El estilo Aznar

 

La manera de comportarse de José María Aznar ha trascendido despachos. Su insoportable suficiencia, su fatuidad, su inmodesta altanería, su jactanciosa vanidad, esos aires de gran estadista que se da a cada instante, los humos que se gasta en sus declaraciones públicas, el endiosamiento al que sus compañías y su megalomanía lo han conducido, hacen tanto mal en su entorno más próximo (consejeros, ministros, secretarios de Estado), que en los altos y medios despachos de la Administración son cada vez más habituales las mismas ínfulas, la pedantería barata y las maneras altivas y dictatoriales.

En los Ministerios, en las Direcciones Generales, en los Entes dependientes de esta o de aquella Secretaría de Estado, se ha impuesto el capricho y el ordeno y mando. Ana Palacio, uno de los personajes claves de este Gobierno, ha merecido en su Ministerio una justa fama de déspota con sus subordinados: tiene cabreada a la mitad del personal diplomático; releva de sus cargos a la gente de manera tiránica y despreciativa; no cuenta con los consejos de los expertos que deberían trabajar para ella; grita, da portazos, cambia los planes a cada paso y no admite réplicas.

Otro tanto puede decirse de Francisco Álvarez Cascos: se dice que rompió una puerta de su Ministerio en un arranque de furia. Cuando alguien de su Gabinete se lo encuentra al otro lado de la línea telefónica, desearía que la tierra se lo tragase en ese mismo instante. Nadie le contradice: nadie se atreve a hacerlo. Ha instaurado un “terrorismo administrativo” en todas las instancias que dependen de su gobierno. Estoy convencida de que, cuando a algún experto se le pide –cuando se le pide– un informe sobre el trayecto del AVE (por ejemplo), el informador en cuestión está convencido de que su trabajo acabará en agua de borrajas, si su contenido no es del agrado del ministro.

Acebes y Michavila son otro cantar. Son los representantes del ala furiosamente reaccionaria con capacidades ejecutivas, por así decirlo. El brazo armado del aparato pepero. Siempre juntos en sus iniciativas, esta especie de “dueto policial y judicial”, con la castrense ayuda de Trillo (todo un clásico), hace y deshace a golpe de codigazo penal, detenciones nocturnas y arbitrarias, ilegalizaciones, amenazas, destituciones dictatoriales, chantajes, mentiras, chulería y el estímulo del miedo pánico entre la población, a base de avivar cualquier presunta amenaza que justifique sus oscuros propósitos.

El resto del Gobierno se compone de insultadores profesionales, fanáticos neoliberales de buena familia y malas maneras, devotos de la tríada “Familia, Patria y Dios”, y algún que otro pelota que deja hacer al Presidente, y se dedica a cumplir órdenes, sin más complicaciones.

De todo esto tiene la culpa el estilo Aznar: engreído, carca, déspota, caprichoso y servil. Porque también hay que saber entender quién manda. Y vaya si Aznar lo sabe.

Se ha formado sobre nuestros hombros un terrorífico castellet de locos perversos y fascistas. Desde Bush hasta cualquier mindundi con despacho propio en la Administración española, simpatizante con el Poder o deseoso de recoger alguna migaja de éste. Si caen los de arriba, encima tendremos que soportar que crujan nuestros huesos. Menudo sino el nuestro.<

 

 

Para escribir a la autora: bmartos1969@yahoo.es

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