¡Soy libre!*

 

He dejado de fumar, tras dieciocho años fumando ininterrumpidamente, últimamente ya dos cajetillas al día. Aunque recuerdo con desánimo algunas intentonas por dejar esta adicción, en realidad ésta es la primera vez que va en serio. Y la definitiva: no tengo intención de volver a aspirar humo voluntariamente nunca más. A los que fumáis no necesito explicaros cuáles son las razones que me mueven a no volver a encender un cigarrillo. A los que no fumáis, tampoco. Son tantas, y tan diversas, que me tortura haber pasado la mitad de mi vida castigándome de esta manera. En fin, más vale tarde que nunca (todavía soy joven, el sábado cumplo 36 años).

Supongo que algunos pensaréis, escépticos, que aún estoy en peligro de recaer. Os diré que tengo muchas menos posibilidades de volver a caer en la trampa de la nicotina que cuando comencé a fumar, a los diecisiete años. Entonces no tenía idea de cuál es la terrible fuerza adictiva del tabaco. Ahora lo sé (¡vaya si lo sé!), y sé también que no quiero volver a caer en esa esclavitud. Quiero ser libre en la medida de lo posible. Nunca es descartable el hecho de que algún horrible incidente me haga perder el juicio y el aprecio que ahora siento por mi vida, y por la calidad de la misma, y decida volver a fumar, prenderme fuego delante de una sucursal del BBVA, o cortarme las orejas con una cuchilla de afeitar. Nunca se sabe, pero espero que no se tuerzan tanto las cosas.

Otros quizá creáis que no estoy diciendo la verdad, y que fumo algún cigarro a escondidas. No os lo reprocho: los adictos son gente muy mentirosa. Sin embargo, no es el caso. No quiero fumar en absoluto. Por eso no fumo.

No he utilizado chicles de nicotina, tampoco parches o algo parecido: no quiero volver a introducir nunca ni un gramo de nicotina en mi cuerpo, si de mí depende. Estoy procurando, asimismo, no sustituir los cigarrillos por ninguna otra cosa: se trata de librarse de una adicción, no de caer en otra. De todos modos, esta primera semana libre de tabaco la estoy dedicando a darme caprichos. Al fin y al cabo, no fumar es causa justificada de celebración.

Ahora que soy libre (¡Free, God Almighty, free at last!) os diré a los que fumáis que el pensamiento de que el síndrome de abstinencia que provoca la ausencia de la nicotina es tan terrible que no podréis enfrentaros a ello, carece de todo fundamento: dejar de fumar no duele. Todo lo más, te produce una rara sensación de vacío en el estómago -como cuando tenemos hambre, es algo parecido-, y una especie de sequedad en la boca y la garganta, hasta que la nicotina desaparece de la sangre y deja de molestar. Quizá os cueste conciliar el sueño las dos primeras noches. No pasa nada: se compensará con lo magníficamente bien que dormiréis a partir de la tercera noche, ¡como cuando no fumabais! Una delicia.

Claro que pensaréis muy a menudo en el tabaco, sin querer: en mi caso, tras tantos años comprando paquetes de Fortuna en quioscos, estancos y máquinas de tabaco (¿cuánto dinero habré gastado?), estos días me asalta el pensamiento de que tengo que comprar cigarrillos… ¡Hasta que me doy cuenta de que ya no fumo! Y me alegro, claro. Se trata de acostumbrarse a vivir sin tabaco. Hay que darse tiempo. Durante algún tiempo el tabaco estará asociado en los recientes ex fumadores a muchas situaciones (el café, tomar algo por ahí, la comida, salir del cine o de un museo…). Hasta que dichas situaciones se hayan repetido sin tabaco el suficiente número de veces como para que resulten exactamente igual de naturales que antes nos resultaban, acompañadas de un cigarrillo. Ahora mismo, me choca que no haya un cigarrillo consumiéndose en el cenicero (que ahora permanece inmaculado) de mi mesa, como solía ocurrir mientras escribía. Ya me haré a ello.

Tal vez creáis que dejar de fumar es cosa de hombres, como el brandy Soberano. Me refiero a que circula la especie de que hay que ser valiente y arrojado para no volver a fumar (“hay que echarle un par, no hay otra”). En realidad, eso es lo que ocurre si el que intenta dejar el tabaco está deseando volver a fumar. ¡Hace falta ser casi un héroe mitológico para resistirse a un hábito tan poderosamente adictivo! El secreto está en querer dejarlo. No me refiero a preferir no fumar, sino a detestar echar humo, oler y saber a tabaco, criarse un cáncer, destrozarse los dientes, provocarse la intranquilidad que despierta necesitar una dosis de nicotina, y dejarse una pasta en todo ello.

A pesar de lo dicho, no se me escapa cuánta es también aquí la inmoralidad de las autoridades, que tratan a los pobres fumadores como antes se trataba a los leprosos, y que sin embargo permiten la venta de la droga (y se benefician con ello) que acaba con la calidad de vida de esta gente, cuando no con su vida misma, en medio del desprecio de la sociedad que, compuesta paradójicamente por fumadores y no fumadores, no entiende que no comenzamos a fumar porque queramos, sino porque resulta prácticamente imposible no probar el tabaco (una de las drogas más rápidamente adictivas que existen), alguna vez en la vida.

Con la mierda de ayuda que facilitan y lo rentable que resulta la venta de tabaco, no puedo tomarme en serio eso de que quieren que dejemos de fumar: como mucho, quieren que fumemos jodidos, pasando frío o calor en la calle o escondidos en la intimidad de nuestras casas. La campaña de guardarropía que han hecho para la televisión es tercermundista.

Me temo que tendréis que dejar de fumar utilizando sólo vuestro intelecto. Si de verdad no queréis fumar, no fumaréis… Es tan fácil como eso. Y no cuesta tanto, ánimo.

 

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* Ya sabéis que soy una melómana sin remedio. Para ilustrar esta nueva etapa de mi vida, libre del tabaco, he acudido a un tema de The Who que aparece en la ópera-rock escrita por el gran Pete Townsend, Tommy, y que creo que viene al pelo. Esta canción, que Daltrey/Tommy canta cuando al fin se libera de su aislamiento sensorial (era sordo, ciego y mudo), se titula “I’m Free” (“Soy libre”), y su letra reza así (como es habitual, os facilito traducción al castellano):

 

I’m Free

I'm free -- I'm free,
And freedom tastes of reality!
I'm free -- I'm free,
And I'm waiting for you to follow me.
If I told you what it takes
To reach the highest high,
You'd laugh and say "Nothing's that simple."
But you've been told many times before
Messiahs pointed to the door
And no one had the guts to leave the temple!
I'm free -- I'm free,
And I'm waiting for you to follow me.
I'm free -- I'm free,
And I'm waiting for you to follow me.

 

(Soy libre

 

Soy libre, soy libre,

Y la libertad sabe a realidad.

Soy libre, soy libre,

Y estoy esperando a que me sigas.

Si te dijera lo que cuesta

Llegar a lo más alto,

Te reirías y dirías: “Nada es tan sencillo.”·

Pero te lo han dicho muchas veces antes,

Los Mesías señalaban la puerta,

¡Y nadie tenía las narices de marcharse del templo!

Soy libre, soy libre…)

 

 

Para escribir a la autora: bmartos1969@yahoo.es

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