Un cheque en blanco

 

Ver a Javier Bardem en TVE -con un premio en sus manos y  con la ministra de Educación, Cultura y Deporte a unos metros-  decirle al Gobierno delante de  varios millones de telespectadores que “ganar las elecciones no es un cheque en blanco” ha sido una de las escasísimas satisfacciones que me ha brindado la caja tonta en muchos años. Ahí es donde les duele. El mal trago de la ministra fue en directo; al presi Aznar, que probablemente permaneciera ajeno a la señal televisiva en esos momentos, devorado por versos de Cernuda, la cosa también le debió resultar irritante, una vez conocido el carnaval malintencionado de los artistas.

Aúllan, luego les ha hecho daño. No se hacen aún a la idea de que el enemigo ha estado en su casa y se ha comido los canapés de dos en dos. La digestión de los actores reivindicativos fue placentera, pero se les estropeó el desayuno la mañana del lunes. Los leales al régimen se apresuraron a aparecer en escena ese día criticando la ceremonia de los Goya con cualquier pretexto: que si politización innecesaria y fuera de lugar; que si manifestación pueril; que si fue un vergonzante espectáculo; que si mostró una gran falta de ideas, que si se trató de un guión absurdo; que si no se vio un cartel con el “No a Sadam”; que si se echó en falta el “Sí al desarme”; y no sé cuántas gilipolleces más. Al final, lo que no se admite desde los sillones aristocráticos es la libertad de expresión,  y menos en la “tele de todos”. Tócate las narices: “de todos”. Todavía están a tiempo de volver a las cavernas y pedirle a Fraga que regrese a un  nuevo Ministerio de Información, con la foto de Berlusconi en las paredes de los despachos.

Y eso que la ceremonia no fue gran cosa; el guión resultó bastante flojo. Pero el discurso de los galardonados, eso sí,  convirtió la noche en un paseo por el túnel del terror para el maltrecho Gobierno de la nación, que piensa ya en sustituir la tortilla de patatas  por el Big Mac como principal envite culinario nacional. Fue la noche maldita de Pilar del Castillo, antaño mujer progresista, como lo pretende ser ahora la señora Botella. La ministra apareció como una “Maja vestida”, pero su media sonrisa se tornó en espasmos intestinales y sarpullidos hasta que pudo salir de allí zumbando con el rabo entre las orejas, permítaseme la expresión. Claro que ella se debió ver más esa noche como la hija de un Saturno que devoraba así de injustamente a uno de sus vástagos. Así se las gastan estos cuatro pacifistas del séptimo arte. Y eso que Goya es autor de  obras que tienen gran éxito entre la clase política. Sin ir más lejos, uno de sus caprichos es “Aguarda que te unten”, obra que comparte título con el primero de los mandamientos del político de agradecido estómago tan de moda hoy día.  ¡Con lo contentos que estaban con Operación Triunfo!

Ya hacía años que el propio Goya había avisado de las consecuencias de una contienda bélica con su serie “Los desastres de la guerra”. Pero ya han superado al artista de Fuendetodos: los intransigentes, los lacayos de Bush han convertido la paz en la menos desastrosa de las posibilidades.  ¡Pobre Bardem! No sabe que los cheques en blanco que recibe el Gobierno no parten del pueblo.<

 

Para escribir al autor:  Marat@navegalia.com

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