Emic y etic

 

Los antropólogos se enfrentan a cualquier problema de índole cultural que intenten desentrañar desde una doble perspectiva, resumida en los términos emic y etic, acuñados por el lingüista y filósofo estadounidense Kenneth L. Pike. El término etic (“fonetic”) se refiere a la percepción que tiene un observador experimentado de los datos que recoge situándose desde fuera de la cultura que observa. Desde un punto de vista emic (“fonemic”), sin embargo, el observador trabaja con las coordenadas socio-culturales del grupo emisor de los datos recogidos. Para que se me entienda, con un ejemplo bien simple, que siempre se pone a disposición del estudiante primerizo: desde la perspectiva emic de Cristóbal Colón o de los Reyes Católicos, puede decirse que Colón no descubrió América (Colón creyó haber descubierto una nueva ruta hacia el Poniente), pero desde una perspectiva etic, que es la de la Geografía eurocéntrica, habrá que decir que Colón descubrió América en efecto.

Quiero demostrar brevemente que ambos puntos de vista no sólo no son incompatibles: son necesariamente compañeros en una investigación seria de las causas y motivos que provocan un comportamiento social.

El antropólogo Marvin Harris, quizá el mejor aplicador de la visión etic en la investigación, inventor del “materialismo cultural”, se planteaba preguntas como “¿por qué no comen vaca los indios?” A la cual contestaba con que comer carne acabaría enseguida con el suministro de leche por el rápido agotamiento de los rebaños. Los motivos religiosos representarían la razón emic de la cultura india para no comer dicha carne. Ahora bien: ¿Y los urbanitas indios? ¿Tampoco comen carne de vaca? ¿No hay McDonald’s en la India? Para los indios cuya economía no depende en absoluto del agotamiento de los rebaños más de lo que pueda depender la mía, carnívora moderada dentro de lo que cabe, alimentarse a base de carne de vacuno no tendría por qué suponer un problema, visto el asunto desde la harrisiana perspectiva etic. Sin embargo, en los McDonald’s indios, el producto estrella no es la hamburguesa, sino los “Pizza McPuff”, una especie de burritos con carne de pollo. Que, por cierto, han supuesto todo un éxito comercial también en los países vecinos. Parece evidente que, en multitud de ocasiones, las razones materialistas que explican las conductas sociales se transforman en improntas conductuales que escapan a la percepción consciente de la gente. Ya decía Marx aquello de que las personas entramos en relaciones económicas independientes a nuestra voluntad. No se le puede venir a un ejecutivo de Nueva Delhi con que no come carne de vaca porque tiene miedo a que la palmen todas las reses por su culpa. Entre otras cosas, porque la mayor parte de la carne que se consume en las hamburgueserías de esta cadena multinacional proviene de las devastadas selvas -ahora praderas- amazónicas. Otros ejemplos evidentes que se os habrán venido al coleto son el marisco y los hebreos, o el jamón de pata negra y los hijos del Islam.

¿Adónde quiero ir a parar con este rollo social-científico? A lo de siempre, naturalmente.

Pocas conductas sociales atraen tanto la atención de la abajo -o arriba, según- firmante como las conductas políticas. En el panorama político español, por ejemplo, demasiadas veces se escuchan y leen análisis (provenientes de la izquierda, las más de las veces) que, suponiéndose profundos y complejos, son sin embargo incompletos, e incluso paradójicamente superficiales. Me refiero a las explicaciones que se dan de las actuaciones pepesoeras en lo que respecta al peligro de “resquebrajamiento del Estado Español”, la protección del libre mercado o, sobre todo en el caso popular, la protección quijotesca de la educación católica. Claro que hay motivos económicos para mantener al País Vasco y a Cataluña, por ejemplo, dentro de España. Por supuesto que el entramado educativo católico, opusdeísta o no, reporta beneficios económicos a cierto grupo de poder que ahora toma las riendas ejecutivas, y desde luego perpetúa en los escolares la mentalidad que hace posible que se mantenga el sistema social que a algunos favorece. No me cabe duda de que el libre mercado no puede dejar de ser protegido por esta gente que nos gobierna, ya que de él se nutren. Desde el ya comentado punto de vista etic, podríamos quedarnos conformes con estas explicaciones.

Bien, pero, ¿y el punto de vista emic? Me apuesto lo que queráis, siempre que no sea dinero -no estamos para gastos tontos-, a que una elevada proporción del personal que defiende la unidad de España (con la estructura actual), la educación católica obligatoria, o las bondades del libre comercio, lo hacen tan inconscientemente como deja de comer carne de vaca un pío director de cine nacido en Calcuta. La diferencia es que los caprichos alimentarios del calcutense no hacen daño a nadie, ni siquiera a sí mismo.

Y los caprichos ideológicos de los otros sí que hacen daño. Incluso a la mayor parte de ellos (porque es muy escasa la proporción de basca que se beneficia de este estado de cosas).

Pero lo peor es que nos perjudica al resto, que ni pizca de ganas tenemos de que la cosa siga así.<

 

 

Para escribir a la autora: bmartos1969@yahoo.es

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