En el metro

 

– Jo, tía, pues a mí el que me mola mogollón es Bustamante.

– Qué va, tía, por favor, si es más hortera que yo qué sé.

– Qué dices, tía, es el más mono y el que mejor canta, tía, está como un queso, no me digas.

– Sí, vale, está muy bueno, pero Bisbal es mucho más rico, no me digas que no. Ay, tía, es que me encanta, de verdad.

– ¡AYYY! ¡Jo, tía, que me caigo!

– Jo tía, casi te caes, colega, qué corte, tía, si te llegas a caer.

– Jo, qué corte, ya te digo. ¿Te imaginas?

 

...

 

– Y el cabrón este, haciéndole la pelota todo el día al anormal de mi jefe, macho. Yo creo que a mí me están haciendo el “mobbing” ese que dicen ahora.

– A ti lo que te pasa es que te están puteando, macho, déjate de mobins.

– Bueno, vale, me da igual. Pero te lo digo en serio, macho. Si la cosa sigue así, cualquier día cojo la puerta y me voy, pero antes de irme, fíjate, que les pego una patada en los cojones a los dos: al desgraciado de Pepe, y al mamón de mi jefe, que se merece todo lo que le pase, me cago en...

– A ver si es que están liaos.

– ¿Quién? ¿Mi jefe y el Pepe? ¡Joder, macho, qué fuerte! No me jodas, que me pongo malo de pensarlo.

– ¿Has visto que el Madrí ha palmado con el Milan?

– Ya, yo qué sé... Si es que no tenemos defensa, macho. Y el Ronaldo, de vacaciones. Menudo fichaje.

 

...

 

– Óyeme, yo le dije que no. Aaah, no. Ya no quiero más vainas de ésas.

– Pero, ¿él qué fue lo que te dijo?

– ¿Cómo fue?

– Que qué te dijo él a ti.

– Ah, pues me dijo que ya no podía verlo más con sus amigos, porque su mamá no quería a lo mejor, que como soy negra...

– ¡Ah, no, ven acá, pero tú no eres negra, tú eres tostá!

– Ah, sí, pero a los españoles les da igual, yo soy una negra de Dominicana, y ya está. Y la mamá de Juan es racista conmigo.

– Pues no estés más con él.

– Y además que no le gusta que me ponga pantalones ajustados, me dice que me tengo que poner otra ropa. Ah, no, ya no quiero más vainas de ésas.

 

...

 

– Mamá.

– Qué.

– ¿Sabes qué me ha dicho un niño en el cole?

– No, ¿qué te ha dicho?

– Me ha dicho que tenía una chuche.

– ¿Eso te ha dicho?

– Y no se lo he dicho a nadie.

– ¿No se lo has dicho a nadie? Estate quietecito con las piernas, Pablo, hijo.

– No, porque me ha dicho que no se lo diga a nadie.

– Ah.

– Mamá.

– Quéeeee.

– ¿Cuándo llegamos a casa?

– Dentro de tres estaciones. ¿Te quieres estar quieto con las piernas? ¡Te voy a dar un bofetón que te vas a enterar!

– ¿Y eso cuándo es? ¿Dónde estamos?

– Eeeeh... A ver, en Sevilla.

– Y la nuestra, ¿cómo se llama?

– Príncipe de Vergara. ¡Pablo, estate quieto, no te lo digo más veces! Uuuy, qué guantazo te estás ganando, Pablito.

– ¡Es que me quiero bajar ya, mamáaa!

 

...

 

– Jo, tía, qué corte cuando me pilló el móvil la seño. Te lo juro, que yo decía: “Ostras, por favor, que me muero, por favor, que no lo lea”.

– Y no lo leyó, ¿no?

– No, porque yo la dije que por favor que no lo leyese, que no lo hacía más, y me dijo que vale, que me tenía que copiar la lección y que no lo hiciese más. Menos mal, tía.

– Pues sí, porque vaya corte.

 

...

 

– A mí no me importa que sean homosexuales, a ver si me entiendes. A mí los que me molestan, ¿sabes?, son los que lo hacen, no sé cómo decirte, muy evidente.

– Ya, que tienen mucha pluma, ¿no?

– ¡Eso! Es que me dan una rabia, de verdad. Porque a mí, lo que hagan en sus casas, pues estupendo, ¡si a mí me da igual! Pero es que tanto mariconeo... No sé, que no puedo con ello, de verdad. Oye, y que conste: que me parece estupendo que sean maricones, ¿eh? Lo que pasa es que tanta pluma... Que no lo soporto, vamos. No puedo con ellos.

– No sé, yo tengo amigos homosexuales, y...

– No, si yo también, a ver si me explico: a mí lo que me fastidia es tanta pluma.

– Ya.

 

...

 

– Y como sigamos así, macho, la liga la gana la Real, que ya viste lo que pasó el año pasado con el Valencia.

– Pues no me extrañaría. Ahora, la championlí pa’ nosotros, ¿eh?

– Hombre, claro. Bueno, ya veremos, ¿eh? Que estos están muy sueltos, y con tanto partidito amistoso, macho, que nos los gastan por ahí, y luego no hay manera de organizar un equipo, tío.

– Sï, eso también es verdad. Pero les pasa a todos los equipos, así que más vale ponerse en lo mejor.

– Oye, ¿y tu jefe es del Madrí?

– Del Aleti, macho.

– No me extraña.

 

(27 de noviembre de 2002)

 

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