemos la mala suerte de encontrárnoslos. Y no digamos si trabajamos con ellos, ay. Son una auténtica cruz. Una pesadilla. Y cuidado con los que añaden a su estulticia y mala baba la condición de manejar pasta sin tener antigua costumbre de ello, o provienen de "buenas familias" (la mayor parte de las cuales se enriquecieron en su día con el estraperlo, la especulación, o actividades del estilo). Entonces se convierten en un peligro público: Bien a gusto los enviaría a todos al destierro en los Mares del Sur, concretamente en la Île aux Cochons. (Por cierto, que asisto a un curso sobre Financiación Multilateral: el 90% del alumnado se compone de este detestable tipo de tonto; no sabéis como sufro.)

Bueno, por resumir: en este mundo hay de todo, como en botica. Pero ¡cuán desagradablemente grande es la población de sandios! Y, por terminar: disculpad, os lo ruego, el amargo cabreo que ha provocado la última parte de este artículo. Huelga decir que mis lectores no deben darse por aludidos. Gracias.

 

Para escribir a la autora: bmartos1969@yahoo.es

Para volver a la página principal, pincha aquí