Querido papá

 

No me creo capaz de despedirme de ti para siempre, así que no lo voy a hacer. A lo mejor otro día. Ya, ya sé que no debo posponer las obligaciones, y que cuanto antes cumpla con mi deber, mejor para mí y para todos. Pero qué quieres: ya sabes cómo soy. No me apetece.

En cambio, sí deseo que sepas qué pensamos de ti los que te queremos: estamos todos de acuerdo en que eres un personaje singular. Eras un trabajador intachable, orgulloso de serlo, además, y al que (¡qué suerte!) le gustaba su trabajo. Nunca te he visto eludir los problemas prácticos, a menos que pudieras confiar en alguien voluntarioso para resolverlos. Mamá y la economía familiar, por poner un ejemplo. Siempre has sido un tío valiente: cuando lo creíste oportuno, te marchaste a vivir y a trabajar a Inglaterra, cuando eso no lo hacía nadie. Querías ver mundo.

Nos has educado en el pensamiento de que ninguna cultura ajena es despreciable, que nadie es peor o mejor que nosotros a priori, hasta que se demuestre lo contrario. Nos has enseñado a ser honrados, a respetar a los demás, a cultivarnos intelectualmente en lo posible, siempre creíste que es verdad eso de que “otro mundo es posible”, y nos has trasmitido que, aunque la vida siga, no tiene por qué seguir igual. Has sido un honrado hombre de izquierdas.

Pero, y con todo, lo mejor de ti es tu sentido del humor: todavía nos carcajeamos (y lo que te rondaré, morena) de tus salidas, tus comentarios extravagantes y tus madrileñadas sarcásticas.

De todo esto, José-Luis tiene su parte, María Luisa la suya, y yo la mía. Siempre estarás con nosotros: en nuestro comportamiento cotidiano y en nuestra manera de entender la vida. También compartiremos tus recuerdos de infancia, en Alginet y en la calle Hortaleza: “El extranjero”, te llamaban, cuando volviste a la Villa y Corte, porque te habías convertido, a fuerza de cariño del pare y de la mare, en un “xiquet valencià”. Enseguida recuperaste el casticismo, eso sí: pero nunca has olvidado la acequia ni las calles de Alginet.

Para siempre dentro de nosotros, papá, con el perro Nabucodonosorcito, la perra Forca y la gata Nevada, y cómo no, con tu viejo compañero de paseos, nuestro Penny.

Cuidaremos a tu Mari, no te preocupes. Besos, papá.<

 

 

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